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El aeropuerto del abuelo y su primer avión.

Javier Caro

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En la cárcel de Aranjuez algo sucedía hace unos días, y es que su preso más célebre, el que hubiera sido cacique de la Diputación de Castellón y gran aficionado a la lotería, Carlos Fabra, estaba nervioso. Sentado en una silla, su cuerpo estaba presente, pero su mente, siempre inquieta entre chanchullos y pérfidas ideas arquitectónica, se encontraba en otro lugar, concretamente a 30 kilómetros de Castellón.

Su corazón se había acelerado, pues ese día, y después de cuatro años de risas, vergüenza ajena y patetismo del máximo grado, el aeropuerto de Castellón tenía su primer vuelo oficial.

Y es que aunque el inservible aeródromo se inauguró el 25 de marzo de 2011, la certificación que le permite realizar actividades, se le ha concedido en diciembre de 2014, aunque todos sabemos que a los políticos las licencias o los certificados les dan igual, suelen ser papel mojado para su manos.

El vuelo no podía ser más significativo, lo hizo el equipo de fútbol que de verdad ha puesto en el mapa nacional a la provincia de Castellón, el Villarreal Cf, para enfrentarse en la Copa del Rey, con el nuevo monarca como representante, a la Real Sociedad. Un partido menor dirían algunos, pero un verdadero golazo por la escuadra a la paciencia de la sociedad, que por fin veía surcar un avión por encima del aeropuerto.

Los periodistas presentes comentaban, creo entrever, con sorna, las facilidades en el check-in, la comodidad, casi paradisíaca, del aparcamiento, y por descontado su gratuidad.

En el aeropuerto, pese a ser un momento especial, parecía reinar más la risa floja, que la solemnidad que dicho acontecimiento merecía, y es que era difícil no echarse a llorar al verlo cerrado, inútil después del dinero que había costado. El desangelado aeropuerto costó 150 millones, aunque siendo justos del todo, hay que decir que sólo costó 136,8, el resto de dinero hasta llegar a los 150, fue en la infraestructura, porque claro, había que llegar y había que volver, y aquello también necesitaba algo de electricidad para funcionar, aunque al final, funcionar, ha funcionado poco.

La papeleta de pasar a la historia de los proyectos descerebrados, las barbaridades alocadas y la ganas de edificar por encima de nuestras posibilidades, ha hecho que el aeropuerto de Castellón sea el más conocido del Estado, y sin querer sonar presuntuoso, quizás de los más conocidos a nivel europeo. Seguro que algún turista de los de borrachera, cuando oyeron que había un aeropuerto en Castellón pensó en las discotecas de la zona, y en cómo se lo iba a pasar allí. Tuvo que ser triste cuando se enteraron, sorprendidos, que el aeropuerto estaba construido para paseantes.

Todo en la ruidosa historia del aeropuerto era curioso, desde la estatua de Juan Ripollés, que intentaba ser el emblema, no sólo de un edificio, sino de toda una provincia, hasta la inauguración. Ripollés no tenía la culpa de ser amigo íntimo de Fabra, y que éste le pidiera que hiciera una escultura para su aeropuerto. Ripollés no perdió el tiempo, el dinero parece que sí, pues dice que a tenido que poner de su bolsillo 127.000 euros para acabar la obra, que era el sobrecoste que tenía, ya que en realidad estaba presupuestado en 300.000, ya ven, para comedores sociales no hay, pero para esculturas megalómanas sí. Fabra, no vio bien que la escultura que iba a estar en una rotonda de aquella oda al turismo, que era el aeropuerto de Castellón, midiera ocho míseros metros, pero ¿de qué estaban hablando?, ocho metro los podía hacer él con billetes de 500, uno encima del otro, tenía que ser más fastuoso, que al entra los viajeros se quedaran con cara de tontos, pero no por la falta de vuelos, sino por la grandiosidad de la escultura. Y claro, Ripollés lo hizo más grande, de 24 metros, pero esos metros de más los paga él.

La escultura se está oxidando, pero por lo menos ya ha visto un avión ir y volver, increíble, ¿verdad?. El aeropuerto fantasma podría valer para miles de cosas, por ejemplo, seguro que Fabra habrá sublimado con ver rodarse allí una película de acción, no habría que parar el tráfico aéreo, ni rodado tampoco. Sería una de James Bond. James correría por los pasillos asustado al ver que está vacío, que no hay nadie en su interior, saldría fuera para coger aire, e intentar discernir qué es lo que sucede, y se encontraría con “El Hombre Avión”, la escultura de Ripoll, ahí es donde no entendería nada, ¿un aeropuerto sin aviones, con un bicho con un avión en la cabeza..?.

El aeropuerto seguramente podría tener más usos, pero el de poder pasear por él, es algo genial, ¿cuándo pensó alguien poder pasear por un aeródromo sin miedo?

Por fin se ha realizado el primer vuelo oficial y comercial, y esperemos que no sean los últimos, por lo menos el Villarreal lo podrá usar. Mientras, Carlos Fabra aún recuerda el día de la inauguración, y alguna lágrima estará a punto de derramar, pues ése era el aeropuerto del abuelo, porque en realidad lo que le hacía ilusión era fardar delante de sus nietos, ¿qué abuelos pueden decirle a sus nietos que tienen un aeropuerto sin aviones?. A lo sumo, un aérodromo. Pero aviones no.

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