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Jay Kaes toma Reinosa: “Los artistas callejeros somos los obreros del arte”

Jay Kaes o Jaime de la Torre, vive actualmente en Londres aunque confiesa que le encanta "escaparse" a Cantabria a pintar

Blanca Sáinz

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Jaime de la Torre aka Jay Kaes es un artista callejero santanderino afincado en Londres. Con una visión de lo más particular sobre la pintura, este cántabro ha logrado consolidarse como una de las figuras más importantes del conocido como street art en todo el mundo.

Estudió Bellas Artes pero… ¿cómo se mete uno en el mundo de los grafitis?

Poco a poco, con esfuerzo y sobre todo teniendo claro lo que quieres. Cuando acabé la carrera me dediqué a un montón de cosas hasta que me di cuenta de que algo que era un trabajo casual, en el que me llamaban de vez en cuando, podía ser el mejor trabajo que podía elegir. En ese momento dejé el curro que tenía y me dediqué solo a buscarme la vida como artista. Fue bastante duro allí en Inglaterra, pero lo saqué adelante.

¿Considera que, aunque cada vez cobra más importancia, los grafitis son un terreno olvidado dentro del arte?

Donde vivo desde luego que no. En Londres el arte callejero está en primera plana, tanto que trabajo para grandes compañías. Ahora mismo estoy trabajando para una compañía famosísima americana, eso quiere decir que olvidado olvidado no está...

Pero cuando hablamos de España la cosa cambia. Aquí nadie ve el arte callejero como una profesión porque la sociedad sigue teniendo su particular idea de los artistas. Los artistas callejeros somos los obreros del arte, pero en España los obreros del arte no existen porque no hay. Hay dos tipos de artistas, por un lado el típico excéntrico loco que tiene mucho dinero, y luego los que no valen. No hay ese obrero del arte, ese ilustrador que no recibe fama ni primera plana.

¿Cuál es el fin del arte callejero?

Para mí el fin sería la libertad de expresión, ese es el principio básico. Y luego la interacción con el público, que es una especie de reacción a la idea antigua de galería. No es una lucha contra las galerías, de hecho ahora mismo una galería me ha llamado porque alguien ha comprado uno de mis cuadros. Me dan de comer. No tengo nada en contra de ellas, pero sí tengo cosas en contra de la idea antigua del artista; esa idea del genio que tiene que ser alguien superinteligente y supermaravilloso.

El arte callejero lo lleva más a la calle, al día a día, a la gente. El artista tradicional pinta en un estudio solo o con un asistente, o sea trabaja para alguien. Sin embargo, el artista callejero trabaja en la calle y está expuesto al público. Yo siempre digo eso de que ahora voy a la calle y me pinto a una tía en pelotas y me va a venir un montón de gente a decir que no lo haga. Eso ocurre porque estoy expuesto al público y estoy pintando para la gente, por eso es un arte que se aleja de las élites.

Por tanto ¿se podría decir que el arte callejero es menos clasista que el de las galerías?

En el momento en el que se mete el dinero de por medio es clasista como todo lo demás. En cuanto te tienes que ganar la vida con ello empieza la competición... Existe clasismo dentro del negocio del street art y cuando te pones a practicarlo es cuando te das cuenta de que el tema es injusto.

En Londres hay gente que acaba la universidad y se pone a pintar grafitis, muros, streetart a base de pasta, y lo pagan. Eso está muy de moda. En Los Ángeles me decían que hay gente que va y paga por pintar porque como el grafiti es ilegal... Fíjate cómo es el clasismo que hemos llegado a un punto en el que es tan fuerte en toda la sociedad que se mete hasta en esto. 

Los grafitis están muy vinculados a la cultura hip hop, ¿por qué?

Eso va más vinculado a las letras de los grafitis. El grafiti está dirigido a un grupo de gente que está interesado por ello y el street art está dirigido a todo el mundo. El grafiti es underground, no quiere tanta exposición. Sin embargo, el arte público no tiene miedo de ella y se pone delante de todos. La cultura del hip hop tiene cuatro elementos y el grafiti es una parte de él.

Otra de las diferencias con otros tipos de arte es que el grafiti tiene ritmo porque está relacionado con la música y con el baile. Cuando alguien está pintando un grafiti está preocupado porque su pintura tenga un ritmo y fluya. Es a lo que llamamos flow, que viene a ser un 'está guapo' o 'mola'. Es la cultura de la gente tratando de apoderarse del espacio público poniendo su firma. Como vengo del grafiti, cuando hago arte callejero trato de devolverle todo lo que me ha dado luchando contra esa idea de que no dice nada, de que no va mas allá. 

¿Detrás de cada obra hay un mensaje?

Sí, pero no está definido. Yo juego mucho con dejar las cosas sin acabar. Soy una persona a la que no le gusta ser definida muy fácilmente, entonces cuando pinto algo muchas veces estoy experimentando y mezclando conceptos dejando a medias los mensajes, y todo va hacia algo. El Banksy pinta y hace un mensaje político y muchas veces mola, lo que pasa es que es siempre claro, él lo dice y tú ves eso y lo entiendes a la primera. Yo lo que hago es un poco diferente en el sentido de que lo mío lo miras y no te está imponiendo una idea, sino que te está dejando a ti pensar.

Mola lo que hace el Banksy, pero a mí me preocupan los asuntos de imponer cosas, y como pinto en público y soy un rayado de los anuncios y de que nos imponen cosas a través de ellos, yo no quiero ser un anuncio más. Así que con mis obras encuentras lo que hay para ti, pero otra persona encontrará otra cosa. Vamos, como la vida misma, que nadie te la explica.

