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El cántabru, la lengua “desprestigiada” que aspira a la cooficialidad: “Ni es una deformación del castellano ni es de paletos”

Una clase de cántabru.

Blanca Sáinz

1 de noviembre de 2021 21:59 h

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Existe un fenómeno lingüístico que se llama diglosia que explica que, cuando conviven dos lenguas en un mismo territorio y una está mal vista y la otra tiene estatus oficial, los habitantes terminan hablando de una manera en el ámbito privado y de otra en el ámbito público. Eso es lo que lleva siglos ocurriendo en Cantabria con el cántabru, antes conocido como montañés, una lengua romance fruto de la evolución endógena del latín que muchos cántabros utilizan en su día a día pero de la que, habitualmente, ni siquiera son conscientes hasta que no cruzan la frontera autonómica y se dan cuenta del vocabulario propio que poseen.

Diegu San Gabriel es profesor de Historia, maestro de cántabru en Alcuentru (la Asociación para la Defensa y Promoción del Cántabru) y un verdadero apasionado de estudiar las raíces que lo unen a su tierra. “El cántabru no es una deformación del castellano ni es de paletos, es nuestra aportación lingüística al patrimonio mundial y, de hecho, desde hace varios años aparece en el Atlas de las Lenguas en peligro de desaparición que edita la UNESCO”, señala.

Sin embargo, pese al reconocimiento internacional y a que los mayores estudios lingüísticos que se han realizado sobre el cántabru los hayan realizado extranjeros, parece que las instituciones no terminan de tener clara su promoción. Para Diegu San Gabriel, el motivo es histórico, ya que las zonas donde más rápido se castellaniza el habla es en las zonas urbanas y con las clases más altas, por lo que se termina vinculando el cántabru a quienes no han podido ir a la escuela y a quienes viven en el mundo rural: “Hoy en día seguimos refiriéndonos a 'ciudadanos' para hablar de personas con derechos, y mira lo que entendemos cuando hablamos de 'pueblerinos' o 'aldeanos'... Esta discriminación es histórica, y la realidad es que el franquismo la agravó, pero tampoco se ha sabido corregir”, asevera.

Por esta razón, tanto en los centros educativos como en los lugares más formales, se sigue buscando castellanizar una lengua de la que cada vez quedan menos hablantes: “Se ridiculiza y se humilla al que habla en cántabru, e incluso hay chavales que han llegado a recibir castigos físicos... Pero nuestro propio presidente, Miguel Ángel Revilla, ha llegado a decir que nuestra lengua es 'castellano mal hablado', y todo por los intereses económicos que se suponía que traería la Universidad vinculada al castellano en Comillas”, explica.

Y es que, mientras en otras comunidades el regionalismo ha sido el principal impulsor para dignificar las lenguas propias, en el caso del Partido Regionalista de Cantabria (PRC), esta cuestión se ha vinculado más al nacionalismo español. Por su parte, en la otra mitad del Gobierno cántabro, la del PSOE, “sí que parece que se ha hecho algún gesto” con la asignatura de Patrimonio, que es optativa en 3º de la ESO y donde hay un apartado en el que se indica que se enseñarán las formas lingüísticas propias.

No obstante, esta cuestión, como reconoce el propio San Gabriel, podría tener solución con el apoyo popular: “Hay que conseguir que sea rentable electoralmente, por eso llevamos años haciendo concienciación social, porque creemos que los políticos irán detrás”, advierte.

Por este motivo, lo que está ocurriendo en Asturias con la cooficialidad de su lengua podría servir de acicate para que Cantabria comience a mover ficha ya que esta nueva situación generará cierto desequilibrio, sobre todo para aquellos que vivan cerca de la frontera: “El asturiano es nuestra lengua hermana, y cuando se oficialice se va a evidenciar aún más la situación de negación de derechos que tenemos en Cantabria... Allí podrán decir palabras como 'piescu', que significa melocotón, e incluso se les reconocerá, y aquí seguiremos sin derechos”, reitera el historiador para concluir añadiendo que “en España parece que la diversidad lingüística es una fuente constante de conflictos”.

La escuela de cántabru

Reyes Tejera y Alfonso Cuevas son alumnos de Diegu San Gabriel en la escuela de cántabru de Alcuentru. Ellos son dos de los 400 alumnos que el año pasado se inscribieron en el curso, un número absolutamente inesperado hasta por los organizadores y que pone de manifiesto cómo el deseo de conocer el idioma propio está cobrando cada vez más importancia en la comunidad.

Comenzando por Alfonso Cuevas, geógrafo y trabajador de RENFE, reconoce que su interés por el cántabru comienza “desde bien chico”: “Me di cuenta de que en el colegio y en la televisión no hablaban como en mi casa, y que mis compañeros a veces no entendían lo que les decía... Obviamente, no era consciente de que el cántabru era una lengua, pero sabía que algo había”, revela a elDiario.es.

Por su parte, Reyes Tejera, maestra, considera que “su amor por Cantabria” es el origen de su interés por la lengua autóctona, aunque este proviene de su propia casa, donde las palabras y las expresiones cántabras se llevan transmitiendo durante generaciones: “Después creces y te das cuenta de que lo utilizan grupos de música, escritores, poetas... Y empiezas a comprender que ese lenguaje pertenece a algo más grande”, manifiesta.

Precisamente, el hecho de que ese lenguaje propio pueda desaparecer es lo que hizo a Alfonso apuntarse a este curso como forma de frenar el retroceso “brutal” que ha sufrido el cántabru en favor del castellano: “El mejor ejemplo es el que viví un día con mi bisabuela, una tía abuela, mi padre y yo mismo... Estábamos hablando de un orinal y mi bisabuela se refería a él como 'piricu', mi tía abuela como 'pericu', mi padre como 'perico', y yo decía 'orinal'. En las últimas décadas ha retrocedido muchísimo”, reitera.

En el caso de Reyes, su deseo de aprender esta lengua también trae consigo cierta carga emocional: “Cuando era pequeña llegaba del colegio y corregía a mis padres condicionada por la educación normativa en castellano que recibía, y nadie me enseñó que no tenía por qué despreciar a aquella que se hablaba en mi casa. Yo he participado en ese maltrato a la lengua, y creo que estamos ante la última oportunidad de aprenderlo para poder seguir transmitiéndolo y conservándolo”, reivindica Tejera.

Por último, y como fieles defensores de su habla, ambos piden a las instituciones que se reconozca que existe una realidad lingüística aparte del castellano “y que se encarguen de protegerla, conservarla y promoverla”: “Soy optimista y creo que el incremento del apoyo popular que hemos vivido en los últimos años provocará que desde las instituciones se pongan las pilas”, indica Cuevas.

Reyes Tejera añade algo más: “Parece que, por fin, se van perdiendo complejos y miedos a la hora de utilizar estas palabras o expresiones cántabras, y esto nace del orgullo por lo propio y por valorar y comprender que, como siempre me respondía mi padre cuando le corregía: así se ha dicho aquí toda la vida”.

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