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Rodar en tiempos revueltos: los guionistas de series y películas reescriben la ficción postcoronavirus

Escena de la serie Acacias 38 que se emitirá en TVE

Elena Cabrera

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Como en un engranaje, donde una pequeña rueda dentada transmite movimiento a una más grande, así podríamos ver el efecto del coronavirus en la escritura de la ficción audiovisual. La influencia de la pandemia salta a la vista en el piñón más pequeño de la maquinaria, que es el que consigue girar a mayor velocidad; lo vemos en las reescrituras urgente de guiones, los retrasos en los rodajes y estrenos, y en el encarecimiento en las producciones. Si seguimos fijándonos con detenimiento en cómo funciona este mecanismo, vemos que el movimiento se transmite a la corona motriz de esta industria, aunque se duda de si llegará con más fuerza, promoviendo un cambio de paradigma en los contenidos, o, en cambio, si esta crisis quedará amortiguada por la propia inercia comercial de la industria del cine y la televisión.

Empecemos, pues, por el piñón pequeño. “Olvidaos de las palabras besos y abrazos”, ha sido la primera consigna que ha llegado a los guionistas de la serie diaria Amar es para siempre, que emite Antena 3, según explica su guionista Julia Altares: sin contacto físico entre los personajes “es otra ficción la que se va a hacer”. ¿Pero cómo se escriben historias de amor sin besos ni abrazos? Pues con elipsis. “Lo puedes dejar en alto, que los personajes parezcan que están a punto de hacer algo, hacer que se insinúen o decírselo todo con las miradas, también puedes mostrarlo con lenguaje corporal o con metáforas de la imagen”, explica Eulàlia Carrillo, guionista de la serie diaria de Televisión Española Mercado central. Visualmente, “supone volver al cine de los años 40 y 50, donde no se podía mostrar explícitamente —añade Carrillo— lo cual es un reto artístico que exige agudizar el ingenio. Se parece a escribir tramas de época, donde hay un impedimento para mostrar las relaciones sexuales, ahora el impedimento no es la época sino las precauciones en temas de salud. Lo importante es que al espectador le parezca creíble”.

Las series diarias han sido las primeras en trabajar bajo la sombra del virus: tienen más prisa por rodar y también son las más fáciles de adaptar a los protocolos. Los guiones que ya estaban escritos para Mercado central están ahora en manos del guionista de plató, la persona que se está encargando de modificarlos para que no haya contacto físico, ni más de dos o tres personajes por secuencia, ni grabaciones en exteriores. Por ejemplo: él llora, ella le abraza. Ahí el cambio es fácil: él se queda sin abrazo. Las escenas de acción sin contacto físico son mucho más complicadas de imaginar. Otro ejemplo: en tiempos del coronavirus, los puñetazos siempre fallan; o bien aciertan, pero no vemos el golpe, hay que dejar que el cerebro reconstruya lo que la distancia de seguridad escamotea.

En otra serie de emisión diaria de Televisión Española, Servir y proteger, la pandemia ha impedido el rodaje de las últimas semanas de la cuarta temporada. Eso supone rehacer algunos guiones y comenzar a escribir a partir de junio con las directrices de seguridad, pero es necesario ganar tiempo, por lo que algunos capítulos se han partido a la mitad para su emisión, y así poder tener en nevera el doble de lo que guardaban. “Los guionistas estamos haciendo la broma de que hay que pasar de la seducción al postpolvo”, cuenta Carmen Fernández Villalba, guionista de la serie hasta el pasado mes de febrero. “Las medidas protocolarias encarecen el producto y hay que estar vigilantes porque no podemos permitir que seamos nosotros los que nos rebajemos el sueldo debido al incremento de los gastos”, advierte. “Los guionistas estamos desprotegidos por nuestra intermitencia, no hemos estado parados porque hemos estado escribiendo pero, si no lo vendemos, no lo cobramos”.

