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Despedidas, sin cobrar el ERTE, sin ayudas, las kellys vuelven a la calle para denunciar su invisibilidad en la pandemia

Una protesta de las Kellys.

Emilio J. Salazar

Elche —

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Benidorm acoge este martes la celebración más pesimista de la historia con motivo del Día Internacional del Turismo. Por un lado, los empresarios turísticos, entre ellos la patronal hotelera Hosbec, se han unido para manifestarse en coche por las calles de la ciudad para cargar contra el Gobierno “por sus discontinuos despropósitos” y reclamar la prolongación de los ERTE, entre otras reivindicaciones. Por otro, las camareras de piso de los hoteles se reunirán por la mañana en la plaza del Ayuntamiento para exigir el cumplimiento de los derechos laborales y sociales “ahora más que nunca”.

Todo comenzó el pasado 15 de marzo. La entrada en vigor del decreto del estado de alarma conllevó el despido de María y el de la mayoría de las kellys. Esta mujer que oculta su nombre “por miedo a las listas negras” había renovado un mes más su contrato temporal tres días antes. Desde entonces, ha estado cobrando el paro hasta que se le agotó el 15 de julio. Ha intentado acceder a la ayuda familiar, pero le han denegado este subsidio porque su hijo, que vive en su casa con su bebé, encontró un trabajo unos días antes, dejándola a ella en teoría sin cargas familiares. En la práctica, el contrato de trabajo de su hijo era de solo dos semanas.

Ahora se reconoce impotente. “No sé qué hacer”, dice esta mujer natural de Rumanía que ha pasado los últimos 20 años de sus 43 en España. “Está claro que trabajo en Benidorm no hay, ni siquiera de limpiadora de casas porque la gente no se puede permitir ese gasto”. Silvani, por su parte, ha tenido “la suerte” de trabajar este verano como camarera de piso. Fue en Calpe, le hicieron un contrato de un día para limpiar un hotel que llevaba meses cerrado para después hacerle otro contrato de una semana. “En teoría eran 5 horas al día y estuve haciendo 8”, avanza. “Las tres horas extra al día no me las pagaron y si me quejo, me pueden despedir”, denuncia. Desde este verano vive sin ningún tipo de ayuda, a la espera de superar el año legal desde que regularizó su situación en el país, dice esta brasileña de 41 años.

Un año más tiene Mari Carmen. Al principio no tiene claro si usar su nombre real o no, “tengo miedo de que me identifiquen, pero si no damos la cara…”, reconoce. Ella se autodenomina “privilegiada” porque ha estado cobrando desde el principio el ERTE, salvo este mes. “Tengo compañeras que solo han cobrado dos meses, así que imagínate”. Antes del conoravirus, venía de estar a media jornada en un hotel de Benidorm donde la trataban “más o menos bien”. “Si lo comparo con mi anterior trabajo en el que me despidieron después de solicitar la baja por quemarme un ojo con un producto antical, pues había mejorado”, señala. 

“Yo no quiero vivir del ERTE”, prosigue. Esta Kelly, madre de tres hijos a su cargo, cobra actualmente 455 euros -este mes no lo ha cobrado aún- y tiene que hacer frente a un alquiler de 450 euros. ¿Cómo sobrevive? “Es muy duro, estoy aguantando por los niños”, responde. “Lo que hago es ir jugando con las facturas, este mes no pago la luz hasta que calculo que se aproxima el corte y ya pago y cosas así”, asume. “Y si hoy he hecho lentejas, guardo un poco y en dos días le añado más lentejas”. 

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