San Nicolás del Puerto busca su futuro en las piedras del pasado
En 1979, en San Nicolás del Puerto, el segundo pueblo más pequeño de la provincia de Sevilla, las aceras eran de grandes planchas de piedra. La Transición trajo la modernidad y se actualizó su imagen: las piedras desaparecieron y se sustituyeron con baldosas de paseo marítimo. Rojas y blancas para contentar a los sevillistas en una zona del pueblo, y en la otra, verdes y blancas para los béticos. Su recién reelegido alcalde, Juan Carlos Navarro (PSOE), está intentando recuperar esas piedras de aceras y zócalos que se taparon. El patrimonio y la imagen son un reclamo turístico, el sector que hoy por hoy les puede abrir la puerta a nuevas oportunidades y que aún se les resiste. La agricultura y la ganadería siguen siendo su sustento.
Si las calles de San Nicolás se modernizaron también lo hicieron el alcantarillado, las carreteras; si no había infraestructuras municipales, ahora hay un polideportivo, las casas de la juventud y de cultura. A punto de que llegue la fibra óptica, lo que no se ha logrado resolver son los cortes de luz. Son tan habituales que a veces hay uno casi diario. Pero a eso ya están acostumbrados los maruchos, gentilicio de los vecinos y cuyo origen parece estar en la época de Al Andalus en el término “morucho”.
El último alcalde del franquismo, al que Navarro define como un “cacique bueno, porque haberlos también los hubo”, fue el que un año antes de que estrenara la democracia local inauguró la playa fluvial. Es su principal reclamo y la joya de la corona municipal. Los cuatro alcaldes que ha tenido el pueblo, todos ellos socialistas y con mayorías absolutas ininterrumpidas, han ido introduciendo mejoras: desde su progresiva ampliación hasta la sustitución del fondo de piedra y arena por cemento, los chiringuitos y la más polémica, la zona azul.
Un vecino que vive a pie de playa dice que es lo peor que se ha podido hacer en estos cuarenta años. No quiere dar su nombre, es mayor y en el pueblo se conocen todos. Navarro justifica la medida en que “el pueblo se satura de gente en verano, traen muchos su comida puesta de casa, con lo que no dejan apenas dinero, pero luego para nosotros sí que nos supone una carga porque hay que contratar socorristas, más policía y servicio de limpieza. Con lo que se cobra, se pueden sufragar esos gastos”. La playa también puede ser un lastre.
La llegada de la democracia trajo cosas buenas como tener médico 24 horas, pero décadas después ya sólo se dispone de uno de 8 a 3. A cambio, a 17 kilómetros está Constantina donde sí hay un hospital de alta resolución. El problema es que siguen casi sin conexión con transporte público con este municipio. Un autobús que sale a las 6.30 de la mañana pasa por Constantina y les lleva hasta Sevilla. El viaje de vuelta sale de Sevilla a las 17.00. Los fines de semana no hay.
Carmen Martínez, hija de Domingo Martínez, el segundo alcalde democrático, se queja. “Para ir al hospital tienes que pedirte el día de permiso en el trabajo”, afirma, pero salvo este detalle, cree que el pueblo ha mejorado mucho en servicios públicos desde su infancia. Y la mayor transformación es cultural y social: “Internet ha ayudado muchísimo, ya no hay tanta diferencia como antes con una ciudad, y luego ha cambiado mucho la mentalidad, ahora es mucho más abierta”, asegura, mientras menciona las dos ediciones del Festival Agrogay que ya se han celebrado. Este encuentro que se suma a otros festivales como el de cortometrajes y la Noche del Terror (lo que era en su origen una iniciativa contra la botellona lleva celebrándose ya 17 años y atrae a más de 10.000 personas el fin de semana que se convoca), ambos de iniciativa pública, o privada como el festival de música electrónica Huéznar Festival, que convierte a la localidad en junio en una torre de babbel hippy por unos días.
Pérdida de población y economía
San Nicolás del Puerto tiene una cifra redonda de habitantes. En el padrón, actualizado a principios de junio, se contabilizan 600 personas, pero hace 40 años rondaba los 900. El cierre de la mina, la falta de oportunidades y el envejecimiento han significado una pérdida de un 33% de la población. Aún así, es un pueblo que resiste y aunque de muchos balcones cuelga el cartel de “Se vende”, tiene vitalidad.
La trabajadora social del Ayuntamiento, Maribel Sañudo, lleva actualizando el padrón desde hace 20 años que llegó al pueblo desde Sevilla. Los carteles constatan una realidad demográfica que Maribel explica: “En los 80, muchas familias se fueron a Sevilla, Madrid o al cinturón industrial de Barcelona. Cuando se jubilaron, muchos de ellos regresaron, pero ahora las casas se vacían porque se vuelven a ir, bien a residencias bien con sus hijos que viven fuera. Los jóvenes también se marchan para buscarse un futuro mejor”.