Un sindicato vigilante

Las tarifas de los guionistas por cuenta ajena llevan sin actualizarse desde 2017, con una mesa de negociación del convenio colectivo parada este año, no solo por la pandemia, sino porque no había una patronal representativa del sector y, cuando al fin se sentaron, “no mostraron una actitud de avanzar”, según valora Ana Pineda, directora general del sindicato de guionistas Alma. Y en el caso de los guionistas por cuenta propia, cobrar de manera justa “siempre es una lucha” y son habituales las malas prácticas en las que se paga por debajo de las tarifas del mercado. “La situación no se puede adulterar con motivo de esta crisis”, afirma Pineda. Además del peligro en la relajación de los honorarios, el sindicato teme que regresen los abusos de las reclamaciones de créditos de un guion por pequeñas aportaciones, una práctica habitual que merma la retribución del guionista. “Hay guionistas que han seguido escribiendo en este tiempo pero la afectación les va a llegar más tarde, en función de los retrasos o cancelaciones de los proyectos y las producciones, no todas las consecuencias suceden en estos dos meses”, dice Ana Pineda, en referencia a las ayudas que se han abierto para compensar el parón durante el estado de alarma. Según un estudio del Foro de Asociaciones de Guionistas Audiovisuales (FAGA), a pesar de que el 80% de los guionistas encuestados conocía las diferentes medidas de apoyo, solo un 11% podía acogerse a ellas. 

Según Fernández, las productoras que tengan “músculo” gracias a una serie diaria pueden “arrancar y empezar a trabajar en junio”. “Las que tienen proyectos solo en desarrollo, tendrán que aguantar el tirón de una mala época. Algunas lo van a pasar mal y otras tendrán que cerrar”, añade. Plano a Plano es una de esas productoras musculadas que pueden apoyarse en el producto diario —la serie policíaca Servir y proteger—  y además tienen otras producciones en curso como Toy Boy, Valeria (estrenada durante el confinamiento), ambas en Netflix, y Benidorm, con fecha de estreno el 7 de junio. El presidente de la productora, César Benítez, explica que las medidas de seguridad para los rodajes seguros “incrementan los costes de producción entre un 5% y un 15%” debido a que “el ritmo de grabación es más flojo” y hay que hacer instalaciones en las salas de maquillaje, desinfección del vestuario con máquinas de ozono, mayor número de personal, el coste de las pruebas que hay que hacer a los trabajadores, la presencia de personal sanitario en el plató y el incremento de la limpieza en general.

Las series diarias basadas en la época actual se plantean si deben incorporar argumentalmente el coronavirus. En Plano a Plano le dan vueltas a si deben hacerlo en Servir y proteger, aunque parecen decantarse más por el no: “tenemos la intuición de que dentro de un año esto sea algo que ya pasó… o no”, explica Benítez. “No sé si debemos hacerlo porque quizá esto sea algo muy puntual y además tengo la impresión de que lo que queremos es superar esto, no olvidarlo, pero sí dejarlo atrás”. Carmen Fernández explica que la biblia de la quinta temporada —el documento que marca en líneas generales qué va a suceder— ya está escrito y aprobado: “o haces de la COVID una trama o cogerlo por los pelos es absurdo. Cambiar las biblias representa parar las máquinas. Como esto evoluciona tan rápido, dentro de unos meses a saber en qué fase estaremos”. 

En cambio, en Mercado central, “todo apunta a que lo tengamos en cuenta”, dice Eulàlia Carrillo, “una serie que quiere ser actual y que busca que el espectador vea reflejado su mundo en ella, tiene que contar lo que está sucediendo. Yo no sé si el espectador tiene más o menos ganas de revivir esto pero sí creo que puede tener ganas de ver cómo salimos de ello: ver los peligros que nos acechan, cómo nos comportamos cuando nos pasan cosas graves, ver quién se aprovecha de la situación...”. “El problema es que si nos ponemos a escribir en junio lo que se emite en octubre, no sabemos todavía cómo será la nueva normalidad. Escribir sobre una normalidad que no conoces no nos había pasado nunca”, añade.

Audiovisual vírico de laboratorio

Es una conversación recurrente entre guionistas estos días. Carmen Fernández Villalba se pregunta: “¿cuando salgamos de esta, querremos unas historias que nos hablen de esta época y del confinamiento o querremos otras que nos lo hagan olvidar? ¿Buscaremos la evasión, el optimismo, el romanticismo que nos evada del shock postraumático o vamos a querer que nos recuerden la herida abierta?”. El productor César Benítez no cree “en la ficción de laboratorio” y prefiere no pensar lo que la gente “necesita” sino encontrar “buenas historias bien contadas” que son las que hacen reflexionar. “A mí me gustaría que aprendiéramos algo de lo que hemos pasado —reflexiona Julia Altares— pero no lo sé, no puede no hacernos cambiar y si no damos el salto necesario en la vida cotidiana, al menos sí que hay que darlo en la narración”. 

