Los zamarrones tiñen Piasca de colores para celebrar el carnaval: “Ni cuando estaba prohibido con Franco se dejó de hacer”
El Carnaval de Piasca tiene un color especial. Las máscaras de animales, los campanos -de hasta seis kilos- y las cintas de colores son las principales señas de identidad de una tradición lebaniega que se celebra, al menos, desde 1948, año en el que data la fotografía más antigua que posee la Asociación Andruído en La Paré de Piasca.
“Si algo tiene el Carnaval de Piasca es que ni cuando estaba prohibido con Franco se dejó de hacer”, destaca Ismael Blanco, presidente de la Asociación desde hace 14 años. “En aquella época había que ir con la cara descubierta y mi padre nos advertía que no fuéramos por la iglesia porque el cura llamaba a los guardias, pero nunca hubo ningún problema”, relata.
Esta mascarada cuenta con diversos personajes como los zamarrones que, vestidos con máscaras de animales curtidas y adornadas con cuernos, un cucurucho de cartón y cintas de colores, persiguen a los campaneros, escoba en mano, para quitarles el campano; las señoras, que antiguamente cantaban la comparsa por todo el pueblo; una vieja; el cazador del oso y el oso, que hace años se rebozaba en barro y manchaba a quienes encontraba a su paso.
Lucía Barrio (Piasca, 1995) es una de las jóvenes que lleva el carnaval en las venas. “Lo he mamado siempre. El vídeo que se pone en la carpa todos los años, que salió en televisión, lo grabó mi madre y yo me lo ponía todos los días. Tengo el recuerdo de ver la comparsa, a mi abuela con los chorizos…”, rememora emocionada.
La lebaniega comenzó a participar como campanera, pero desde hace años se viste de zamarrón porque “me siento más representada, y si es posible, llevo una máscara grande y potente. Me gusta que lo que lleve llame la atención”, cuenta sobre su traje.
Sin embargo, a la hora de elegir uno de los momentos de la celebración, Lucía no sabría si decantarse por “la carrera de los Llanos, cuando Ismael nos despierta con los campanos a las siete de la mañana, aunque muchos esa noche no dormimos, o cuando nos juntamos todos los del pueblo el domingo y comentamos cómo ha ido el carnaval”.
La última vez que se celebró el Carnaval de Piasca con normalidad coincidió con el fallecimiento de su madre, por lo que Lucía no pudo vivirlo “tan intensamente como lo he hecho otros años”. “Ese mismo año perdimos también a mi tío Javi, que era campanero, y a mi primo, así que vengo de un recuerdo un poco amargo. Tengo muchas ganas de recuperar la ilusión”, confiesa.
Sobre la continuidad de esta tradición, Lucía considera “probable” que “se vaya adaptando a la situación y el momento, pero me daría mucha pena porque se estaría perdiendo nuestra esencia”. “Aquí se ha dado el salto y hay mujeres que van de zamarrón cuando antes no pasaba. Creo que hay que buscar el equilibrio”, reflexiona.
“Le damos mucho valor a todo lo tangente y a veces nos olvidamos un poco de las fiestas y las tradiciones, que es parte de nuestra cultura y una forma de comunicarnos. El carnaval nació hace mucho tiempo y se debería mantener porque, si no, dejaría de ser una mascarada ibérica, que es lo que consiguieron nuestros ancestros y por lo que estamos luchando para que se mantenga. Es tan propio nuestro que da pena que se pase de largo por ello”, sostiene.
Carla Escobar y su hermano, de 12 y 7 años, respectivamente, y naturales de Piasca, son algunos de los jóvenes zamarrones que ya están tomando ese relevo generacional que necesitan los carnavales para asegurar su continuidad. “Yo quiero vivir en Piasca y quiero seguir haciéndolo de mayor e inculcárselo a mis hijos”, asegura Carla.
Durante sus primeros años, Carla se vestía de señora, al igual que su madre. Sin embargo, hace tiempo que cambió ese traje por el de zamarrón, el cual prepara ella misma con la ayuda de su padre. “La careta se suele hacer con piel de oveja, cabra o venado y tiene un cucurucho de cartón que se adorna con cintas, huesos, colmillos u otras cosas que tengas por casa de especie animal”, explica con detalle.
En el caso de Vidal Roiz (Piasca, 1942), nombrado Socio de Honor hace cuatro años, tuvo que dejar de participar por problemas de salud. Ahora lo hace “como observador”, pero “siempre que he podido he estado en el carnaval”, dice.
“Primero corriendo delante de los zamarrones para que no te quitaran el campano porque, si lo hacían, era una deshonra”, recuerda sobre su experiencia como campanero. “Entonces nos tirábamos por cuestas, por el monte... por donde sea para escondernos, y cogíamos el badajo del campano para que no sonara”, apunta.
Según su punto de vista, actualmente el carnaval “es parecido pero más fino”. “Antes te vestías con pieles, porque no había para comprarse ropa, y ahora con pantalón y camisa blanca y una faja roja”, puntualiza.
En este sentido, resalta de antaño la figura del oso, “que iba con pieles, se tiraba donde más basura había y después de rebozarse en el barro se lo echaba a las mozas”, y echa en falta las coplas que “discurrían” y cantaban “las chavalas”, que en aquella época “iban de falda larga y un cesto de mimbre hecho en casa”.
Respecto a las máscaras de los zamarrones, Vidal asegura que hace algunas décadas, cuando “en este pueblo había más de 30 mozos y otras tantas mozas”, se creaban “a ver quién la hacía más fea, la que más miedo metía”. “La gente se escondía y no sabías quién era. Ahora te conocen y no tienen miedo. Hay más compadreo”, compara.
A pesar de ello, el lebaniego acoge la vuelta del carnaval “con mucha emoción”, ya que “se echaba en falta”. “Es un día que se disfruta, la gente corre detrás de los chavales, ahora se ponen máscaras las chavalas, que antes no...”, reconoce.
Carnaval de Piasca 2023
Después de tres años complicados por la pandemia y las restricciones, el Carnaval de Piasca recupera este sábado 18 de febrero la normalidad con la participación de cuatro asociaciones de mascaradas: Caretos de Parada (Portugal), La Visparra de San Martín de Castañeda (Zamora), El Atenazador de San Vicente de la Cabeza (Zamora) y la anfitriona Andruído en La Paré de Piasca, integrada por más de 150 socios tanto de Liébana como de fuera de la comarca.
Además, el evento contará con la presencia del Aula de Cultura Tradicional del Valle de Camaleño y de la Cofradía del Aguardiente de Orujo y del Vino de Liébana.
En esta edición se otorgará la condecoración como Socio de Honor al periodista cántabro Tino Cueto “para que los zamarrones no se queden solo aquí, sino para que salgan fuera”, puesto que “ya ha venido dos veces a retransmitir desde aquí”, argumenta la secretaria de la Asociación Andruido en La Paré, Leyre Blanco.
Asimismo, como cada año, se concederá la distinción de Campaneru de La Paré a una persona que contribuye a mantener la tradición “tal como era hace muchos años”, ha adelantado la lebaniega.
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