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TOLEDO

De un olmo centenario a un plan director de arbolado como ejemplo de la lucha local contra el cambio climático

Illescas

Alicia Avilés Pozo

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Con el último pico de calor de junio, han vuelto también las alarmas sobre la crisis climática. Aunque ya estamos en verano, los episodios de temperaturas extremas se repiten de manera muy aguda, lo que unido a la contaminación en determinadas zonas provoca ambientes nada propicios para cualquier tipo de ser vivo. Mientras las alarmas siguen sonando y las medidas, ya no tanto de mitigación, sino de adaptación, se multiplican a nivel mundial, también desde la esfera local es posible contrarrestar los efectos de un cambio climático que golpea cada vez más fuerte.

Muchos expertos están poniendo sus ojos en la vegetación, en las zonas verdes, en la necesidad de generar pulmones en las ciudades y pueblos que ayuden a mejorar la calidad del aire que respiramos. Muchos ayuntamientos han tomado nota y no les faltan competencias para ponerse manos a la obra. Es el caso del municipio toledano de Illescas, en la comarca de la Sagra y limítrofe con la Comunidad de Madrid, que recibe buena parte de su contaminación, sobre todo de emisiones del transporte por carretera y de su propia zona industrial.

En los últimos días, y según datos de los visores web del Ministerio para la Transición Ecológica y de otros como AccuWeather, la calidad del aire en esta zona en la última semana ha alcanzado un nivel alto de contaminación y es “poco saludable para los grupos sensibles”.

Estos medidores se centran en muchas variables pero una de las más destacadas son las partículas en suspensión de menos de 2,5 micras (PM2,5), uno de los mejores indicadores de la contaminación urbana ya que en buena medida provienen de las emisiones de los vehículos diésel. Los efectos que tienen sobre la salud son muy graves, por su gran capacidad de penetración en las vías respiratorias. Actualmente, según el visor internacional Iqair, la concentración de PM2,5 en Illescas es actualmente dos veces superior al recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Esta localidad cuenta con su propia estación de control de calidad del aire. Sirve como medidor para toda la comarca pero ha permitido al Ayuntamiento contar con datos muy fiables de sus niveles de contaminación. Y es uno de los motivos por los que lleva tiempo impulsando medidas para contrarrestar los inconvenientes de su ubicación geográfica, ideal para su desarrollo industrial pero no muy óptima para el bienestar ambiental.

Fue el primer municipio toledano en dar protección legal a sus árboles singulares, creando en el año 2003 el Catálogo de Árboles de Interés Local. Ahora, el último ejemplo de sus medidas es el nuevo Plan Director de Arbolado Urbano (PDAU), una estrategia moderna de modelo de gestión del verde público que hace que la localidad se incorpore al grupo de grandes ciudades que cuentan con herramientas de planificación de su arbolado. De hecho, es el primero que se pone en marcha en Castilla-La Mancha.

La Concejalía de Medio Ambiente detalla que se trata de una apuesta estratégica por un modelo de gestión que se acompaña de nuevas herramientas digitales entre las que se incluye el primer inventario del arbolado municipal. El PDAU se concibe como el primer paso de un objetivo más ambicioso que es la planificación del conjunto de la infraestructura verde urbana, de la que el arbolado es un elemento más.

El presente PDAU es de aplicación sobre todo el arbolado urbano de titularidad pública municipal de Illescas, con más de 10.000 ejemplares. En el momento de su redacción el mantenimiento del mismo se ha dividido entre las zonas de gestión municipal directa que, básicamente, comprenden el núcleo urbano histórico, el barrio del Señorío de Illescas y las zonas de gestión conveniada con otras entidades y la urbanización Dehesa de Moratalaz.

