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Rafael Alberti: veinte años del poeta que no iba a morirse nunca

Rafael Alberti /Foto: Fundación R.A.

Juan José Téllez

“Yo, que no me pienso morir nunca...”, decía de tarde en tarde Rafael Alberti, hasta que se murió, por más que su memoria siga viva, aunque no abunden de un tiempo a esta parte libros en torno a su figura. Un acto convocado por el Partido Comunista de España y la Cooperativa Atrapasueños concentra este lunes la conmemoración del vigésimo aniversario de la muerte de Rafael Alberti (El Puerto de Santa María, Cádiz, 16 de diciembre de 1902-28 de octubre de 1999). La voz de Lucía Socam rinde homenaje al poeta, con una canción propia, pocos meses después de que el cantautor Fernando Polavieja publicase todo un disco en torno al libro La amante.

Como actos conmemorativos de estas dos décadas sin Rafael, quedarán un par de documentales en fase de producción, o la exposición ExiliArte, que reúne numerosas obras y versos en homenaje a Rafael Alberti, a partir del homenaje que se le tributó a 8 de junio de 1966, en la Salle de la Maison de la Mutualité de París, y que ha podido verse en Cádiz y en El Puerto de Santa María, para viajar en los próximos meses al Instituto Cervantes de la capital francesa: “La primera lección que aprendí junto a Rafael Alberti fue el malestar ante cualquier forma de sectarismo poético”, afirma el escritor Luis García Montero, actual director del Instituto Cervantes, que disfrutó estrechamente de la amistad del poeta durante la década de los 80.

“Mi corazón sigue siendo comunista”, solía decir el poeta portuense que, ante la perplejidad de su amigo Luis García Montero, le confesó que no llegó a abjurar de José Stalin porque, aunque consciente de sus crímenes, Alberti siempre recordaba que junto a su esposa María Teresa León participó en una reunión con él, en Moscú: duró más de dos horas y, a su juicio, había sido el único jefe de estado que, en aquel momento, le prestó alguna ayuda a la Segunda República Española durante la guerra civil. Así lo recuerda García Montero, durante una conferencia pronunciada semanas atrás en el marco de la exposición ExiliArte.

“Algunas veces le pregunté por qué no escribía al menos un poema contra el estalinismo, como había hecho Pablo Neruda. Yo pensaba que era un deber de militancia y una denuncia ética de la crueldad. Pero él me contestaba que no teníamos la misma experiencia histórica, que su relación con el comunismo venía desde los años de la República y de la guerra, que Stalin había apoyado a la España legítima, mientras las democracias europeas la dejaban abandonada, que durante el exilio había vivido en Buenos Aires, alejado de la burocracia del Partido y, en Roma, cercano al comunismo democrático del PCI; que en España ser comunista no había significado ocupar ningún poder, sino sufrir persecución, cárcel, torturas y exilio o muerte, que el Partido hacía tiempo que había denunciado la invasión soviética de Hungría y Checoslovaquia, que comprendía que mi obligación era criticar al estalinismo, que su historia era otra, y no defendía nada, pero tampoco traicionaba sus recuerdos para no crear confusiones, porque su sueño había sido limpio, propio de una época, y una declaración suya contra Stalin podía convenirle mucho a su imagen, pero también podía crear malentendidos, recibirse como una declaración anticomunista, el final de toda una memoria y un tiempo”.

Una Fundación a extinguir

En cualquier caso, aquí y ahora, la luctuosa efeméride apenas reviste trascendencia oficial, quizá porque la Fundación que lleva su nombre en El Puerto de Santa María afronta desde hace varios años un proceso de disolución a la búsqueda de una nueva figura administrativa que mantenga el legado en la Casa Museo de la calle Santo Domingo.

A sus íntimos, María Asunción Mateo les ha precisado que la muerte de Rafael Alberti, víctima de un paro cardiorrespiratorio, se produjo poco antes de la medianoche del 27 de octubre, quizá para ser fiel a la icónica fecha del 27 que dio nombre a su generación literaria. Ella se encuentra a punto de participar en el Congreso que rendirá tributo en Roma a Pier Paolo Pasolini, que fue buen amigo de Alberti y de María Teresa León durante su exilio italiano. Mateo ha firmado diversas aproximaciones a quien fuera su marido y, con motivo de la celebración de su centenario en 2002, una nueva antología de verso y prosa bajo el título de Con la luz primera.  Junto con Alberti, ella creó en su día la sociedad El Alba del Alhelí S.L., para preservar los derechos del poeta, aunque no falta quien denuncie el excesivo celo a la hora de autorizar o no determinadas ediciones.

