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La huelga de la Seat en 1971 que acabó con un trabajador muerto y marcó el ritmo sindical de España

Manifestación de trabajadores de la Seat durante la Transición

Jordi Sabaté

25 de noviembre de 2025 14:01 h

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El 18 de octubre de 1971 de madrugada, se iniciaba un nuevo turno en la fábrica Seat en la Zona Franca de Barcelona. Sin embargo, aquella jornada no iba a ser como tantas otras en la mayor factoría de coches de España y, además, tras ella las cosas nunca volverían a ser lo mismo en la empresa. Como cada inicio de turno, centenares de trabajadores, llegados en autobuses de otros barrios y poblaciones, se agolpaban a las puertas del recinto para acceder a sus puestos de trabajo.

Entre ellos, había camuflados siete trabajadores despedidos por ser enlaces sindicales que se colaron en la factoría para organizar un paro total de la actividad con el fin de forzar la readmisión de todos los trabajadores despedidos por motivos políticos o sindicales, además de conseguir mejoras en las condiciones laborales. No obstante, y a pesar de que cerca de 6000 trabajadores se unieron a la huelga, declarada cuando los sindicalistas consiguieron acceder al centro, el paro no fue total y el Gobierno Civil ordenó la entrada de la policía en la factoría para desarticular la huelga.

Se produjeron entonces largas horas de disturbios en los que “los grises”, como entonces se conocía a la policía, emplearon una violencia inusitada, provocando numerosos heridos y centenares de detenidos. La culminación de la violencia policial franquista llegó cuando los agentes mataron de varios disparos a un trabajador que ni siquiera era militante: Antonio Ruiz Villalba. Tenía en ese momento 33 años. 

Cuando la Seat estornudaba, España se constipaba

Finalmente, la huelga fue neutralizada y los sindicalistas detenidos. “Regresó la actividad a la Seat, pero ya nada fue lo mismo; hubo un antes y un después de aquello en el sentimiento obrero de la factoría y en general en toda España; la sensación de que no se volvía volver atrás en la lucha obrera”, relataba ayer Carles Vallejo durante la presentación del cómic La Seat: motor de la llibertat. Una lluita obrera a la Barcelona antifranquista, en la biblioteca Francesc Candel, en el barrio de la Zona Franca, donde se situó la primera empresa de la compañía automovilística.

Vallejo era entonces un joven sindicalista comunista que había sido detenido, torturado y encarcelado; actualmente presidente de la Asociación de Expresos Políticos del Franquismo. Aunque estuvo en el comité que planifico la acción, no fue uno de los hombres que se coló en la fábrica para evitar un segundo encarcelamiento que tuviera consecuencias más graves. Pero en la presentación de ayer quiso rememorar la gesta y, sobre todo, darle dimensión histórica a través del cómic, que ha sido financiado por el Ayuntamiento de Barcelona dentro de su serie Barcelona, memòria en vinyetes.

Cadena de montaje del Seat 600

“Aunque no en aquel momento, al final conseguimos la amnistía laboral, con la readmisión de totas las trabajadoras y trabajadores despedidos por motivos sindicales, políticos o de credo”, recordó Vallejo, que dijo creer que la lucha siempre mereció la pena. Citó como ejemplo la crisis provocada por la retirada de Fiat del consorcio automovilístico, ya en la Transición. “Suárez se planteó el cierre de la Seat, porque era mucho más barato que mantenerla abierta, pero el miedo a posibles movilizaciones tras el historial sindical de la factoría, hizo que optara por buscar nuevas inversiones para mantenerla abierta”, apostilló. “Eran los tiempos en que se decía que cuando la Seat estornudaba, España se resfriaba”, remachó finalmente para explicar la importancia de la factoría tanto a nivel económico como de conflictividad social.

Ciudad Seat, una colonia laboral vigilada por la policía

La Seat: motor de la llibertat. Una lluita obrera a la Barcelona antifranquista, es la cuarta entrega de la serie Barcelona, memòria en vinyetes, que tuvo una anterior dedicada a la cárcel modelo, Histories de la model, y contó con el guion del periodista Jordi de Miguel y las ilustraciones de Susanna Martín. Para este nuevo volumen, De Miguel repite como guionista, pero las ilustraciones corren a cargo de Cristina Bueno. “El encargo me llegó del ayuntamiento y reconozco que al principio no conocía el barrio de Zona franca, ya que provengo de Gràcia”, relata De Miguel en conversación telefónica con elDiario.es.

