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Los expertos en Salud Pública José Martínez Olmos, Daniel López-Acuña y Alberto Infante Campos analizan las medidas clave para hacer frente a la pandemia de coronavirus.

Para atraer al turismo hay que proteger la salud asegurando incidencias bajas y coberturas vacunales altas

Viales de la vacuna contra el coronavirus de AstraZeneca.
23 de mayo de 2021 22:03 h

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Tras dos semanas sin estado de alarma y con una evolución cada vez más positiva de la aplicación del programa de vacunación en España, nos encontramos con un avance satisfactorio en la protección inmunitaria de los grupos más vulnerables.

Así cabe señalar, por ejemplo, que la práctica totalidad (93%) de las personas institucionalizadas tienen la pauta vacunal completa, que el 99% de los mayores de 80 años tienen también la pauta completa, al igual que el 77% del grupo de 70-79 años. Y ello, sin dejar de hacer referencia a la buena marcha del proceso en las edades de 60 a 69 años, aunque en este caso queda aún camino por recorrer para alcanzar una plena cobertura, ya que solamente el 9% ha recibido la pauta completa.

La incidencia de la enfermedad y los datos de mortalidad muestran signos esperanzadores sin que deje de ser imprescindible mantener aún la guardia bien alta, especialmente a medida que se va intensificando la desescalada y se van relajando las medidas restrictivas tras haber terminado el estado de alarma, ya que el virus sigue circulando y generando transmisión comunitaria en buena parte del territorio nacional.

En las últimas semanas se viene apreciando un descenso paulatino de la incidencia global acumulada durante los últimos 14 días, aunque algunas comunidades (Madrid o País Vasco) y la ciudad autónoma de Melilla están aún por encima de 200 casos por 100.000 habitantes, siendo la media en España 135,77, una cifra aún elevada y muy lejana de la meta originalmente trazada de 25 casos por 100.000 habitantes.

En este sentido conviene recordar el apunte que hizo la ministra de Sanidad el pasado jueves al señalar una cierta ralentización de la caída de la incidencia en los grupos etarios más jóvenes. Al mismo tiempo, cabe destacar las buenas cifras de la Comunidad Valenciana, que con 29 casos por 100.000 habitantes durante los últimos 14 días nos ofrece un ejemplo de control de la transmisión que merece ser tenido en cuenta.

Por tanto, afrontamos el objetivo de conseguir un segundo semestre más seguro, con bajas incidencias y altos niveles de protección inmunitaria por la paulatina extensión del programa de vacunación; parece por fin posible avanzar en la recuperación económica en la que la actividad turística tiene una gran importancia aunque, para ello, debemos recordar que el mejor reclamo posible para el turismo son las incidencias bajas y las coberturas inmunitarias altas. La combinación de ambas variables es el requisito para evitar eventuales repuntes que perjudiquen la percepción externa de España como destino turístico seguro.

Hay que ser claros. Solamente con la vacunación no lograremos disminuir la transmisión con la suficiente velocidad y contundencia para ello. Por eso se hace imprescindible una estrategia activa de control de la incidencia que asegure el adecuado mantenimiento de las medidas no farmacológicas (mascarilla, distancia de seguridad, evitar aglomeraciones, ventilar, limitar las interacciones sociales y otras más).

Especial atención debe ponerse en estos momentos al refuerzo de la vigilancia epidemiológica, la detección precoz de casos, el rastreo de contactos, las cuarentenas, la realización de pruebas diagnósticas en mucha mayor medida y el aislamiento de los positivos sintomáticos y asintomáticos. En varias comunidades autónomas el índice de positividad sigue siendo superior a 5 y, en términos generales, estamos haciendo muchas menos pruebas diagnósticas que meses atrás.

No obstante, sigue siendo necesario mantener la capacidad de detectar personas que son asintomáticas positivas, incluso estando vacunadas con una dosis o con la pauta completa. Estamos ante una encrucijada que requiere una estrecha vigilancia y secuenciación del virus para vigilar la penetración de nuevas variantes que puedan romper el equilibrio que con tanto trabajo se está alcanzando en la dinámica de la epidemia. Son nuestras mejores armas para tener a raya la transmisión y abatir la incidencia mientras seguimos vacunando sin parar.

Por todo lo anterior, no debe caerse en la tentación de simplificar las cosas y pensar que, con tal de alentar la reanudación de los flujos turísticos, podemos hacer caso omiso de las precauciones necesarias para garantizar una seguridad sanitaria estable tanto a los habitantes como a los visitantes de suelo español en los próximos meses. Las personas vacunadas pueden ser infectadas y, aunque no desarrollen enfermedad severa o sean asintomáticas, pueden ser contagiosas, por lo que estar vacunado no es garantía plena de que no se es portador de la enfermedad.

En ese sentido, no deberíamos caer en una especie de espejismo informático que genere falsas seguridades sanitarias, como parece ser el caso del “certificado digital COVID europeo”, apresurado por la Comisión Europea para propiciar cuanto antes la libre circulación de personas en el espacio Schengen.

En primer lugar, la decisión de poner en funcionamiento el llamado “certificado digital COVID europeo” para favorecer la movilidad de los ciudadanos e impulsar el turismo requiere superar una serie de retos tecnológicos y organizativos para que pueda considerarse como un instrumento válido para favorecer la movilidad entre países, al tiempo que contribuye a la seguridad sanitaria del conjunto de la población.

