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“Esperanzador” paso adelante en la investigación para predecir y tratar los efectos de la esclerosis múltiple

El equipo de Neuroinmuno-Reparación del Hospital Nacional de Parapléjicos

Francisca Bravo Miranda

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El equipo de Neuroinmuno-Reparación del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo ha descrito por primera vez la presencia de células mieolides supresoras en el cerebro de pacientes con esclerosis múltiple. Este tipo de células son las que controlan la actividad de los linfocitos T, que son los responsables de “gran parte del daño” que provoca la enfermedad degenerativa. Así lo resalta el responsable del laboratorio de esta unidad, el doctor Diego Clemente: “Su actividad es controlar la inflamación y favorecer mecanismos de reparación del sistema nervioso. Saber que pueden ser potenciadas es muy prometedor”, asegura el profesional en conversación con elDiarioclm.es.

No solo hemos descrito la presencia de este tipo de células en el cerebro de pacientes con esclerosis, sino que es la primera vez que se describe la aparición de ellas en el cerebro humano”, ha añadido Clemente. El profesional explica que una presencia mayor de este tipo de células se relaciona con una evolución menos severa de la enfermedad, algo que se ha probado ya en el estudio con ratones y que ahora se debe probar con pacientes humanos. Estos resultados se han publicado en la revista Acta Neuropathologica de Neurología Clínica.

Clemente explica que cuantas más células había, al realizar la autopsia a pacientes con la enfermedad, menos grave había sido el desarrollo de la dolencia en los pacientes. “Por eso dimos el salto para ver si se podía prever el desarrollo al identificar estas células”, explica. Se miden en la sangre. De este modo, se comenzó a analizar muestras de pacientes recién diagnosticados, con un primer brote y sin tratar. “Cuantas más células tenían en sangre, mejor se recuperaban del brote”, señala el profesional.

El estudio con los ratones ya ha demostrado que la presencia de estas células es un biomarcador para predecir el curso de esta enfermedad para estos animales. Ahora, la esperanza es que sea también para los pacientes humanos. “Esa es la palabra, esperanzador”, asegura Clemente. Gracias a este descubrimiento, se llevó a cabo un estudio entre profesionales del Hospital Universitario de Toledo y el Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid. El estudi ocontó con la presencia de treinta pacientes, y ahora lo que se pretende es seguir adelante con una muestra mucho mayor. El equipo se compone de los profesionales Inmaculada Pérez Molina, Victoria Galán, Rosa García-Montero, José Manuel García Domínguez, Haydee Goicochea y María Luisa Martínez Ginés.

La presencia de estos biomarcadores es especialmente importante en el caso de la esclerosis múltiple, que ha demostrado ser impredecible y para la que hace falta herramientas que ayuden a mejorar la predicción de su comportamiento para la mejora de su tratamiento. “Ahora tenemos que ver pacientes en tiempos más largos, y ver cómo se pueden predecir otras características a largo plazo y aumentar el número de pacientes, que fueron treinta”, señala Clemente.

Por otro lado, el profesional señala que no sólo se trata de predecir la recuperación de los pacientes, sino que si existe una reacción del sistema inmunitario al sacar la sangre y al año siguiente de la recuperación de un primer brote de la enfermedad. “Nuestro trabajo va en esta dirección, determinando que las células mieloides supresoras tienen un gran potencial como biomarcador de la severidad del curso clínico, tanto en los pacientes con la forma en brotes como, posiblemente, en pacientes con esclerosis múltiple primaria progresiva”, ha concluido el doctor Clemente.

El trabajo cuenta con la participación de los investigadores Maria Cristina Ortega y Rafael Lebrón-Galán, como primeros autores, así como de Isabel Machín-Díaz, Jennifer García-Arocha, Víctor Quintanero-Casero, la doctora Leticia Calahorra y Celia Camacho-Toledano. Además de los hospitales mencionados, el estudio ha contado también con la colaboración de las doctoras Michelle Naughton y Denise Fitzgerald, de la Queen's University de Belfast (Reino Unido), y de la responsable del servicio de Citometría de Flujo del Hospital Nacional de Parapléjicos, la doctora Virginia Vila-del Sol.

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