No se mete directamente en política, aunque sí que critica el consumismo, el hiper-control social e incluso la dominación tecnológica. ¿Por qué crítica social sí, pero política no?

No me gusta la imposición. Yo entiendo la reivindicación y la lucha, pero a la vez no creo que esa sea la labor del artista, esa es más la labor del revolucionario o de un político. Yo como artista prefiero inspirar a hablar de eso. Prefiero crear políticos antes que ser político.

También ha reivindicado mucho sobre la igualdad, aunque tiene una profesión que suele ser de hombres. ¿Cómo es ser feminista dentro de ese mundo tan varonil?

El tema de la igualdad siempre me ha llamado la atención por el hecho de que mi madre me ha criado sola, trabajando en dos o tres empleos sin parar. He visto a una mujer trabajadora delante de mí y he visto cómo le han tratado de cara a ciertos asuntos, ella nunca fue feliz con eso. Me gusta el feminismo. Yo estudié antropología en Bellas Artes y me fascinó la parte en la que las mujeres empiezan a hablar para ir viendo cómo se crea la teoría feminista. Leo esas cosas y me gustan, pero en realidad no creo que el arte sea una cuestión de género, creo que cualquiera puede ser artista y muchas veces que sean hombres es un hecho casual.

Eso sí, no creo que el arte callejero sea un entorno especialmente machista, sé que existe, soy consciente de ello, pero sin duda, para mí pertenece al pasado. Me gusta la teoría feminista porque reconoce además de a hombres y mujeres, a todo tipo de sexualidad, de razas… Reconoce a las personas como personas. Hoy en día sí que hay más mujeres haciendo street art; por el contrario salir del armario con el grafiti tiene que ser muy duro todavía. El arte callejero es como más maduro y en el grafiti hay gente madura, pero también hay gente muy inmadura porque no hay prueba de acceso (risas). Así que a veces es maravilloso y otras veces no.

¿Considera que ha encontrado un nicho en el que hay más libertad que en otros ámbitos?

Sí, soy un privilegiado. Nunca pensé cuando era pequeño que fuese a estar aquí y eso te lo pueden decir todos mis amigos. Jamás lo pensaba pero creo que viajar también me ha abierto la mente porque antes la tenía bastante más cerrada, pensaba más en pequeño.

¿Cuál fue el motivo por el que decidió irse de España?

Por ampliar el conocimiento. Había crisis y se notaba en la gente que iba a ser jodida, por lo que fue el mejor momento. Acabé de estudiar, quería seguir aprendiendo y evolucionar, así que busqué desesperadamente dónde ir y me fui. Como tengo familia en Inglaterra -emigraron hace muchos años- y siempre he tenido contacto con Londres, se me pasó por la cabeza que era un buen lugar porque en asuntos de tolerancia e igualdad comparado con Santander, la capital inglesa es una maravilla, una felicidad.

Allí ves gente de todo tipo, pero una de las cosas que me hizo quedarme allí fue el valor al trabajo y el valor a la honestidad. Cosas que quizá en España yo no vea de la misma manera porque a veces trabajando mucho y siendo honesto no llegas a nada. Por el contrario, en Inglaterra si trabajas mucho y eres honesto es muy difícil que te quedes en el mismo sitio. Londres fue una buena decisión, fue uno de los mejores sitios a los que pude haberme ido, tanto para aprender inglés como por sus ideas cosmopolitas entre otras cosas. Es superjoven y activa la ciudad.

Acaba de pintar en Reinosa un mural de 600 metros cuadrados, ¿impone más la magnitud de la obra o el hecho de que sea en Cantabria?

El proyecto se llama Galería Vertical, la chica encargada de ello es Almudena Báscones, y me he dado cuenta de que justo aquí, en este pueblo, la mayoría de los murales son de mujeres, pero bueno, supongo que sea casualidad, aunque me ha llamado la atención. El proyecto es muy interesante porque están intentando renovar la ciudad. Me gusta participar en estos experimentos de dar color y vida a una ciudad y es un trabajo guay, pero a veces es duro porque acabas en mitad de la nada pintando una movida solo o con dos personas, pero aun así mola.

Me encanta pintar en Cantabria, he pintado aquí durante muchísimo tiempo y es maravilloso para pintar. Nadie te molesta. De hecho la gente es muy agradable y te traen hasta comida. Estoy muy tranquilo pintando aquí y a veces vengo únicamente a pintar porque tengo permisos de muros desde hace muchos años y sé que no me van a molestar. En Londres es diferente, vienen fotógrafos, viene la gente a hablarte, y está muy bien para crecer como artista, pero llega un momento en el que mola la tranquilidad.

¿Ha pintado alguna pared de Santander?

He pintado mucho, pero no lo puedo decir (risas). Llevo tiempo intentando contactar con asociaciones, hablando con mucha gente para ver si consigo hacer una de estas monstruosidades aquí. Al final he vivido en muchas ciudades, pero Santander es donde más tiempo he vivido y donde vive mi familia, por eso le tengo mucho cariño a la ciudad. Fíjate lo que me gustaría pintar un muro, que ya tengo hasta las temáticas pensadas, pero no me hacen ni caso. 

Siempre que he contactado con asociaciones y con el Ayuntamiento me dicen que haga un proyecto, y yo les digo que lo haré cuando me den un muro. Con la actitud que han tenido conmigo toda la vida no me atrevo a perder el tiempo y hacerles algo para que luego no me lo concedan (risas). Pero si de todos esos emails que he mandado, me contestan y me dicen que hay un muro, les haría un proyecto encantadísimo. Saben quién soy, tienen mi portfolio y todos los detalles, pero nunca me han contactado. Así todo, yo voy a seguir intentándolo hasta que me dejen. 

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