El periodista explica que a partir de entonces comenzó un trabajo de reconocimiento tanto de los protagonistas de aquella huelga como del barrio donde, además de la factoría, se ubicó la colonia laboral llamada Ciudad Seat, una colonia laboral con construcciones verticales y diferentes servicios que se ofrecía a los obreros y sus familias para facilitar tanto la vida de estos como para su control, ya que era la mayor concentración de trabajadores de España en aquel momento. “Teníamos economato, un cine, una escuela de padres Marianos y varios servicios más, pero nos faltaban otros como plazas para que jugaran los niños, asfaltado, etc.”, apuntaba ayer en la presentación del cómic Tomás Martínez, “Sito”, vecino nacido en Ciudad Seat y activista vecinal.

La planta de Seat en la Zona Franca

Mencionó, junto a estas “ventajas”, otros elementos no tan agradables como “una parroquia donde era obligado acudir los domingos, una comisaría y un destacamento de policía armada que vigilaba el barrio las 24 horas”. A este respecto, Vallejo apuntaba que “el régimen tenía pánico a las repercusiones de un posible conflicto en una fábrica con tal concentración de trabajadores”. Además, cita la presencia de numerosos operarios que eran en realidad espías de régimen dentro de la fábrica, siempre prestos a denunciar a los trabajadores disconformes o que sospechaban que podían pertenecer a algún sindicato ilegal, que eran todos menos el Vertical. “Si te despedían, lo perdías todo: vivienda, economato, la escuela de tus hijos, etc.”, cuenta Sito Martínez para ilustrar los riesgos que se corrían

Un guion con continuos viajes temporales

La citada presencia de espías, así como otros elementos represivos del momento, se mencionan en el cómic, que está estructurado como un viaje de ida y vuelta en el tiempo: desde el hoy de algunos de los testigos que quedan de la lucha de aquellos días, hasta el ayer que rememoran en las entrevistas con De Miguel y los encuentros con otros compañeros, que también se reflejan en el libro, donde el núcleo principal lo conforma la huelga, pero también la memoria de la misma. Adicionalmente, el guionista subraya que “hemos querido poner en valor la presencia de mujeres en la factoría, que no era mayoritaria, pero aun así existían y tenían sus demandas concretas y se las suele olvidar”.

Para la ilustradora Cristina Bueno, con experiencia en el abordaje de temas de impacto social como puedan ser los desahucios o los refugiados políticos, el guion de De Miguel, ya que ella entró en el proyecto una vez este estaba detallado, supuso un reto por sus continuos viajes temporales. “Me encontré con un pasado con tres narradores –los testigos y protagonistas del cómic– en primera persona que hablaban consecutivamente, y eso había que hacerlo entender mediante ilustraciones, de modo que quien lo leyera no tuviera que hacer grandes esfuerzos para ubicarse”, revela Bueno por teléfono.

Añade que lo solventó vinculando las viñetas de pasado y presente de un mismo personaje de modo consecutivo. También desvela que no está acostumbrada a acciones de tensión como las de esta historia –donde aparecen golpes, torturas e incluso un asesinato– pero que ha intentado solventarlo “sin caer en el morbo y la espectacularidad de la sangre”.

Hoy apenas quedan en el paisaje rastros de aquella colonia. “Algunos edificios se derruyeron por problemas de aluminosis y, por otro lado, están entrando nuevos habitantes del centro, porque es un barrio muy goloso para gentrificar, ya que está relativamente cerca del centro, pero conserva muchos parques y zonas verdes”, explica De Miguel. Entre signos de la memoria de aquellos años de plomo, el periodista destaca el paseo Ruiz Villalba, dedicado al trabajador asesinado por la policía durante la huelga. Relata el guionista del cómic que cada 18 de octubre “se realiza allí un homenaje para recordar a Antonio”. En la presentación de ayer estuvieron presentes sus dos sobrinas que, cogidas de la mano, recibieron un emotivo aplauso de los presentes.

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