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'Polar': el antihéroe español pasa del cómic al cine y se ahoga en su propia sangre

Mad Mikkelsen y Vanessa Hudgens en 'Polar'

José Antonio Luna

John Wick (2014) parte de una premisa estúpida: la mafia rusa asesina al perro del protagonista y este, sin ninguna ayuda, decide vengar la muerte del animal que le había regalado su esposa fallecida. El guion, que parece lo de menos, sirve como pistoletazo de partida (nunca mejor dicho) para un entretenimiento viento y sin sentido con escenas que brillan más por su coreografía que por lo narrativo. La única pretensión es la de mostrar un filme sencillo y salvaje, justo la misma que parece encontrarse tras Polar, estrenada en Netflix la semana pasada.

Pero esta no solo bebe de la acción desmedida de Oldboy o de la, probablemente menos conocida, Redada asesina, sino que adapta el primero de los tres tomos de la novela gráfica creada por el dibujante y guionista valenciano Víctor Santos. La historieta, que inicialmente empezó siendo publicada en formato webcómic, acabó captando la atención de la editorial norteamericana Dark Horse para más tarde llegar a España de la mano de Norma Editorial. Y ahora, después de ser reconocida a nivel mundial por su ritmo frenético y por su creatividad para bañar de rojo cada viñeta, esta da el salto al gigante del streaming.

Como ocurre con cualquier adaptación que se precie, esta arrastraba cierta incertidumbre. Al menos, es lo que ha provocado la trayectoria de Netflix en lo que a versiones de mangas y animes se refiere, con resultados lejos de rozar el aprobado. Sin embargo, esta vez, al menos sobre el papel, el plantel pintaba interesante.

Polar se encuentra dirigida por el sueco Jonas Åkerlund, conocido por encargarse de vídeos musicales de artistas como Madonna, Lady Gaga o The Rolling Stones. Además, también cuenta con Vanessa Hudgens y la gran estrella, Mad Mikkelsen. El actor de Hannibal o La caza hace gala de su presencia en pantalla y encarna a la perfección la enigmática serenidad de un personaje como Duncan Vizla, más conocido como el Black Káiser. Solo basta una mirada o un gesto del que también fue villano de James Bond en Casino Royale para cambiar el tono de la escena.

“Mads sangriento, Mads tenso, Mads con lágrimas en los ojos, Mads fumando, Mads llevando gafas, Mads desnudo en la nieve…”, es como el creador de videojuegos Hideo Kojima, que está preparando un título con el actor, describió la película. Pero, aun teniendo a un actor que cargue con el peso dramático y con las escenas de acción, ¿es suficiente?

El libre albedrío como hilo conductor

La crítica especializada no ha tratado demasiado bien a Polar. En The Guardian la tachan de “una película estúpida y mal construida”, mientras que en Los Ángeles Times la catalogan de “una exposición tóxica de violencia sin sentido”. El resto de medios van en la misma línea: piden cierta coherencia a las acciones que aparecen en pantalla para que así no parezcan gratuitas. Pero ¿están más justificados los golpes en la ya mencionada y alabada película de John Wick? Al menos, parece que el realismo no debería ser el elemento a tener en cuenta. Quizá el problema sea otro.

En este caso, la trama cuenta cómo el asesino a sueldo Duncan Vizla es obligado a retirarse debido a la política de la compañía de la empresa, que prohíbe tener a agentes mayores de 50 años. No obstante, Blut (Matt Lucas), el jefe de la empresa, decide que matar a sus antiguos empleados resulta más rentable que pagarles y opta por contratar a una panda de jóvenes sanguinarios para eliminar a cada uno de ellos. Lo interesante es que, en realidad, bajo esta capa surrealista se esconde una crítica de cómo algunas corporaciones de EEUU obligan a la jubilación anticipada y automáticamente cambian la vieja mano de obra por la nueva. El mensaje es claro: el sistema te reemplazará, incluso si eres el mejor sicario del mundo.

Polar es consciente de que carga a sus espaldas con el peso de John Wick y no escatima en escenas que así lo demuestran. Por ejemplo, cuando el Black Káiser, al igual que Keanu Reeves, adopta a un perro como compañía para su espíritu atormentado. El final de este es, en forma de parodia, cuanto menos inesperado.

El inconveniente es que la conexión con Mad Mikkelsen y Hudgens no se traslada al resto de integrantes. Ciertos momentos encabezados por los nuevos asesinos de Blut carecen de sentido alguno, ya no en lo referido a la veracidad, sino al espectáculo en sí. La narración no acaba de tener un tono claro, y termina siendo más un pastiche de escenas violentas con personajes estereotipados a caballo entre la caricatura de Kick-Ass y el sosiego de Kill Bill 2 en su tramo final. Pero claro, sin ser ninguna de ellas.

Negro, blanco y rojo

Parte de esta falta de rumbo también se expresa en su estética, que probablemente sea uno de los mayores méritos de la obra de Víctor Santos. El cómic está dibujado con solo tres colores: negro, blanco y rojo, y deja patente el estilo minimalista desde su portada. El ilustrador valenciano juega con el contraste de tonos, con la posición de las viñetas e incluso con la perspectiva para sorprender al lector con cada nueva página. La mayoría de ellas ni siquiera necesitan diálogos, solo encuadres insertos a mitad de la hoja que hacen en el cómic lo que el plano detalle en el cine: centran la mirada en un objeto concreto.

En cambio, la película deja de lado el aspecto noir y se decanta por una paleta arcoíris saturada, como si fuera necesaria para remarcar que estamos ante la versión de un cómic. Por el camino pierde la oportunidad de aprovechar un bello paisaje que se prestaba, como ocurre en la novela, a jugar con el blanco de la nieve y con el rojo de la sangre sin convertirse en una psicodelia audiovisual (especialmente en su primera escena con Johnny Knoxville, un añadido más bien evitable).

Polar repunta algo en su última hora de metraje, curiosamente cuando la acción se centra en lo que sucede a Duncan Vizla y su venganza. Nada más. Sobre todo, destaca una escena en un pasillo al más puro estilo Oldboy en la que Mikkelsen se enfrenta a numerosos soldados a golpe de gatillo después de atravesar algún que otro apuro.

El final, si sigue los pasos del siguiente tomo del cómic, dejaría la puerta abierta a una interesante continuación centrada en la aprendiz del Black Káiser. Material hay, pero para convertir este antihéroe español en una joya más allá del papel hace falta algo más.

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