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Proyecto Izeba, tíos al rescate de los menores extranjeros

Menores extranjeros no acompañados se cubren con una manta.

Eduardo Azumendi

Cuando un menor extranjero no acompañado cumple 18 años sale de la tutela y la protección institucional y a partir de ese momento se enfrenta solo a la realidad. En el caso de Gipuzkoa, estos jóvenes cuentan con una red social más amplia de la que reciben más apoyo informal. Se trata de menores que ya han cumplido los 18 años y que han tenido la oportunidad de participar en el Proyecto Izeba. Esta iniciativa, que se puso en marcha en 2009 mediante un convenio entre el Centro Baketik de Arantzazu y el Departamento de Política Social de la Diputación Foral de Gipuzkoa, consiste en una red de personas o familias voluntarias que acepten actuar como tíos o tías de un menor extranjero no acompañado.

Este programa ha sido analizado por la socióloga Maddalen Epelde, de la Universidad del País Vasco, en el marco de un trabajo más amplio sobre la situación en la que quedan los menores extranjeros no acompañados al cumplir 18 años. “A la hora de analizar las dificultades de integración, se puede observar que la red social de estos jóvenes es muy reducida y está constituida en gran medida por otros chicos de sus edad. Así pues, la posibilidad que tienen de recibir apoyo informal es escasa, ya que los jóvenes que componen su red se encuentran igualmente con grandes dificultades de integración social y tienen poca capacidad de proporcionar apoyo”.

Aunque el proyecto Izeba está destinado en principio a los menores de edad, la coordinadora del proyecto asegura que la mayoría de los que han empezado una relación siguen manteniéndola después de que el joven haya cumplido los 18 años. “Los jóvenes que han tenido la oportunidad de participar en el proyecto destacan la importancia del apoyo recibido por parte de los izebas, sobre todo al alcanzar la edad adulta y quedar fuera de los recursos de protección a la infancia”.

“Siempre que los he necesitado”, explica uno de los jóvenes que ha pasado por el programa, “estaban ahí, cuando me portaba bien o cuando me portaba mal. Sin ellos, estaría…mal”. Los técnicos y educadores de diferentes programas también son conscientes del apoyo que reciben los jóvenes que han sido usuarios del proyecto Izeba, según Epelde.

Acogerles en sus casas

Acogerles en sus casas“Ha habido izebas”, relata uno de los educadores, “que se han implicado muchísimo y gracias a ellos los chavales han conseguido tirar para adelante. Se ha conseguido que chicos entrasen a pisos, gracias a que los izebas han presionado, o se han puesto en contacto con nosotros para hacer seguimientos a chicos porque veían que lo necesitaban”.

En cuanto al ámbito económico-laboral, muchos de los izebas han ayudado a los jóvenes en la búsqueda de un empleo, acompañándoles a repartir el currículum en empresas, realizando cartas de recomendación e incluso “poniéndose directamente en contacto con directores de empresas para recomendar al joven y pedir que le dieran una oportunidad. En muchas ocasiones, ese apoyo ha sido fundamental para obtener un empleo”, destaca la socióloga.

También les apoyan en la situación residencial, para que puedan acceder a un piso de emancipación o encontrar una habitación en alquiler. Y según la coordinadora del proyecto, ha habido casos que hasta les han acogido en sus casas por un periodo, normalmente corto, hasta que pudiesen buscar un lugar donde vivir. De no ser así, hubieran tenido que quedarse en la calle.

En relación al apoyo que les brindan sobre su situación jurídica es “sumamente significativa”, según la autora del estudio. “Muchos de los chicos están empadronados en las casas de sus respectivos izebas, ya que para poder renovar los permisos es necesario estar empadronado en algún domicilio. Incluso ha habido algún izeba que ha hecho al joven copartícipe de sus ingresos para que a la hora de renovar pudiera así demostrar que tenía los medios económicos suficientes, tal y como exige la legislación”.

En esta línea, Eppelde rememora un “caso peculiar”. “Uno de los chicos empezó a jugar en el equipo de futbol de veteranos en el que jugaban sus izebas y en el momento en el que supieron que estaba teniendo problemas para renovar la documentación decidieron hacerle un contrato como empleado del hogar. Cada uno de los miembros del equipo se responsabilizó de pagar 20 euros de la Seguridad Social”.

Este tipo de actuaciones sería a su vez un reflejo de cómo el proyecto Izeba “incide en la sensibilización del entorno y en definitiva de la sociedad, dándoles la oportunidad de conocer la situación de estos jóvenes más de cerca”.

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