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Los jóvenes no quieren hacerse al mar

Luigi Pachés, joven pescador de Castellón.

Belén Toledo

Castellón —

“Mi madre me decía: la mar, lo último”. David Montaño, marinero del barrio marítimo de Castellón, respondió así a la pregunta de por qué cada vez hay menos jóvenes que se decidan a hacer su mismo trabajo. Como la suya, son muchas las familias que intentan que sus hijos no hereden el oficio, pese a tener varias generaciones de pescadores en su árbol genealógico. Esta es una de las caras del peligro de extinción que corre el sector de la pesca artesanal en Castellón, hecho de pequeñas empresas familiares.

Según Manuel Peña, patrón mayor de la Cofradía de San Pedro del barrio marítimo de la ciudad, la flota castellonense se ha reducido a la mitad desde que empezó la crisis, y en la actualidad quedan menos de 150 embarcaciones. La disminución ha sido equivalente en el resto de la Comunidad Valenciana y del Caladero Mediterráneo, explican desde la Conselleria de Agricultura de la Generalitat. Por su parte, Cristina Gil, directora del Instituto Social de la Marina (ISM) en la provincia, habla de “una disminución generalizada de altas en el régimen especial del mar en los últimos años”.

Al compás de esta bajada del número de trabajadores, ha habido un “envejecimiento del sector”, explica Gil. Según datos procedentes del ISM, de las 918 personas dadas de alta en el Régimen Especial del Mar en Castellón el pasado mes de enero, sólo el 8,8% son menores de 30 años. En el mismo mes de 2010, este porcentaje era del 11%, lo que muestra una bajada progresiva.

“A quien no lo ha mamado, no le gusta”

Esta falta de incorporación de jóvenes tiene sus propias causas, más allá de la crisis general del sector. Todos los pescadores consultados se quejan de que hay demasiadas exigencias de seguridad y formación para un joven que quiera iniciarse en el oficio. Para poner un pie a bordo, hay que formarse. “Tú vas a buscar faena y tienes que gastarte más de mil euros en cursos, o hacerlo a través de la Seguridad Social, pero para eso hay que estar desempleado, y además esperar un año a que te llamen”, se lamenta Sergio Gómez, que con 30 años es el patrón más joven de la Cofradía de Pescadores del Grau, el barrio marítimo de Castellón.

La mayor regulación de la actividad pesquera ha llevado, además, a que se haya interrumpido la transmisión oral de conocimientos entre las generaciones de pescadores. “No nos dejan enseñar a los hijos porque no pueden venir a bordo, está prohibido si no van enrolados”, dice Peña. Añade que es un oficio que se aprende poco a poco, con la práctica, más allá de los títulos: “Hay que aprender los caladeros, los fondos, en qué mares está cada especie. Sólo con el título de patrón no pescas nada”.

Rafael Muñoz, patrón de un barco del Grau, abunda en misma idea: “Hay que quitar el pescado uno a uno de las redes. Hay que ser hábil y rápido. El tiempo es dinero”. Sergio Gómez añade que se necesita “haber mamado” el oficio: “Se gana poco, es un trabajo muy sufrido. Para ir a la mar te tiene que gustar, y a quien no lo ha mamado no le gusta”. La solución, explica, sería “que hubiera clases en los institutos, que los chavales pudieran ir en los barcos”. Porque, “si no ponen medios para que la gente vaya a la mar, ¿quién va a ir? Nadie”, concluye.

El panga como símbolo

Según la Conselleria de Pesca, la falta de jóvenes en el sector se debe a “la falta de rentabilidad de la actividad”, que ha causado el descenso del censo de la flota. “La no incorporación de jóvenes, más bien es una consecuencia”, explican. La administración autonómica explica que están desarrollando un “plan” para que la pesca artesanal tenga “condiciones favorables” en las ayudas europeas. También han aprobado una “Ley de Pesca Marítima y Acuicultura” para dotar “de un cuerpo normativo” a la actividad.

“Pero hay que darse prisa”, clama Peña, en referencia a la rapidez con la que los puertos de la provincia se están quedando sin flota. Él y el resto de representantes de los pescadores piden que se ataje la “competencia desleal brutal de países que tienen menos requisitos ambientales, sanitarios y laborales”, en palabras de Manuel Albiol, secretario de la Federación Provincial de Cofradías.

Esta es la causa principal de los precios bajos en lonja, que es la vía principal de comercialización de los productos pesqueros. Albiol cita el panga como “ejemplo extremo” de pescado importado de baja calidad. “Nosotros exigimos que todos los requisitos que nos exigen a nosotros se lo exijan al resto de países”. Mientras que esto no suceda, el problema de la falta de rentabilidad seguirá lastrando la flota artesanal.

El atún, sólo para los grandes

 

Otro golpe para la economía de la pesca artesana es la prohibición de pescar atún. La captura de esta especie está regulada por un organismo internacional, el ICCAT, que establece unas cuotas que luego los estados reparten entre las diferentes modalidades de pesca. En España, las normas vetan el acceso a la flota pesquera artesanal. Todo queda para un “oligopolio del atún”, según explican desde la Conselleria de Agricultura de la Generalitat Valenciana. Esta administración es “contraria a este sistema de reparto”.

También el Ayuntamiento de Castellón pidió recientemente, en una declaración promovida por Castelló en Moviment, un cambio que beneficie a la flota artesanal para que el atún deje de ir “a las manos de grandes empresas del sector pesquero”. Pero el hecho es que, de momento, los pescadores de las pequeñas empresas no pueden pescar esta especie, pese a que son ellos los que “utilizan técnicas respetuosas con el medio ambiente y traemos pescado fresco a diario, no ultracongelados como los grandes barcos”, se lamenta Peña.

El futuro, asociarse

Conscientes de la urgencia para resolver el problema, los profesionales de la pesca artesanal están buscando fórmulas para sobrevivir. Una de ellas es la de asociarse en un “grupo de acción local pesquero” (GALP) para, con la tutela de la administración, buscar nuevas maneras de vender el producto y tener acceso a las ayudas de la Unión Europea.

El pasado miércoles, decenas de pescadores acudieron a una jornada organizada por la Federación de Cofradías de Pescadores. Allí, atendieron a representantes de otros grupos semejantes que llevan tiempo funcionando en Girona, Tarragona y Murcia. Entre la esperanza y el escepticismo, escucharon recetas como la venta de pescado por Internet o el turismo de pesca.  La presentación corrió a cargo de Miguel Castell, presidente de la Cofradía. En una frase, resumió el sentir general: “Vamos a tirar adelante porque queremos vivir del mar”.

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