Cuando María Asunción Mateo conoció a Alberti, ella tenía 38 años de edad y él 79. Casi cuatro décadas les separaban pero permanecieron juntos durante más de quince años, tras haberse conocido en Baeza, en 1983, durante un homenaje a Antonio Machado. Ahora, la viuda mantiene el usufructo vitalicio de la casa que el Ayuntamiento de El Puerto de Santa María cedió al poeta cuando trasladó hasta dicha localidad la fundación que había creado en 1989 en Cádiz, bajo el paraguas de la Diputación provincial. Durante diecisiete años dirigió la Fundación que lleva el nombre de su marido pero dejó dicha responsabilidad en 2010, alegando “motivos personales”. Sus hijos, Marta y David Borcha, siguen siendo patronos de la misma pero el nuevo Ayuntamiento salido de las urnas municipales durante el pasado mes de mayo deberá ahora dilucidar el futuro de dicho organismo, quizá bajo la figura de un museo con los bienes gestionados por el propio Consistorio.

Aunque veinte años atrás, los restos de Alberti fueron incinerados en el cementerio mancomunado de Chiclana de la Frontera, sus cenizas fueron esparcidas luego por la Bahía de Cádiz, a la que tanto amó desde la primera arboleda perdida y sus días de mal alumno con los jesuitas de El Puerto, el mismo colegio donde habían estudiado Juan Ramón Jiménez o Pedro Muñoz Seca. A Alberti, pronto le aguardaría el Madrid de la generación del 27 y de la República, o el exilio repartido entre Francia, Argentina e Italia. En 1977, regresó a España para concurrir a las primeras elecciones democráticas, al frente de la candidatura del PCE por la provincia de Cádiz. En 1983, obtuvo el Premio Cervantes.

Herencias y pleitos

A partir de su muerte, vino un primer intento de pleito por parte de la hija del poeta, Aitana Alberti, que finalmente fue desaconsejada por sus asesores para que siguiera adelante con la demanda. Hace dos años, a través de un bufete de Zaragoza y otro de Madrid, reemprendió esta reclamación legal. Su primer objetivo es, de nuevo, que se determine la validez o no del último testamento firmado por Alberti, bajo cualidades mentales que no se habían cuestionado legalmente en ningún momento. Otra de sus exigencias es que se obtenga el inventario de los bienes de Alberti que la Diputación de Cádiz entregó en 1991 al Ayuntamiento de El Puerto de Santa María para dar contenido a las estancias de la casa museo. Lo que pretenden es cotejar aquellas piezas con las que actualmente se conservan en el viejo edificio portuense o entre las que figuraban en la herencia.

En esas últimas voluntades, para Aitana y sus hijas sólo se reservaron un par de cuadros -un original de Miró, otro de Robert Motherwell-, manuscritos, cartas, un dibujo de García Lorca, grabados de Picasso y Neruda, así como 33 cuadros de Alberti, más los derechos de autor del poemario El amor y Los Ángeles y el manuscrito original de El cuaderno de Rute: “En la herencia figuraban dos dibujos de Lorca, que yo les regalé a mis padres porque se habían ido al exilio sin ningún recuerdo de su buen amigo”, confesaba Aitana por aquel entonces, a partir del último testamento firmado por el poeta y que quedó registrado el 10 de diciembre de 1996 ante el notario Andrés Tallafigo Vidal; un documento de ocho páginas que ahora vuelve a ponerse en solfa. Por no hablar de Amor en vilo, el último libro inédito de Rafael Alberti, que supuestamente mantiene en su poder su destinataria, Beatriz Amposta, que aún mantiene la casa del poeta en Via Garibaldi, en Roma, y que ha permitido que se publiquen algunos de los trescientos textos que componen dicha obra.

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