La bahía de Donostia se enciende cada noche: 60 años de magia pirotécnica en la Semana Grande
Alrededor de las nueve de cada noche de Aste Nagusia, muchos donostiarras se preparan para uno de los momentos más tradicionales de las fiestas. Quizás para muchos el más tradicional. Después de haber disfrutado de una tarde veraniega junto a la cuadrilla en la Parte Vieja, en la playa de La Concha con la familia o en alguna charanga de algún barrio, la mayoría opta por adentrarse en la zona de los bares del Boulevard. Otros prefieren cenar en alguna sociedad del Casco Vieja con sus seres queridos. Posibilidades hay para dar y regalar, pero, en el subconsciente colectivo es compartido que es la previa del concurso de fuegos artificiales, que se inicia las 22:45 horas. Y este 2025 cumple sesenta ediciones.
Muchos optan por comprarse un ‘bokata’ en el Juantxo o en el Danena, para luego sentarse en el puerto y disfrutar del inicio de la noche mientras esperan a los fuegos. Hay donde elegir. Tabakalera, La Concha, las terrazas o el mar. Son lugares donde miles de personas se reúnen cada noche para vivir el momento estelar de la Semana Grande. Además, servicios como el de Las Motoras de la Isla ofrecen la posibilidad de disfrutar del espectáculo desde el centro de la bahía (17 euros por persona). También hay quienes deciden verlo desde el Monte Ulia o Igeldo. Los más exquisitos suelen acudir al Hotel Catalonia, al Aquarium o al Hotel de Londres y de Inglaterra. Todo un ‘mix’ de posibilidades.
En 1964, Donostia consideró necesario reforzar sus fiestas de verano -alrededor de la Virgen del 15 de agosto y de espectáculos taurinos- para mantener el turismo durante toda la etapa estival hasta la llegada de las regatas de La Concha. “En la ciudad gustaban mucho los fuegos artificiales. Se ha demostrado con muchas intervenciones que ha habido durante la historia: cuando llegaba la realeza, los jefes de Estado, … A todos ellos les gustaban”, recuerda María Jesús Torres, actual directora de Donostiako Festak. En los años ochenta, Torres trabajó con el histórico Rafael Aguirre, que participó en la revitalización de la Semana Grande, las regatas de La Concha y la creación del Jazzaldia.
Los comerciantes de Donostia, que forman parte de la junta del Centro de Atracción y Turismo, consideraron que un concurso de fuegos artificiales -al igual que el Jazzaldia-, podrían animar el verano donostiarra, apostando por un turismo de largo plazo. “Incluso se buscaba alargar la estancia a un mes, ya que en julio se celebraba el Jazzaldia y en agosto la Semana Grande. De hecho, los fuegos, al principio, no se celebraban en agosto, sino en septiembre”, explica Torres. Lo mismo sucedió con el Jazzaldia, que empezó en septiembre y más adelante pasó a agosto. Todo formaba parte de los planes estratégicos que se llevaron a cabo para ‘cubrir’ el periodo estival hasta la Bandera de la Concha. Finalmente, el concurso de los fuegos artificiales se quedó como complemento de la noche de la Aste Nagusia.
Aunque el festival internacional es lo que ha significado a Donostia como capital de los fuegos artificiales, la tradición tiene mucha más solera y va mucho más atrás en el tiempo. “La Bella Easo tiene a sus espaldas un largo historial de tradición pirotécnica en honor de sus visitantes veraniegos, ya desde Isabel II [de España], en cuyo honor se disparó una impresionante colección el 11 de julio de 1848”, apuntaba Félix María Goñi en el libro 'Fuegos artificiales en Euskalherria: pirotecnia y pirotécnicos'. Pero si hubo unos fuegos cuya pólvora quedó impregnada en la memoria donostiarra, señala Goñi en su libro, esos fueron los que impresionaron al conde Galeazzo Ciano en 1939. Era el yerno de Benito Mussolini, por aquel entonces 'duce' italiano.
