Un faro moral a la inversa

Uno de mis mejores amigos, el periodista Miguel Angel Chica, me dio durante nuestra época universitaria uno de los consejos más útiles que he recibido nunca: “Cuando no tengas clara tu opinión sobre un asunto importante, piensa en lo que diría José María Aznar y haz lo contrario”. Desde entonces, el expresidente del Gobierno es para mí un faro moral… a la inversa. Esta máxima sigue plenamente vigente más de 20 años después de que dejara el cargo, aunque no sus sermones, con los que nos deleita puntualmente para indicarnos el camino que no hay que seguir.

Reconozco que esta guía de comportamiento digno, que he intentado que me acompañe a lo largo de mi vida, se podría aplicar desde hace demasiado tiempo al también expresidente Felipe González, pero cada uno tiene sus referentes y sus influencias y yo soy 'hijo' del “No a la guerra”, las inexistentes armas de destrucción masiva, la catástrofe medioambiental del Prestige, la indecencia del Yak-42 o el infausto atentado del 11M, que me tocó vivir muy de cerca en Madrid en aquellos turbulentos años universitarios en los que ganarme la vida como periodista era poco más que un sueño.

Más allá de la anécdota, por suerte, en Cantabria tenemos nuestros propios gurús, sin recurrir en este caso a la connotación más peyorativa del término. Desde hace cuatro décadas, casi cualquier macroproyecto, cualquier anuncio de obra faraónica o cualquier patada a seguir de nuestros gobernantes ha ido acompañada de un informe negativo, unas alegaciones demoledoras o una reclamación judicial exitosa por parte del colectivo ecologista ARCA. Es recomendable recurrir periódicamente a la hemeroteca para comprobar lo que dijeron y su grado de acierto. Asusta la lucidez y la capacidad de diagnóstico.

Es pronto todavía para evaluar el impacto a largo plazo de las obras del polígono de La Pasiega —aunque salta a la vista—, conocer los efectos que tendrán sobre nuestros montes los futuros parques eólicos o si veremos resuelto el problema de los derribos de viviendas construidas ilegalmente en Cantabria. Sin embargo, en un tiempo ridículamente corto podemos observar los verdaderos motivos de la reforma de la Ley del Suelo que impulsó el PP y cómo los peores augurios se están cumpliendo punto por punto.

Ahora ya sabemos de sobra que esta modificación puntual no tenía nada que ver con la idea de “ayudar” a que el hijo del ganadero tuviera una casa al lado de la de sus padres y se hiciera cargo del negocio familiar sin tener que irse del pueblo. Ese bucólico argumento no era más que una excusa, obviamente. Una vez más, esta reforma urbanística está diseñada a medida y beneficia a los de siempre, que se han lanzado como buitres a hacer negocio y a rentabilizar hasta el último metro cuadrado de suelo, sea urbanizable o no.

La burbuja inmobiliaria y el auge del turismo masivo ha hecho el resto y los más ilustres del lugar ya se apuntan a la moda de levantar su residencia de verano de 1.000 metros cuadrados, con vistas al mar y al campo de golf, además de sala de cine privada, porque la ley lo ampara y quiénes somos nosotros para levantar la voz o para oponernos al desarrollo económico por simples escrúpulos medioambientales. Y es que, volviendo al inicio de todo, bien podríamos actualizar a nuestros referentes y utilizar a partir de ahora al consejero Roberto Media (PP) como nuevo faro moral a la inversa en sustitución de José María Aznar. Seguro que él estaría orgulloso y seguiríamos acertando a la hora de tomar posición.