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Opinión - El problema de los tres gorros. Por Elisa Beni

Ola de alegría y derechos

Ana Bedrina

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En estos meses, la irrupción de la ultraderecha ha llevado a una pugna en los partidos del bloque reaccionario para ver quién se lleva la medalla al más machista, más xenófobo y más homófobo. Esto está provocando el cuestionamiento de consensos que se daban por superados como el derecho al aborto o la lucha contra las violencias machistas. Cuando esto pasa, saltan las alertas de una involución democrática.

Los partidos antimujeres, hablan de “ideología de género” obviando que la única ideología de género que ha existido ha sido la machista y patriarcal, la que ha excluido y oprimido a la mitad de la población, la que ha evitado, a toda costa, el acceso de las mujeres a la igualdad real. La ideología patriarcal es la que aún hoy, afirma sin pudor que las violencias machistas están sobredimensionadas y pretenden que un autobús, que incita al odio, recorra las calles de nuestra ciudad. Este autobús que han denominado “antifeminazis” es una muestra de su debilidad, un esperpento que los sectores más retrógrados se ven obligados a montar, porque sus privilegios están en juego y ven que el feminismo va ganando.

Por eso, la diana de sus ataques está puesta en el movimiento feminista porque saben que es el único que puede hacerles frente, un movimiento cuya fortaleza se ha construido a través de su transversalidad, donde el respeto a la heterogeneidad y a la diversidad de tendencias, ha permitido mantener el rumbo y proyectar objetivos comunes.

Esta transversalidad nos ha permitido ampliar la base del movimiento sin rebajar propuestas.El feminismo así es más fuerte, ya que es capaz de integrar más expresiones y reivindicaciones de los distintos movimientos, y esto convierte a nuestras propuestas en más ambiciosas, más transformadoras, y más “peligrosas” para algunos sectores de la sociedad que se niegan a tener una sociedad más justa e igualitaria, sin sumisiones, ni abusos, ni violencias.

Nuestra potencia está en construir un movimiento cada vez más inclusivo y transversal, un sujeto político con una identidad diversa capaz de construir un feminismo “donde quepan todas”, que sirva como herramienta de emancipación colectiva y que cuestione radicalmente el sistema patriarcal. Por eso la huelga del 8M es de cuidados, para hacerlos visibles, valorizarlos y que se desarrollen en corresponsabilidad; laboral, para acabar con la división sexual del trabajo, donde los trabajos más precarios siguen ocupados por mujeres; estudiantil ya que es un sector clave para la erradicación del sexismo y el avance hacia una sociedad igualitaria; y de consumo, para reflexionar sobre el peso de las mujeres en el modo de consumir y la fuerza que tienen para implantar modelos más sostenibles.

Desde la pluralidad y desde la convicción de que venimos a cambiarlo todo, el 8 de marzo, volvemos a ser ola de alegría, sororidad y derechos.

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