Aunque sabe que “es muy difícil hacer de futurólogo” en cuestiones ligadas a la cultura y la ficción, el crítico cinematográfico Diego Salgado afirma que siente “cierta vergüenza ajena” ante la “gente preocupada porque la ficción prepandemia ya no le funcione alegando que todo ha cambiado” cuando en realidad “no han cambiado ni siquiera sus propias maneras y medios de poner de manifiesto esa idea”, dice, coincidiendo con Julia Altares. No cree que “los algoritmos que deciden hoy por hoy el signo de las ficciones mayoritarias vayan a captar convulsiones sísmicas” en los hábitos de los espectadores, plagados de “desmemoria” y “sobreexcitación digital”. Apuesta más bien por una “aceleración frenética” del consumo. “Puede que Netflix, Marvel Studios o Globomedia incluyan digitalmente en sus producciones ya empaquetadas un signo de precaución ante la pandemia o algún extra con mascarilla, pero, por lo demás, seguiremos consumiendo con bulimia lo que nos pongan por delante, ya sea El hoyo o ya sea Viuda Negra, un tipo de producciones entre cuyos conceptos del espectáculo y la demagogia no hay, por otra parte, demasiadas diferencias”, opina.

En este tiempo de excepcionalidad han surgido los primeros relatos apegados a la realidad inmediata en España, acompañados de otros internacionales. Ahí está la película Madrid, Int. de Juan Cavestany y las series Diarios de la cuarentena de TVE, Jo també em quedo a casa de TV3, y Confinats de iCat en Youtube. Se han anunciado y están a punto de llegar En casa de HBO y la película multisoporte RENACERES a 8K de Lucas Figueroa. Tener o no cabeza para escribir sobre lo que está pasando parte, en gran medida, del privilegio en el que se vive. En general, los guionistas consultados se han encontrado con dificultades para pensar en proyectos nuevos. Así le ocurrió a Eulàlia Carrillo, quien además pasó dos semanas enferma por la COVID-19 y perdió a su suegro: “los guionistas trabajamos con una materia prima que somos nosotros, nunca sabes si lo que te pasa tendrás que usarlo en algún personaje, quizá sí”. “No sé si realmente los guionistas han podido escribir mucho. A mí me ha sido más fácil pensar en cómo afectará esto a la serie que en cosas nuevas. Todo me parecía fútil. Tampoco quería escribir sobre lo que me pasaba, prefería leer o ver series que no me lo recordaran. Te preguntas qué interés puede tener escribir sobre el coronavirus pero al final sí lo tiene si lo consigues reflejar de otras maneras. Tengo ganas de contar cosas positivas, obviamente con sufrimiento y conflicto para que haya trama, pero que sea esperanzador y tenga épica, que vaya hacia la luz”, añade Carrillo.

La opinión del crítico cinematográfico Diego Salgado sobre estas primeras producciones de urgencia está “lejos de ser positiva”. “En el caso de Diarios de la cuarentena, tiene cierta explicación que un producto de la televisión pública funcione ante todo como ejercicio didáctico y tranquilizador en cuanto al comportamiento a desarrollar durante la pandemia. Sin embargo, en muchos momentos suscita sonrojo que eso se confunda con un paternalismo que hace pensar que nos encontramos ante un programa para niños o gestado hace sesenta años, lo que redunda en el infantilismo generalizado que ha caracterizado la gestión y recepción de esta crisis”. Respecto de Madrid, Int., al crítico de Dirigido Por le parece “más grave”: es “el paradigma de hasta qué punto los agentes o activistas o agitadores culturales no tienen nada elocuente que expresar en la actualidad más allá de la melancolía que se deduce precisamente de su nulidad para alumbrar pensamiento”. Para el crítico, “formamos parte de una civilización a la que le basta con contemplar el apocalipsis tumbados en la cama y asomados a la pantalla del móvil, mientras nos hurgamos con aplomo fingido la pelusa del ombligo. Eso lo refleja muy bien Madrid, Int., pero creo que debemos exigirnos bastante más a nosotros mismos”.

