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Quiénes son y de qué huyen los rescatados del Open Arms a los que De Quinto llama “bien comidos”

Italia ordena el desembarco de los 28 menores que están en el "Open Arms"

Icíar Gutiérrez / Gabriela Sánchez

En plena ola de solidaridad ante el abandono durante casi tres semanas de las más de 100 personas rescatadas por el Open Arms, el diputado de Ciudadanos Marcos de Quinto decidió arremeter en un tuit contra los “bien comidos pasajeros” del buque de rescate. El comentario desató numerosas críticas, muchas de ellas aludiendo a los abusos que empujan a estas personas a arriesgar su vida en el Mediterráneo para tratar de llegar a las costas europeas.

Los testimonios del “infierno” experimentado durante su paso por Libia son prácticamente unánimes entre los supervivientes socorridos frente a las costas del país vecino. La ONU habla de “horrores inimaginables”.

Una frase suele repetirse tras cada rescate: “Libia, no”. El temor es el mismo entre los “pasajeros” que se encuentran a bordo del Open Arms, cuya situación física y psicológica, denuncia la ONG, no hace más que deteriorarse. Muchos han sido torturados, han sido violadas, han escuchado llorar a sus familiares mientras sus captores los extorsionaban a cambio de la libertad.

Buena parte de los náufragos a bordo del barco español huyen de países como Eritrea o Sudán, aseguran desde la organización, donde las violaciones de derechos humanos son generalizadas. Otros han sido perseguidos por ideas políticas o se han chocado con abusos en Libia que, aseguran, impide su vuelta atrás. 89 de ellos -todos los adultos auxiliados en los primeros rescates- han declarado ante la ONU su voluntad de pedir asilo.

Issiaga es una de las 107 personas que se encuentran a la espera de desembarcar en puerto seguro desde hace 18 días a bordo del buque catalán. Cuenta que estuvo en varios centros de detención de Libia. “Una de las veces que intentó huir, le dispararon. Llegó con heridas de balas en los pies”, describió a eldiario.es Anabel Montes, jefa de misión del Open Arms.

Issiaga trató de escapar hasta en cinco ocasiones, pero en todas ha sido devuelto por los agentes libios que reciben formación y financiación de la UE. Según Acnur, el 85% de las personas localizadas en el Mediterráneo entre junio y diciembre de 2018 fueron trasladados de nuevo al país vecino por estos agentes a pesar de los “horrendos abusos” documentados por numerosas organizaciones y Naciones Unidas sobre la población migrante: palizas, violaciones, torturas, esclavitud. El pasado junio, la ONU alertó de la desaparición de cientos de personas migrantes en Libia, muchas de ellas vendidas como esclavas o sometidas a explotación sexual.

Safá, otra de las supervivientes rescatadas por el Open Arms junto a sus tres hijas y su nieta, decidió poner rumbo a Europa después de que su marido falleciera en Sudán, donde las fuerzas de seguridad someten a detención arbitraria, detención y otros abusos a los opositores y las restricciones a la libertad de expresión o de asociación son constantes, según han denunciado organizaciones especializadas como Amnistía Internacional.

Una vez en Libia, Safá y sus cuatro familiares fueron encerradas, golpeadas a palos y torturadas. Una de las tres hermanas decidió sacrificarse por ellas para ser violada cuantas veces quisieran por sus captores, que las extorsionaron hasta que vendieron su casa para pagar los 20.000 dinares libios (14.500 dólares) exigidos para financiar su libertad, tal y como explicó a este medio Francisco Gentico, socorrista y fotógrafo a bordo del buque de rescate.

Daniel, de 17 años, también tuvo que pagar por su libertad después de ser torturado y extorsionado en Libia, donde pasó dos años. Procede de Eritrea, donde la ONU ha denunciado que se cometen crímenes contra la humanidad sistemáticos: esclavitud, prisión, desaparición forzada, tortura, persecución, violaciones y asesinatos. Él se marchó a los diez años. “Mi padre era soldado y murió. Mi madre estaba asustada por la conflictividad y decidió llevarnos a Sudán”. Al alcanzar su adolescencia, decidió intentar llegar a la UE. “En Eritrea no tengo a nadie que me ayude y por eso, y por la dictadura, no quiero y no puedo volver”.

