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“Manterrupting” y “mansplaining” o por qué no irte de cena con cinco hombres

Raquel Miralles

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Ir a cenar con cinco colegas hombres puede parecer una actividad rutinaria, incluso aburrida. Pero solo si permaneces en un segundo plano. Si vas a dar tu opinión, prepárate, porque vas a ser víctima de “mansplaining” y “manterrupting”. Vaya por delante que siento utilizar anglicismos, pero el diccionario de lengua castellana todavía no tiene palabras para describir estas acciones machistas y el término “machoexplicación” que propone Fundéu no acaba de convencerme. En cualquier caso, el “mansplaining” no es más que la manía de los hombres de explicarnos cosas usando ese tono paternalista y condescendiente y el “manterrupting”, el hábito de interrumpirnos constantemente.

Puede parecer una tontería, pero yo de esa cena volví, sin saber muy bien cómo, agotada y frustrada. Me había pasado la noche intentando participar en las conversaciones. No importa tu formación o que trabajes en un puesto de responsabilidad, ellos te interrumpirán y te lo explicarán todo, independientemente de si saben de qué están hablando o no. No me di cuenta de lo que pasaba hasta que uno me preguntó directamente a mí y antes de que pudiera acabar la primera frase, me interrumpió para hablar con el hombre de su izquierda. ¿Por qué? ¿Machismo o simplemente mala educación?

Donald Trump interrumpe constantemente a Teresa May. Senadores americanos cortan insistentemente a su compañera Kamala Harris durante las sesiones del Comité de Inteligencia del Senado. El rapero Kanye West le quitó el micrófono a Taylor Swift en los Grammys. Un estudio de la Universidad de Pensilvania señala que los hombres interrumpen tres veces más a una mujer que a un hombre. Y, según la universidad de Princeton, ellos dominan el 75 por ciento de las conversaciones en reuniones de trabajo.

¿Es una cuestión de mala educación? Sí. ¿Y de machismo? También. El “mansplaining” y el “manterrupting” son una muestra más de la sociedad sexista en la que vivimos. Primero, porque tienen que ver con una relación de poder desigual, en la que las mujeres somos el segundo sexo. Y segundo, porque se sustentan en prejuicios sexistas que dan por hecho que los hombres son generalmente más cultos y más inteligentes. Es machismo cultural, cotidiano, simbólico, prácticamente invisible, pero el resultado claro: que las opiniones de las mujeres sean sistemáticamente infravaloradas, lo que genera en ellas inseguridad y autocensura. Se nos recuerda cuál es nuestro papel en la sociedad y cuáles son nuestras limitaciones.

Esta actitud arrogante e irritante de los hombres es una parte más de la “guerra” diaria de las mujeres. Según la autora de Los hombres me explican cosas, Rebecca Solnit, todavía tenemos que luchar contra la creencia de nuestra superfluidad y contra la constante invitación al silencio. No exagera cuando asegura que es una “guerra por el simple derecho a hablar, a tener ideas, a tener valor, a ser un ser humano”.

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