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¡Que me aspen!

Xavier Latorre

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A este paso, los generadores eólicos, los molinos de viento, van acabar crucificando al expresidente valenciano. Un Quijote fiscal deberá ahora escrutar esas concesiones de ventiladores que ya puso en apuros judiciales a otro expresidente valenciano, José Luis Olivas, que agilizó una venta de acciones en ese negocio renovable al sobrino de Juan Cotino, un superhéroe del mal, que dice meter la mano sin querer, y que fue conseller, vicepresidente del gobierno valenciano y presidente del Parlament. Cotino ha sido, sin duda, la mano que meció la cuna en los negocios familiares de su sobrino, un reconocido donante de fondos al PP para sus menesteres en las campañas electorales, según confesión propia en sede judicial. El también exdirector de la Policía, amén de los supuestos delitos recogidos en la operación Erial acabada de destapar, tiene muchos más flecos que se sepa en otros tantos asuntos turbios. Ya se ha vinculado a este beato de Chirivella con la distracción de dinero de todos gracias a la gira apostólica del Papa por Valencia. Ahora con esta trama, según la operación policial en curso, los Cotino de toda la vida pudieron amasar hasta 40 millones de euros por esas concesiones del mapa eólico. No está nada mal.

Ese paisaje de los molinos, que colonizan montes y cimas valencianas, marcará en el horizonte, como el toro de Osborne, la altura que alcanzó la riada de corrupción y las inundaciones de podredumbre que nos encharcó hace bien poco. El lugarteniente de Zaplana, el exdiputado bronca del PP, Vicente Martínez Pujalte, otro que tal, también le fue bien con las gestiones a favor de los molinos eólicos en Castilla y León. Este parlamentario hooligan cobraba por asesoramientos verbales en el bar. Sin disimular ni un ápice, con un par. ¿Saben quién era el ministro de Medio Ambiente cuando el apogeo de las concesiones eólicas? El expresidente balear, Jaume Matas, entre partida de pádel y de golf, era la perfecta tapadera para hacer esos negocios. El Eje de la Prosperidad era una denominación que se daba a aquellos años a territorios gobernados por una pandilla de forajidos que ahora reconocemos como el eje del mal. Todos ellos cortesanos fieles del presidente Aznar y de su consorte, la nefasta alcaldesa de Madrid, Ana Botella.

Eduardo Zaplana tenía, sin duda, un sexto sentido para descubrir yacimientos de dinero público de donde poder extraer cantidades enormes de fondos para él y sus amigos. Lo raro ha sido destaparlo todo tan tarde. El esquema de su asalto al botín fue descubierto en un, qué menos, falso techo. Allí figuraba el plano del tesoro de los valencianos y la lista de algunos compinches de la banda que reunió para efectuar los hurtos, blandiendo el DOGV, entre vítores de los damnificados y el voto cautivo de sus incondicionales. “Merlín” Zaplana convertía todo lo que tocaba en oro. Nada más aterrizar en el Palau privatizó el negocio más suculento y rentable de la administración autonómica, las ITV; en Catalunya, Oriol, del clan familiar de los Pujol, haría luego lo mismo. El resultado de la rapiña fue de aúpa. Comenzaba el pillaje indiscriminado.

A partir de ahí Zaplana, un hombre con un olfato especial supo diversificar el expolio autonómico. En Sanidad generó monstruos que aún hoy se intentan desmontar como los hospitales de gestión privada o la derivación de pruebas diagnósticas en garitos de amigos del partido. En Educación se crearon empresas mixtas para hacer y deshacer el mapa escolar al antojo de unos cuantos; en Medio Ambiente, con una política de vertidos de residuos favorable a algunos próximos al poder, se logró alimentar a algunas fortunas putrefactas; en Bienestar Social se hicieron inmensos favores a empresarios demasiado conocidos con las residencias de la tercera edad. Con consellers como el reo Blasco, impregnando de dogma liberal la intervención total de las cuentas de la Generalitat, Zaplana se abrió camino hacia Madrid. Allí siguió brillando como estrella rutilante en el privilegiado séquito de Aznar. El forjador de numerosas supuestas ¿hazañas? eróticas, el dandy de la política snob, el taimado manipulador de regantes con el agua del Ebro, el conseguidor de buenos empleos y cargos, el político vanidoso que quiso revalorizar el metro cuadrado de Benidorm a golpe de montaña rusa, se pasea hoy manso y humillado del brazo de unos guardias civiles recorriendo su imperio en declive, el escenario de sus correrías. Mientras tanto las aspas de los molinos giran indiferentes fabricando kilovatios/hora disfrazados de billetes de 500. Seguramente, Cervantes o Rafael Chirbes hubieran tenido bastante inspiración literaria con solo rastrear la biografía de este hasta hoy pícaro prohombre popular. Los gigantescos ventiladores nos recordarán siempre hacia donde gira la ruleta de la suerte de esos ambiciosos políticos depredadores. ¡Qué me aspen si entiendo la clase de gobernantes que nos hemos dado estos años atrás! No nos pudo ir peor. Lo pagaremos caro mucho tiempo.

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