La artesanía del cuero, resistiendo a la gran industria
Con 16 años entró como aprendiz en un taller y más de un cuarto de siglo después se encarga él solo de diseñar, fabricar y comercializar sus productos: bolsos, billeteros, maletines y fundas de todo tipo hechos en cuero. Joaquín García Huertos dispone de una tienda y su correspondiente taller en la localidad toledana de Consuegra y es uno de los muchos pequeños artesanos que disponen de su propio espacio en la puesta de largo de su oficio que les ofrece la Feria de Artesanía de Castilla-La Mancha (FARCAMA).
Este artesano-guarnicionero mantiene los principios básicos de la elaboración y las calidades de la artesanía del cuero, aquellos que se remontan a la tradición de este oficio “de antaño”, pero al mismo tiempo ha sabido aplicarle técnicas de diseño más novedosas para adaptarse a las nuevos tiempos. Por ese carácter vanguardista obtuvo en 2010 el Premio Nacional de Innovación y Diseño a la Artesanía por su proyecto PAP de Arquería Deportiva.
Su seña de identidad ha sido siempre la personalización. Los clientes pueden elegir los diseños que realiza Joaquín pero también pueden ofrecerle sus propios bocetos, que este artesano elabora a medida y en función de los gustos y peticiones. Afirma que es una forma de competir contra la gran industria, que no ofrece este tipo de cercanía del “hecho a medida”.
La dedicación de este artesano es absoluta. El volumen de negocio es pequeño y casi siempre por encargo. Trabaja con piel de vacuno, y él mismo realiza los serrajes, los engrasados y todo tipo de curticiones. Y aunque ha recibido algunas ofertas para 'fichar' por empresas más grandes, siempre se ha negado. “He preferido seguir de artesano, es lo que he hecho toda la vida y disfruto mucho haciéndolo”, explica.
Joaquín considera que la artesanía “se cuida poco”, que haría falta más promoción o más ayudas para un oficio que poco a poco “se va extinguiendo” y para el que no todo el mundo está capacitado. Por eso opina que sería necesario impulsar la formación en artesanía, al igual que sucede con el tratamiento del hierro y de la madera, y evitar así que esta profesión desaparezca y “solo quede la industria, que no es personalizada ni se acerca al cliente”.