Salgado piensa que la mayoría de las vertientes de la producción audiovisual se apoyan sobre un “simulacro de buena ciudadanía” en el que vivimos, “satisfecha con las cifras de muertos y los aplausos, empeñada en aferrarse a discursos utópicos sobre un mañana mejor para eludir mirarse hoy en el espejo y preguntarse sobre su condición”. Por ello cabe esperar que las historias que nos llegan sean, ante todo “ficciones testimoniales”, con ánimo de ser “constructivas”, “que no nos dirán nada que no sepamos, que no nos hayamos resignado a experimentar nosotros mismos o no hayamos hojeado en cualquier suplemento dominical, y que por tanto serán absolutamente superfluas”, dice. Dejando una rendija abierta a lo imprevisible, piensa que si esa “burbuja de mediocridad en la que nos asfixiamos desde hace años” pudiera romperse, vendría desde los terrenos del cine de género, en particular el fantástico, o un inesperado Michael Haneke de nueva hornada. 

La ficción postpandemia

Volvamos al engranaje con el que describíamos la industria al principio de este artículo. El piñón pequeño transmite movimiento al grande, denominado corona. Esta es más difícil de mover porque es más pesada y voluminosa, pero la maravilla de la mecánica es esa: si las piezas encajan bien, la fuerza se transmite. Preguntado por la ficción del futuro inmediato, José Skaf, responsable de producción original de Turner WarnerMedia en España no cree que vaya a surgir una película como Contagio de Soderbergh, que podría ser paradigmática de estos tiempos y que se vio mucho en los primeros días de la pandemia. “Creo que estamos hartos. El ánimo colectivo tiene que reposar un pelín y volver en unos años”. Su canal ha estrenado una comedia política, la serie Vamos Juan, durante el confinamiento, por lo que hicieron la reflexión previa de si era ese un buen contenido para estos tiempos. “Acertamos. La gente nos lo agradeció”, dice. Skaf piensa que el impacto del coronavirus en las historias “no va a ser una cosa tan consciente pero sí va a ser algo que esté en la cabeza de los guionistas, reflejándose en lo cotidiano como algo natural”. Por ello, sí cree que “el cómo se está polarizando la sociedad, la crispación que hay… todo eso va a hacer que la gente quiera hablar de ello en historias”. Lo que hemos pasado “nos va a hacer pensar más sobre las cosas que merece la pena pensar”.

La conversación con otra guionista experiodista, Mercedes Cruz, que actualmente compagina la escritura de un biopic con su trabajo en Amar es para siempre, confirma el tipo de reacción que espera José Skaf. “Una persona como yo que trabaja en una serie diaria lo que se plantea es volver al periodismo, o al menos a hacer un proyecto de realidad porque mientras los de la primera línea de guerra están ahí, los de la ficción nos preguntamos si lo nuestro sirve y si lo que hay que hacer es distraer. Te dicen que sí, que ayuda, pero yo me propongo hacer algo más que distraer, que es flaco favor”. Mercedes planea un documental que relaciona la investigación contra el sida y el coronavirus. “Es pronto para saber si el público va a seguir demandando lo mismo aunque me parece que el deseo de la gente es volver a lo de antes, a lo de siempre. Dependerá del aprendizaje que hayamos hecho”. Si esta tendencia se verá reflejada o no en las nuevas series y películas, para Mercedes dependerá “de la línea editorial de la productora y de la gente que trabaje en ella”.

“En un futuro quiero creer que la sinergia entre realidad e imaginación nos brindará producciones con alcance mayor en el aspecto que sea”, reflexiona Diego Salgado. “Más que nada, para que las siguientes generaciones no hayan de echarnos en cara que fuimos incapaces de articular una cultura de mínimo calado político sobre la coyuntura en apariencia excepcional por la que atravesamos, más allá de reafirmarnos en nuestras dinámicas identitarias, ideológicas y de consumo, que nos han abocado a la filosofía de la trinchera infinita. Pero como creo que, salvo para los afectados directamente por ella de una u otra manera, la pandemia no ha sido en el fondo un hecho extraordinario en nuestras vidas, sino una exacerbación de muchos síntomas desoladores previos acerca de nuestra impotencia e irrelevancia colectivas, dudo que sean posibles cambios en la ficción audiovisual más allá de lo cosmético”.

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