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El observatorio independiente de mi casa

Simón Alegre

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La campaña electoral ha sido intensa y una de las más accidentadas que se recuerdan.

Nuevos partidos y formas más modernas de comunicación entre políticos y electores. La televisión sigue reinando en la batalla de los medios e Internet se erige en la cámara de segunda lectura de todos los resultados. Un espacio en el que Podemos es el rey, con un número de seguidores en Facebook y Twitter que, prácticamente, dobla el de su inmediato perseguidor, el PSOE.

No obstante, hay formatos que no cambian. El decimonónico mitin pasa a un segundo plano, con la intención de motivar a la tropa, no perder comba a nivel comparativo entre partidos y arañar unos segundos de prime time.

En este sentido, el mailing, igual que la publicidad institucional y las cuotas de visibilidad en los media, sigue siendo un factor que diferencia a los que son de la partida y los que no se les espera. No en vano, su coste alcanza cifras astronómicas y, sobre todo, el electorado más longevo sigue echando mano de la papeleta ensobrada desde casa.

Las cartas, ante estos comicios, llegaron sincronizadas al hogar. No como en las autonómicas y locales, cuando hubo un retraso con las del PP. Y su contenido estético se expresa, en ocasiones, con más elocuencia que los propios discursos de los partidos.

De primeras, la de IU denota la mayor austeridad. Sobre, papeleta y propaganda son todo uno. Y con el papel más fino. Estar, en estas elecciones, entre los que se pueden permitir un mailing ya se puede considerar un éxito para ellos.

Los envíos de programas pasaron a mejor vida. Solo PP, Ciutadans e IU los extractan. Compromís-Podemos y PSOE se decantan por centrarse solo en la carta cordial a los electores. Un tono que, lógicamente, comparten todos.

Partido, programa y liderazgo son los tres elementos que vende el marketing político. Y, en este aspecto, los mailings también son transparentes. Rajoy aparece muy pequeñito en la carta del PP. Los conservadores lo fían todo al programa y partido. Más imagen (logo similar a Outlook) que organización en sí, visto lo visto en materia de la endémica corrupción. Ciudadanos lo tiene claro y Albert Rivera se presenta, directamente, desde el mismo sobre. IU opta por mezclar líder y organización, con profusión de logos y colores identificativos (morado República y rojo más rojo que nunca, para diferenciarse de la transversalidad de Compromís-Podemos). En el PSOE, es, sin duda, Pedro Sánchez quien tira del carro, como se ha visto en esta campaña digna de un corredor de fondo. Y Compromís-Podemos apuesta por la coralidad.

En relación a los idiomas, solo el PP soslaya el uso del valenciano. Alternativa bilingüe en el resto de casos y lenguas intercaladas por parte de Ciudadanos. Estaría bien que Carolina Punset tomara nota.

Los colores, por otro lado, también son muy significativos. Como en el citado ejemplo de IU, pocas sorpresas. Azul y rojo corporativos en el PP, fusión del naranja y morado de las respectivas almas de Compromís-Podemos y también naranja, como encarnación del dinamismo que ya evoca el flyer de Ciudadanos.

Cabe destacar la sobriedad y el formalismo de la misiva del PP, la tipografía desenfadada (estilo Bioparc) de Compromís-Podemos (un guiño a su fortaleza entre el electorado joven) y la recargada iconografía de IU, que parece gritar la proclama mitinera “aquí está la izquierda de verdad”.

Por último, el PSOE es el único partido que segmenta el target por edades. El juvenilismo es uno de los signos de nuestros tiempos, así que se agradece que, con la edad de Cristo, le llegue a uno el sobre de la cohorte menos madura.

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