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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Tomemos partido…

Día de Europa en Zaragoza

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La formación crítica de la ciudadanía -y esto debe ser general en todos los países- no es algo de lo que podamos estar orgullosos. Los distintos niveles de enseñanza están más dedicados a transmitir información que a enseñarnos a pensar; más preocupados por construir eslabones de la cadena productiva que por formar a personas capaces de analizar los problemas -y participar en las soluciones- que se generan en unas sociedades cada día más complejas. 

Tampoco los medios de comunicación, las tertulias o los debates políticos, nos ayudan. Por intereses, por falta de tiempo o por desidia abundan los lugares comunes y la falta de rigor, cuando no la demagogia, los insultos, las medias verdades, o las mentiras directamente, con el fin de aumentar el número de fieles seguidores. El caso de Santiago Abascal insultando al presidente Sánchez y diciendo que nos oculta información sobre las causas del apagón es paradigmático. Ahora que demuestre Sánchez que es inocente.

La complejidad de los problemas, la falta de formación e información fidedigna y el creciente individualismo -letal para las sociedades democráticas- hace que nos refugiemos en lo que creemos que hemos entendido, en lo más próximo, en la tribu en la que nos consideramos seguros. 

En este contexto, en la ciudadanía prevalece la idea -potenciada por ciertos partidos políticos, como Vox y sus aliados- de que Europa es una cosa lejana, que los dirigentes europeos son una casta que solo mira por sus intereses y que estaríamos mejor sin la UE. La Unión es manifiestamente mejorable, pero quienes pretenden su desaparición se olvidan de los beneficios que ha aportado: fondos de cohesión, moneda única, protección de derechos ante posibles arbitrariedades de algunos países, ayudas a raíz de la COVID…Y no tienen una alternativa mejor.

Además, si reflexionamos sobre lo qué ocurre a nuestro alrededor, vemos que el refugiarnos en lo más próximo no nos garantiza nuestro futuro. Tras la invasión rusa, Ucrania mantendrá la mayor parte de su territorio gracias a la ayuda recibida por los países europeos y por EE.UU., pero tendrá que ceder una parte porque la ayuda no ha sido la suficiente.  Otro caso es el del pueblo saharaui, que perderá todo su territorio y pasará a formar parte -a pesar de las resoluciones de la ONU- del reino de Marruecos. Y el ejemplo más sangrante: el genocidio palestino, por voluntad de los Gobiernos de Israel y EE.UU., y ante la pasividad del resto del mundo.

No, el refugiarnos en la tribu -ya sea ésta un grupo de colegas o tu nación- no nos salvará, no garantiza el futuro. Para garantizarlo es necesario formar parte de una estructura suficientemente fuerte como para disuadir a posibles adversarios y resistir las agresiones que se puedan producir. Y para esto, por proximidad, por historia, cultura y valores, tenemos la Unión Europea que, además, y a pesar de sus limitaciones, es la vanguardia mundial en democracia, derechos y protección social.

Pero si el proyecto de la UE siempre ha sido cuestionado por quienes tienen otros intereses económicos, políticos o ideológicos, la agresividad de Trump contra Europa -tanto de forma directa mediante aranceles y sus acuerdos con Putin como a través de su apoyo a la extrema derecha antieuropea- es un factor nuevo que incrementa considerablemente el riesgo.

El proyecto europeo está en peligro y para defenderlo es necesaria nuestra movilización. Es necesario que quede claro para sus enemigos -también los internos- que no vamos a permitir ningún retroceso en el desarrollo de los objetivos y valores aprobados en el Tratado de Lisboa y que vamos a empujar a la Comisión Europea y el resto de instituciones para que se hagan las modificaciones necesarias que permitan a la UE ser un actor independiente y decisivo en el escenario geopolítico internacional.  

Queremos más Europa, una Europa que promueva el multilateralismo y un orden internacional basado en reglas y en el respeto a la justicia y a los derechos humanos; que defienda a las personas y su diversidad frente a todo tipo de intolerancias y violencias. 

Como dice Unai Sordo, secretario general de CC.OO., “Tomemos partido… por Europa”

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