No basta con volcar en él información sobre el estatus vacunal, la negatividad de la prueba PCR o la presencia serológica de anticuerpos para que el certificado funcione como un salvoconducto sanitario. Además de ello, será imprescindible asegurar la lectura interoperable de la información en el ámbito de la Unión Europea, la confidencialidad de la información y la seguridad para evitar fraudes y falsificaciones, asuntos que hay que resolver con todas las garantías que se requieren.

¿Cómo se establecerán las interfases con los sistemas de información sanitarios de cada país? ¿Se tratará de igual manera la información proveniente de sistemas sanitarios públicos y la que se origina en la práctica privada? ¿Cómo se validará la información y se dará fe de que es confiable?

Estos asuntos se tienen que resolver de manera satisfactoria en las pruebas piloto que se están realizando antes de su puesta en marcha a nivel europeo el próximo 1 de julio. No debe cantarse victoria prematuramente. Aún faltan cuestiones por resolver.

En segundo lugar, es muy importante que la gestión del pasaporte no suponga motivos de discriminación e inequidades para aquellas personas que no están vacunadas por no formar parte de los grupos prioritarios definidos por cada Gobierno o por alguna contraindicación médica. También debe evitarse que las dificultades de acceso a pruebas diagnósticas por razones de su coste discriminen a grupos poblacionales con menos recursos. Los recursos económicos anunciados para favorecer PCR a “coste razonable” deberían ser los suficientes para este objetivo, pero aún no está claro que lo sean. La equidad y el respeto a los derechos de los ciudadanos europeos debe estar muy presente en esta iniciativa para ser coherente con los valores y principios de la UE.

En tercer lugar, habrá que estar atentos a la posibilidad de que, de manera no coordinada, alguno o algunos de los Estados miembro decidan imponer a los viajeros inmunizados unas restricciones adicionales, como nuevas PCR o cuarentenas obligatorias, si lo consideraran necesario por razones de salud pública. A nadie escapa que uno de los mayores fracasos de la Unión Europea en las acciones de control de la pandemia ha sido la diversidad de medidas adoptadas para el control de fronteras, la circulación de personas, las restricciones impuestas a viajeros y el establecimiento de cuarentenas.

No ha existido la capacidad de tener siempre un marco unificado de política y una serie de medidas comunes y esto no lo resolverá un instrumento digital que lo único que hace es reunir en una sola plataforma diversos tipos de información sobre la vacunación, la situación inmunitaria y la presencia del virus en vías respiratorias. El pasaporte, en sí mismo, no establece un marco de coherencia sanitaria europea en materia de circulación de personas y no debemos crearnos esa falsa ilusión.

Por último, si tal como ha sido anunciado, España apuesta por abrir sus fronteras a partir del 7 de junio a todos aquellos ciudadanos de países con los que ahora no hay libertad plena de movimiento por su elevada incidencia de coronavirus, siempre que cuenten con un certificado de haber recibido la pauta completa de una vacuna autorizada por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) o de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y sin una prueba PCR negativa, correremos el riesgo de que puedan introducirse repuntes originados por la importación de casos asintomáticos.

Sin perjuicio de volver a recordar que estar vacunada no significa que la persona no pueda infectar y contagiar, la anterior es una razón adicional para reforzar nuestros mecanismos de control en fronteras y la labor de los servicios de salud exterior y de los departamentos de salud pública tanto del Ministerio de Sanidad como de las comunidades y ciudades autónomas.

Especial importancia tiene, en este contexto, la monitorización eficaz de la evolución de las distintas variantes circulantes. Eso significa aumentar la capacidad de secuenciación genética, todavía muy baja entre nosotros. Y, sobre todo, reforzar la capacidad de los equipos de seguimiento, rastreo y aislamiento de contactos.

No se trata de especulaciones teóricas. Ayer mismo, Alemania anunció que impondrá una cuarentena obligatoria a los viajeros procedentes del Reino Unido debido al reciente y significativo incremento de casos debidos a la variante india en aquel país. Y en la ciudad francesa de Burdeos acaba de detectarse una nueva variante más contagiosa que ha obligado a acelerar los planes de vacunación en la zona.

Insistimos que no hay que confiarse en que la vacunación protege de manera definitiva de los contagios, por lo que no podemos olvidar que hay que mantener las medidas de control de la transmisión del virus y de diseminación de la infección en los niveles de intensidad adecuados.

Nos jugamos mucho y hay que evitar dar pasos atrás, perder parte del camino recorrido tras los enormes esfuerzos realizados hasta ahora. Y, sobre todo, mantener, con las garantías necesarias de seguridad sanitaria, la competitividad y el atractivo de España para el turismo en un contexto de enorme competencia internacional.

Recuperar paulatinamente la normalidad y ganar el desafío del segundo semestre mediante la combinación de baja incidencia, alto nivel de protección inmunitaria y una satisfactoria recuperación económica impulsada por una buena temporada turística requieren seguir considerando que la pandemia aún está lejos de ser superada. Es decir, seguir aplicando las medidas de contención de la transmisión de manera seria, anticipatoria y ajustada a la realidad epidemiológica, junto al mayor impulso posible en la aplicación efectiva del plan de vacunación.

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