Juan Carlos Rueda, el juez de paz, admite que es difícil corregir la situación. “El que se queda trabaja en el sector servicios, el campo (la agricultura es la producción de pasto y grano para alimentar la ganadería) o la construcción. No podemos hablar de empresarios porque en realidad lo que hay es autoempleo. El turismo es la salida, pero hacen falta más apuestas”, explica. Los fines de semana, en especial en verano, el pueblo está a rebosar, pero eso no da para aguantar los cinco días restantes. “Falta cultura empresarial e industrial”, analiza, pero apunta que uno de los obstáculos para el emprendimiento es el parque natural, que ha supuesto muchas restricciones para que se instalen nuevas iniciativas. Lamenta que en la producción ganadera y agrícola no haya ningún proyecto ecológico y dice que habría sido bueno que se hubiera encontrado una solución “como lo fue el cultivo de la fresa de Huelva, que dio empleo a media provincia”.
Programas específicos para pequeños pueblos
Rueda considera que gracias a programas como el antiguo PER, ahora PROFEA, o el plan Infoca se ha logrado asentar a la población con empleo estable y valora el papel de las diputaciones. A su juicio, han sido un instrumento clave en estos 40 años. En esto coincide con el alcalde: la escasa capacidad del Ayuntamiento y con alcaldes que nunca estuvieron liberados, no se podría haber avanzado si no hubiera sido por la Diputación de Sevilla. Navarro constata que muchos proyectos se quedarían en el tintero si no fuera por los balones de oxígeno de esta institución. Cree que todas las administraciones, estatal, autonómica y provincial deberían tener programas específicos para los pueblos de menos 1.000 habitantes (el corte suele estar en los 5.000 habitantes). Defiende que la diferencia es “brutal” en necesidades en esa horquilla de población y dice que es necesario atender a esa demanda para evitar que se cuelgue en el pueblo el cartel de cerrado, como sí ha sucedido en otros puntos de esa España vaciada.
En esta línea, Juan Jesús Vázquez, otro vecino y también trabajador municipal, tiene sus dudas sobre la idoneidad de otro de los reclamos turísticos: la vía verde. En 1981 quitaron el tren y se ideó esta solución que atrae a turismo responsable a la localidad, y aunque reconoce su impacto positivo, se cuestiona si la conexión ferroviaria con Sevilla no habría servido más para evitar el despoblamiento y para impulsar el pueblo. Un ejemplo de ello es Rosa Espínola, educadora, que al calor de esa vía verde y del parque natural, fue pionera a la hora de poner en marcha la primera casa rural. Ya ha decidido quitarla. Mucho trabajo y poco beneficio. “Es un negocio para sacar un dinero extra o simplemente para pagar la hipoteca, pero no da para sacar un sueldo y vivir de ello. También hay mucho turismo de un día y de bocadillo”, precisa.
¿Espacio para las pymes?
Pese al vaciamiento, también hubo quienes quisieron venir. Elena Yúfera, tras licenciarse en la Universidad de Sevilla en Bellas Artes y Filología, decidió instalarse con un proyecto bajo el brazo: el camping Batán de las Monjas. Tuvo una pequeña incursión en la política. A finales de 80 fue concejal por el PP, la única edil de la oposición, una situación que se ha venido repitiendo desde 1979, porque si algo no ha cambiado son las siglas socialistas en la alcaldía. A lo máximo que ha llegado el PP es a tener dos concejales, y la única vez que estuvo políticamente más activo el pueblo fue cuando hubo tres formaciones con representación: PSOE, PP y PSA.
Elena reconoce el valor que han tenido algunos programas para fijar la población, pero es muy crítica con la gestión de otros fondos. “Los Fondos Europeos de Desarrollo Regional (FEDER) fueron una golosina que dejaron mucho dinero pero no se repartieron bien. La prueba está en que se fueron a grandes proyectos que ahora no existen y no se apostó de verdad por generar tejido empresarial, impulsando a la pequeña y mediana empresa”, apostilla.
“No lo cambiaría por nada”
Una recién llegada a San Nicolás es Silvia Fernández. Venía de pequeña en verano, luego dejó de hacerlo, y de adulta empezó de nuevo a frecuentarlo. Tanto que ha dejado su Alcalá de Guadaira natal y se ha traído también a su pareja. En San Nicolás ha nacido su hija y gracias a ella se va a garantizar la continuidad del colegio, porque sólo hay tres niños que el año que viene van a entrar en Infantil. Silvia es enfermera y va y viene al Hospital Macarena de Sevilla, mientras pone en pie con su pareja un alojamiento rural en un antiguo molino de pan. “A las distancias una se acostumbra, la calidad de vida que se tiene aquí es incomparable”, afirma, y mientras dice que “esto no lo cambiaría por nada del mundo”, su suegra, Cecilia Palma, que cada semana se desplaza de Alcalá para ver a su nieta, lo corrobora: “también se ha enamorado y es feliz” en San Nicolás.
Con más servicios, con menos población y con las miras puestas en el turismo como apuesta de futuro, lo que no ha cambiado en San Nicolás en cuatro décadas es la estrecha relación de sus vecinos. Su ayuntamiento, una auténtica administración online, tiene una lista de distribución de whatsapp para informar a sus vecinos de cualquier circunstancia, pero como ironiza su alcalde, “puedes tener Twitter o lista de distribución, pero tú lo sueltas en las tiendas del pueblo y en los bares, y no te preocupes que se entera todo el mundo en tiempo y forma”.