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“Siempre he alternado trabajo temporal y mal remunerado, no sé lo que es un empleo estable”

Borja Ramírez

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Con el gasto en pensiones alcanzando en octubre la cifra récord de 9.256,7 millones de euros –según los últimos datos del Ministerio de Trabajo- y las reivindicaciones de diversos colectivos en favor de unas pensiones dignas, la actualidad ha puesto de manifiesto el debate en torno a un problema –la sostenibilidad del sistema de pensiones- que hunde sus raíces en las complejas condiciones socio-económicas actuales.

Inmersa en un proceso de envejecimiento progresivo, Castellón se sitúa como la provincia más envejecida de la Comunitat Valenciana. Así lo afirman los datos sobre proyecciones de población en España, lanzados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). A los problemas de envejecimiento generacional, se suma una todavía precaria situación económica y la agravada y progresiva despoblación que sufre el medio rural, que supone un entorno todavía más hostil para la población más joven.

Los datos del INE no dejan lugar a dudas. La edad media de los castellonenses se sitúa ya en los 43,3 años y se espera que alcance los 47 en poco más de una década. En Castellón se producen actualmente 8,1 nacimientos por cada mil habitantes -tres décimas por debajo de los 8,4 de la media nacional-, si bien se espera que esa cifra disminuya hasta los 7,8. En la comarca del Alto Mijares cuenta con el dudoso honor de tener la tasa más baja de natalidad -4,2 nacimientos por cada 1000- y la más alta de mortalidad.

La despoblación del medio rural se hace patente según revela un estudio realizado por técnicos del Ministerio del Medio Ambiente, Rural y Marino. Únicamente el 14,26% de la población reside actualmente en zonas rurales –las cuales suponen el 81,35% del territorio castellonense-. Además, cerca del 30% de la población de la provincia tiene ya más de 65 años.

Todos estos datos tan poco halagüeños pueden parecer fríos sobre el papel, pero sus consecuencias son muy palpables en nuestra sociedad y están directamente relacionadas con las condiciones socioeconómicas actuales. La imposición del modelo económico neoliberal o la precarización e inestabilidad laboral, tienen su impacto en la forma en que los jóvenes desarrollan –o más bien la forma en que no lo hacen- sus proyectos de vida. A diferencia de sus padres, los jóvenes no pueden permitirse desarrollar un proyecto familiar.

Comenzar un proyecto de vida, “inviable”

Álex Pegueroles tiene 27 años y es graduado en Ciencias de la Actividad Física y el deporte. Cuando estudiaba tuvo que irse fuera de Castellón, aunque hoy día trabaja como preparador físico para el Villareal C.F. Su puesto de trabajo va muy ligado al mundo del fútbol, comenta, aunque “he tenido la suerte de poder entrar en el Villareal, que es un club importante. Con mi sueldo me da para el alquiler compartido, comida y ahorrar un poquito… pero poco más”. Con respecto a la idea de comenzar un proyecto de vida confiesa que “ahora mismo lo veo inviable. Lo que hago ahora es intentar formarme más, ahora mismo ni me lo planteo. La mayoría de gente que conozco de mi carrera tampoco ganan suficiente como para poder vivir…plenamente”.

El caso de Celia Pallarés -26, Burriana- es más positivo. Graduada en Psicología, tuvo la suerte de recibir una oferta de trabajo de una multinacional mientras estudiaba un máster de Recursos Humanos. Su trabajo le exige movilidad, aunque le ha permitido ser económicamente autosuficiente. Ella, confiesa, “no tenía nada que la atase a Castellón” lo cual le ha permitido desarrollarse profesionalmente. “Mientras estudiaba sí trabajé en hostelería o dando clases de repaso”, cuenta. “En mi caso sí he visto que en Castellón hubiese oportunidad de desarrollarme profesionalmente, aunque he preferido optar por la movilidad. Iniciar un proyecto familiar, sin embargo, es algo que todavía se me hace muy lejano”.

Noelia Moreno se graduó el año pasado en Educación Infantil a los 28 años. Proveniente de una zona rural, abandonó la provincia para buscar trabajo en Valencia. Su principal preocupación reside en que, cercana ya a la treintena, no tiene “una cierta estabilidad o algo que sea mío, ni expectativas de tenerlo a corto plazo”. Noelia no conoce otra cosa que ser precaria, el estallido de la crisis económica le pilló con la mayoría de edad recién cumplida. “Siempre que he podido he trabajado. Preguntas aquí y allá, hablas con conocidos… pero siempre he alternado trabajo temporal y mal remunerado, No sé lo que es un empleo estable”, cuenta.

Noelia, Celia y Alex son solo tres ejemplos que ilustran la situación en la que se encuentran miles de jóvenes. El envejecimiento poblacional, la precariedad laboral y la despoblación rural caminan de la mano. La perspectiva, si no cambia el rumbo, no es favorable.

“A veces hablo con mis padres sobre el tema, sobre cómo está todo. Ellos me entienden, pero tampoco tienen una respuesta. A mi edad ellos ya se habían casado, me habían tenido a mí y tenían un piso que pagaban trabajando ambos. Para mí, ya no casarme, sino la idea de tener un hogar se me hace todavía muy lejana. Ya no te digo tener hijos… eso imposible”.

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