Así lo contó 'El Diario Vasco': “La noche en calma era ideal para esa fiesta náutica nocturna. Millares de luces silueteaban la isla de Santa Clara, el Urgull e Igueldo. En este monte aparecía con grandes letras rojas la inscripción luminosa Franco, y en el Castillo, también en igual tamaño y en rojo, Duce. [...] Muchas embarcaciones iban arrojando sobre el agua brazadas de cohetes que al estallar resplandecían como volcanes, produciendo un efecto verdaderamente de maravilla. En los montes y desde la terraza del Aquarium se lanzaron millares de cohetes, ardían infinidad de bengalas y en sorprendente fosforescencia del fondo de la noche surgía un fantasmagórico paisaje de maravilla. Fue un espectáculo en verdad único que tuvo un final digno. Si alguna vez cabe decir que termina con broche de oro una fiesta, esta vez ha sido. San Sebastián hace así de bien las cosas. Mejor no habrá pueblo que las haga. Lo hacemos constar como donostiarras satisfechos y sin olvidar la calidad de muchas de las personas que presenciaron tan maravilloso espectáculo nocturno en nuestra bahía incomparable”.
Desde 1964, cada agosto se han celebrado los fuegos, salvo en dos ediciones suspendidas por la pandemia. “El concurso tiene que ser un orgullo para la ciudad. Es prestigioso y serio, en el que se tiene en cuenta la trayectoria de cada una de las casas pirotécnicas”, explican. De hecho, cuenta con medidas de seguridad “importantísimas”, tomadas como referencia en muchos países. “Es un modelo internacional. Ganar una Concha de Oro -el premio que se otorga al ganador de la edición, como en el Zinemaldia-, significa saber utilizar el fuego, diseñar y ofrecer lo mejor para alegrar, emocionar e incluso, en algunas ocasiones, hacer llorar”, apuntan.
“Nosotros no producimos fuegos, pero producimos de las casas de los mejores festivales del mundo. No sólo hablo a nivel nacional o europeo -Mónaco o Hamburgo-. Te estoy hablo de festivales mundiales como el de Montreal”, deja claro Torres. El festival se basa en castillos valencianos, que pueden diseñarse de formas muy distintas según la tradición pirotécnica de cada país. “No es lo mismo un castillo valenciano planteado por un alemán, un inglés o un valenciano. Eso es lo que hace que el festival sea especial, ya que muestra diferentes maneras de concebir el mismo concepto”, explica Torres.
Italia, protagonista histórica del concurso
A las 10:30 de la mañana, en el Teatro Victoria Eugenia, Andrea Parente, representante de la pirotecnia italiana Parente Fireworks, se encontraba ilusionado. Entre otras cosas, comentaba: “Esta noche el 80% del material es de producción propia”. Pero Parente no es la única casa italiana que competirá en este año. En la noche de apertura de las fiestas -9 de agosto-, fue el turno de Lieto Fireworks, que en su momento obtuvo una Concha de Plata. Además de la dupla italiana, también participan IP Innovative Pyrotechnik, Pirotécnica Zaragozana, Pirotécnica Peñarroja, Caballer FX y Pirotécnica Valenciana.
Tras la rueda de prensa, Torres añade: “Este año queríamos que todos los competidores tuvieran una o más Conchas de Oro. Los hemos conseguido, excepto con Lieto Fireworks”. Muchas de las casas pirotécnicas internacionales que han ganado anteriormente han desaparecido y, por lo tanto, la organización ha optado por contar con una casa que obtuvo el segundo premio.