Filtrador de contaminación, creador de microclimas

El Ayuntamiento destaca que el arbolado urbano juega un papel fundamental proporcionando una amplia gama de beneficios ambientales, ecológicos, paisajísticos, económicos, sociales o culturales. Entre ellos, se encuentran su papel fijador y filtrador de elementos contaminantes, creador de microclimas por su papel regulador de la climatología, atenuador de ruidos, regulador de la pluviometría y la escorrentía superficial y sumidero de CO2 atmosférico contribuyendo a reducir el calentamiento global del planeta y de la ciudad.

Las líneas de acción tienen como objetivo varios retos como potenciar los beneficios ecosistémicos aportados por el arbolado urbano, alcanzar una gestión que facilite “la óptima funcionalidad del arbolado” e implicar a todas las áreas municipales y a la ciudadanía en el cuidado de cada uno de los ejemplares, siguiendo una estrategia de participación, comunicación y educación ambiental.

Otros planes de arbolado similares llevados a cabo en grandes ciudades han dado resultados en este sentido, como son los casos de Sevilla y Barcelona. En este municipio toledano, de 30.000 habitantes, creen que este tipo de proyectos son incluso más viables en localidades de menor tamaño, por lo que deben potenciarse.

Se da la circunstancia de que en este municipio se encuentra el conocido “Olmo del Milagro”, también llamado “Olmo de la Plaza” u “Olmo de la Virgen”, un espectacular árbol de 500 años a cuya sombra, apuntan algunos cervantistas, se cobijaba Miguel de Cervantes cuando pasaba por Illescas. Forma parte del acervo cultural de la población, de sus leyendas y tradiciones.

¿Funcionará? En el caso de esta localidad tan cercana a Madrid, todo dependerá de su desarrollo posterior. Ecologistas en Acción dispone de una Guía de Gestión del Arbolado Urbano cuyo fin es poner a disposición de la ciudadanía y de las administraciones locales una serie de documentos con orientaciones que lleven a buen término estas planificaciones.

Con ello pretenden desterrar “falsos mitos” y abordar de forma precisa diferentes temas relacionados con el árbol en sí mismo (su funcionamiento o las dificultades que encuentra en el medio urbano), su aportación a la ciudad (estética, emocional, funcional, soporte y refugio de otros seres vivos), buscando siempre atender los aspectos técnicos y de gestión que de todo ello se derivan.

Por ejemplo, los ecologistas consideran que la mayor dificultad a la hora de tratar correctamente el arbolado urbano y la mayor fuente de errores de gestión es la falta de conocimientos. Por eso apelan a su gestión como ser vivo y a las particularidades de cada espacio, contra la máxima de “plantar un árbol allí donde decidamos, exigiéndole que sobreviva gracias a algunos cuidados, pero a pesar de muchos maltratos”.

Aire, luz y algo de humedad

La guía se centra sobre todo en que los árboles necesitan aire, luz, algo de humedad en alguna parte del suelo. Pero hay otros muchos componentes que determinarán su bienestar como las raíces, las hojas y su sistema de conducción bajo la corteza, todos ellos complejos y que deben conocerse. No tener en cuenta muchas de estas variables ha provocado que la mayoría de árboles urbanos, antes de envejecer, ya tengan su estructura muy dañada y supongan un peligro para la ciudadanía.

La correcta gestión obliga a detectar esos árboles peligrosos, reduciendo su altura y peso cuando sea posible, o retirándolos y plantando árboles nuevos cuando no haya otra alternativa. “Lo deseable es que el conjunto general del arbolado de la ciudad no esté mayoritariamente compuesto por arbolado envejecido sino por arbolado joven y vigoroso. Y eso precisa una política activa de detección y reposición del arbolado en mal estado”.

Por el momento, así quiere abordarlo Illescas. Sus antecedentes en el cuidado de su patrimonio natural local lo avalan pero ahora el proyecto es más ambicioso. El deseo ahora es su olmo centenario y su catálogo sirvan de ejemplo para la adaptación del pueblo a la crisis climática y, a la vez, como referencia de las iniciativas locales que suman para este ingente proceso de cambios.

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