En los centros de detención y en los campos de entrenamiento militar de Eritrea se han cometido crímenes contra la humanidad de forma “generalizada y sistemática” en los últimos 25 años, según denunció en 2016 un informe de las Naciones Unidas. “Eritrea es un estado autoritario. No hay una justicia independiente, no hay un Parlamento, y no hay otras instituciones democráticas. Esto ha creado un vacío en la ley y el orden y un clima de impunidad para los delitos contra la humanidad ocurridos durante 25 años. Estos crímenes siguen ocurriendo hoy”, afirmaron entonces. Actualmente, “la violación de los derechos humanos en Eritrea persiste y no hay signos de mejora”, sentenciaron desde la ONU hace un año.

Antes de ser evacuado del buque catalán, Daniel contó que le hicieron llamar a su madre mientras le daban patadas. “Me escapé dos veces de la cárcel, tuve que dejar a mi amigo porque le dispararon mientras nos íbamos. La última vez, me secuestraron y nos metieron en una habitación bajo tierra, donde nos torturaban con electricidad”, explica Daniel. Asegura haber tenido que pagar 4.500 dinares libios (2.870 euros) por una supuesta libertad que no fue tal. “Me vendieron a otro hombre que también me tuvo cautivo, fui su esclavo”.

Su testimonio es similar al de Elvis. Fue uno de los 60 supervivientes rescatados por la ONG española en junio del año pasado, que finalmente pudieron desembarcar en Barcelona tras recibir el permiso del Gobierno español. Vivió durante un año y medio encerrado en un búnker oscuro del que no podía escapar. “Decían 'ven, ven' y disparaban. Yo vi como mataron a mi amigo. Antes de matarles, los violaban delante de nosotros. Les bajaban los pantalones y después los asesinaban”, contó el joven a eldiario.es, a bordo del buque catalán.

Lo mismo sostienen Evans o Benjamin, algunos de los migrantes rescatados por la ONG Alan Kurdi el pasado abril que también pasaron varios días sin un puerto seguro. “En Libia, si te opones a hacer lo que te piden, te matan y se deshacen de ti”, relató Evans. “Desde que llegué ha sido un infierno. Es el país más terrible que he visto en mi vida”, aseguró Benjamin, que, según su testimonio, fue una de las víctimas del mercado de seres humanos que escandalizó al mundo tras las imágenes difundidas por la CNN.

De Quinto: “Costearon su pasaje con las mafias”

En su tuit, el político de Ciudadanos también atacó a los recatados por el Open Arms asegurando que “costearon su pasaje con las mafias”. Las organizaciones especializadas insisten una y otra vez en que la falta de vías legales y seguras de acceso por parte de los Gobiernos europeos es lo que alimenta el negocio del tráfico de personas.

Tras estudiar rutas de tráfico de migrantes de todo el mundo, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) concluyó en un informe en 2016 que la demanda es especialmente alta entre los refugiados, “ya que son personas que carecen de alternativas para huir de sus países y llegar a un destino seguro”. Las estadísticas al respecto son escasas. La UNODC estimó que en 2016, las tres rutas del Mediterráneo generaron unas ganancias de entre 320 millones de dólares y 550 millones de dólares a los traficantes.

Tampoco existen datos claros sobre cuánto pagan los migrantes para subirse a los endebles botes de goma y sus testimonios varían. Daniel explica que pagó 2.000 dinares (1.275 euros) para echarse al mar. Emoran, que tenía 16 años cuando fue rescatado por el Golfo Azzurro, también de Proactiva Open Arms, contó que se gastó unos 2.200 euros.

Muchos trabajan durante su trayecto para ahorrar para sufragar el pasaje, o para pagar sus deudas con los traficantes, de acuerdo con un informe de la Europol también de 2016. “Los migrantes que viajan a la UE son potencialmente vulnerables a la explotación laboral o sexual, ya que necesitan pagar su deuda a los contrabandistas. Se espera que estos tipos de explotación aumenten en los próximos años”, afirmó entonces la Oficina Europea de Policía.

Algunos reciben la ayuda de su familia, como los familiares de Emoran, que reunieron entre todos el dinero suficiente para que el menor pudiera alcanzar Europa. “No puedo volver a pagar el dinero que cuesta el billete”. ¡No puedo volver atrás, no puedo! ¿Cómo voy a explicar a mi familia que todo ese dinero no sirvió para nada? Antes prefiero morir ahogado que cargar con esa vergüenza“, sentenció a eldiario.es a bordo del Golfo Azzurro.

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