De cara a la noche del 12 de agosto, Torres se mostraba optimista: “Va a ser fantástica. El hecho de que el 80% sea producción propia lo dice todo”. Según la directora, los italianos se caracterizan por realizar bombas de detonación múltiple. “El primer día, en un disparo, conté 12 detonaciones. Eso significa que cubres el cielo en toda su amplitud y extensión. Ellos lo sienten, lo viven”, se felicita. En los últimos 33 años, no ha habido un solo año en el que no haya habido una firma italiana. Otras firmas ‘clásicas’ extranjeras son alemanas, australianas, inglesas o portuguesas. “Pero un italiano tiene que haber sí o sí”, subraya.
Cuando se echa la vista atrás, Torres nombra las casas que más le han impresionado: “Ricasa de Valencia, con cinco Conchas de Oro, es una de ellas. Scarsella sería otra, con dos, y podría haber tenido la tercera, si no fuera por una cuestión personal que le ha impedido volver este año”. También recuerda al fallecido Mario Igual, de Pirotecnia Igual, que cuenta en su haber cinco Conchas de Oro y un Tambor de Oro, el máximo galardón que otorga la ciudad. “Era un enamorado de San Sebastián”, señala.
“Hay una firma germano-austríaca llamada Bugano, que me impactó muchísimo, porque ofrecía un espectáculo casi sin ruido y ganó. Otro fue Puro Fantasía, muy criticado por ofrecer un espectáculo basado solo en candelas, con muy poca pólvora, en una época que primaba el peso de esta”, evoca. La conversación termina, de nuevo, hablando sobre los italianos: “Traen 385 kilos de pólvora, van a hacer un espectáculo absolutamente fantástico”.
Sin embargo, a la hora de la verdad, factores como el viento, el agua, el humo pueden influir. “Si hay viento del noroeste todo va fantástico, pero si el humo se estanca, la colección no es igual de vistosa”, explica la directora. El jurado, que siempre observa desde el mismo punto, valora aspectos como la sonoridad, la luminosidad, el color, el espacio que abarca el fuego, la unión entre los fuegos bajos, medios y altos, el diseño y la respuesta del público. “También se valora la calidad del producto. Si las esferas son perfectas y cuánto tiempo permanecen en el cielo”, explica Torres.
La decisión final se toma el sábado en el Victoria Eugenia. Se discute primero, y luego, hace la votación. El que mayor número de puntos obtenga, gana. Aunque sea una competición, Torres valora el aspecto humano que se respira en las empresas: “Todas las casas internacionales que han venido me han impactado por su humildad y el amor que expresan hacia la ciudad. Además, las casas internacionales que vienen siempre vuelven más de una vez”.
El helado
Y si hay algo asociado a la cita pirotécnica, es el trasiego a las heladerías. El disfrute del helado se ha convertido en otra de las características principales de la Aste Nagusia. “Es una práctica diaria”, comenta un joven que se encuentra esperando. “Para mí, poder disfrutar de un helado antes o incluso mientras veo los fuegos es como un ritual”, comenta otro.
A las 22:45 en punto de este miércoles comienzan los fuegos de la casa Parente Fireworks. Tal y como habían adelantado por la mañana, han apostado por un espectáculo ‘a la italiana’: colorido y bello. En la bahía se observa el reflejo de los fuegos que ascienden al cielo. Miles y miles de personas miran hacia arriba. Muchos gritan, otros aplauden. Todos sonríen.
“Es increíble la respuesta del público este año. El público se ha levantado de las sillas de La Concha para aplaudir. Lo haces porque te ha llegado; es un espectáculo efímero, que nunca volverá a repetirse”, comenta Torres. Después, reflexiona: “La Semana Grande ha sido muy vapuleada durante mucho tiempo. Durante los ochenta y noventa, la situación social llevó a definirla como algo que no era nuestro, sino que estaba dirigida hacía los turistas. Ahora, sin embargo, está integrada dentro de ese corazoncito festivo que tienen los donostiarras donde los fuegos son algo absolutamente esenciales”. Torres, sonríe relajada antes de concluir: “Es la actividad más plural y numerosa. La Semana Grande no sería lo mismo sin los fuegos”.
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