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Edificios de cristal abandonados

Romareda, Auditorio, restaurante acristalado cerrado.

Mariano Gistaín

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La velocidad de los cambios a veces se detiene y sitios donde celebramos cosas o admiramos los últimos modelos de automóviles se quedan estancados en el tiempo y en el espacio. Y nadie los ve, pasamos al lado, se llenan de pintadas --alguien los pinta--, de carteles con anuncios, nuevas vidas se poderan de las fachadas.

Locales de cristal, chiringuitos de diseño erigidos en fastos ya olvidados, edificios de caprichos públicos inservibles (por la Expo hay algunos). La vida velocísima se desliza en torno a los locales, los huecos, las nadas urbanas y rurales. Todo se aprovecha un poco, hasta el reproche es una forma de reciclar y reutilizar lo que ya fue abandonado: ¡Qué desidia!

Este local en la explanada o gran plaza delante o detrás de la Romareda y el Auditorio fue un flamante restaurante lleno de alegría y jolgorio, cenas a la salida de conciertos, vida en un espacio nuevo, con láminas de agua...

A la entrada o salida de Huesca desde Barbastro hay un polígono con espacios acristalados donde hubo concesionarios de coches. Rutilantes modelos impolutos, rótulos vibrantes, logos de ensueño. 

La velocidad de los tiempos derriba edificios --la Universidad Laboral de Zaragoza-- y enseguida se anuncia la llegada de Zara, naves hasta el horizonte, vitalidad, renovación... Pero a veces quedan enquistados espacios que solo sirven para poetas y vagabundos. Los de la Plaza Roma, las tortuosas calles medievales okupadas, los bajos que se alquilan como viviendas... Todo sirve para algo, todo se reaprovecha. Estas cristaleras pintarrajeadas de lo que fue un restaurante delante del Auditorio son ya un museo de la ciudad en marcha, que es también la ciudad atascada. Igual que las marquesinas oxidadas a la entrada de los pueblos por los que ya no pasa el coche de línea... ni la línea.

Este espacio desacralizado (los restaurantes son sagrados mientras funcionan) junto al Auditorio, el altozano de los concesionarios desaparecidos de Huesca y tantos otros no lugares o exlugares son museos arqueológicos en marcha, pues todo evoluciona, nada permanece. Las cristaleras pintarrajeadas equivalen a la transparencia, una aspiración que se va opacando si no se cuida.

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