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La Gira Histórica: la fiesta de Camarón, Silvio y Rockberto al servicio de la autonomía

Néstor Cenizo

El cartel para los conciertos por la autonomía merece recitarse de carrerilla, como una alineación de época: Alameda, Silvio y Luzbel, Tabletom, María Jiménez, Pata Negra y Camarón de la Isla, Kiko Veneno entre bambalinas, y Carlos Cano y Manuel Gerena de cuota política, pidieron el 'sí' en ocho conciertos. Cuenta Rafael Escuredo que durante un concierto Alberti le preguntó: “¿Tú ves necesaria, Rafael, esta escandalera?”. Escuredo, presidente de la Junta de Andalucía, replicó a su tocayo con otra pregunta: “¿Tú no ves lo contenta que está la gente, hombre?”. Y Alberti se reía. Escuredo estaba embarcado en la campaña por el sí en el referéndum sobre la vía de acceso a la autonomía y había elegido la música para hacer campaña. La escandalera que el político prefería no ver era el despiporre de aquel elenco de músicos libres e ingobernables.

En una canción improvisada, Kiko Veneno llamó aquello “la gira histórica”, un intento cristalino de poner el arte de los músicos y su poder de influencia al servicio de una causa política: que Andalucía accediera a la autonomía por la vía preferente del artículo 151 de la Constitución. Nada que no se haya hecho otras veces, con un matiz: aquella reunión acumuló un fabuloso caudal de talento andaluz en su pico de creatividad. Del rock sureño de Alameda a la irreverencia canalla de Silvio, pasando por la rumba explosiva y picante de María Jiménez. Y la guinda, Camarón, que venía de hacer algo que cambió la historia: La Leyenda del Tiempo.

“El mitin no era un sitio de encuentro donde llorar las penas”

Ricardo Pachón, sin apenas tiempo, tiró de los artistas con los que trabajaba entonces, y el Partido Andalucista impuso la presencia de Gerena y Carlos Cano, los únicos con verdadera conciencia política de estar al servicio de una causa, según el productor. Todos tenían algo en común: eran rompedores, vanguardistas e inconformistas con el tópico de la Andalucía adocenada. Músicos con “tirón y significado”, dice hoy Enrique García, Director General de Medios de Comunicación entonces e integrante de lo que Escuredo llamaba su “comando autónomo”: “Si tú eres un admirador de Camarón y Camarón hace una campaña en favor de la abolición de la pena de muerte, serás más sensible al mensaje. Se buscaba esto”.

Se trataba de optimizar los escasos recursos económicos para la campaña por el sí, de la que se había desmarcado UCD. Frente al dramatismo del primer golpe de efecto, la huelga de efecto de Escuredo, la Gira Histórica transmitía un mensaje optimista y rompedor y canalizaba una rebelión que debían traer las nuevas generaciones. Funcionó. Ricardo Pachón, el director artístico de la gira, recuerda que las primeras diez filas se llenaban de público gitano.

La gira recorrió en los 15 días previos al 28 de febrero de 1980 las ocho capitales. Decenas de miles de personas se reunían para algo que era una fiesta y algo más. “El mitin no era un sitio de encuentro donde llorar las penas. No. Aquello era una fiesta (…) donde también intervenía el presidente y pedía el voto para el estatuto de autonomía”, recuerda Francisco Díaz Velázquez en La Gira Andaluza, un documental dirigido por Gervasio Iglesias donde Escuredo relata la anécdota de Alberti. “Era el compromiso con una idea de futuro”, dice Enrique García.

El público acudía con bandera y pegatina a hacer la fiesta, y entre dos actuaciones, pongamos entre Camarón y María Jiménez (“nuestra Marilyn entonces; los catetos venían a verle el culo”, cuenta Pachón), aparecía Carlos Cano con su dignidad y una guitarra, y cantaba La Verdiblanca, antes de presentar a Escuredo. Entonces este improvisaba un discurso que se cerraba con el himno de Andalucía, luces apagadas y mecheros al aire.

“Tú imagina a Raimundo con veinte mil duros; rápidamente desparecieron por Córdoba”

Otra cosa eran los músicos. Para algunos fue sobre todo una fiesta pagada por la Junta de Andalucía. En el documental, Pedro Ramírez, de Tabletom, dice que ni siquiera era consciente del contenido político y María Jiménez recuerda así el momento en que la llamaron: “Yo tenía para descansar el mes de febrero y me negué, y me dijeron ”No, no, tú te vienes a la gira, tú eres lo único que no apesta a franquismo en este país, según Felipe González“. Y fue. Muchos no habían cobrado en su vida lo que cobraron entonces. ”Pagaban en crudo. Tú imagina a Raimundo con veinte mil duros; rápidamente desparecieron por Córdoba“, comenta Pachón. Casi todos apostaban por la psicodelia y la experimentación, y por allí circularon el LSD y hasta la mezcalina.

Kiko Veneno, sin banda entonces, se incorporó a la gira como regidor para “controlar”, dice en el documental, y semejante reunión de talento y sustancias dio lugar a un buen puñado de anécdotas. En Almería encontró Raimundo Amador a su célebre guitarra Gerundina, bautizada con aguardiente por Tomatito, Camarón y el propio Raimundo, que pedía a sus compañeros que le dejaran tocarla, que para algo era suya.

En Cádiz Silvio agarró al vuelo una litrona que alguien del público lanzó, y como si fuera el mejor regalo que alguien pudiera hacerle, bebió. Y también fue Silvio, en una nave de Almería, quien se marcó un baile del himno bien agarrado a Escuredo, haciendo el signo de la victoria. Los guardaespaldas no sabían qué hacer. “Es que el hijo puta me pegaba en la escuela francesa y le he dicho: ”A ver si me pegas ahora, hijo puta“”, le explicó luego a Ricardo Pachón. “En clave artística aquello fue un referente en mi vida. Reunir a esa gente... Nunca olvidaré esas conversaciones entre Silvio y Rockberto”, recuerda hoy Pachón.

Aquella historia terminó un 28 de febrero, cuando los andaluces respondieron a la siguiente pregunta: “¿Da usted su acuerdo a la ratificación de la iniciativa prevista en el artículo ciento cincuenta y uno de la Constitución a efectos de su tramitación por el procedimiento establecido en dicho artículo?”. “Al pueblo andaluz en aquel momento, y posiblemente hoy también, no se le puede hacer una pregunta así”, dice Manuel Díaz Luzbel, lo mismo que Escuredo formula, también en el documental, con otras palabras: “La pregunta había que leérsela cuatro veces y aun así te quedaban dudas”. La respuesta fue sí en siete provincias, y cuando no lo fue (en Almería no se superó el 50% de votos a favor –apenas llegó al 42%- por la altísima abstención) se articuló una reforma exprés y a posteriori de las condiciones para el sí.

Pachón cree que la gira no cambió el resultado, ya decantado hacia el sí. Al fin y al cabo, aquello era solo un puñado de músicos excepcionales que se había juntado para hacer una gran fiesta y una gira que, lo dijo Kiko Veneno, era histórica.

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