Viento del Norte es el contenedor de opinión de elDiario.es/Euskadi. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Creadores de escasez
Recientemente los medios de comunicación se han hecho eco del último informe elaborado por Save the Children (“Los desheredados”) sobre la cruda realidad que asola a nuestro país cuando hablamos de pobreza. Son datos que anuncian un presente desolador y un futuro no menos inquietante.
Me centraré en los referentes a España, dado el creciente desinterés que la sociedad muestra sobre noticias más internacionales, si exceptuamos aquellas que tienen como procedencia catástrofes naturales inesperadas (tsunamis, huracanes o terremotos). Por ejemplo, en cuanto a desigualdad, desde el comienzo de la crisis, es el país europeo donde más crece (7,1, según el índice Gini, frente al 3,3 de Grecia, nada sospechosa de nación sufridora en estos años). Otro dato más: las medidas correctoras introducidas por los gobiernos españoles, a través de políticas públicas, desde 2008, han reducido las diferencias sociales en un 31,9%, mientras que países como Suecia lo han logrado en un 53% (la media europea , 40,2%). Consecuencia de lo dicho es que España destaca como el país donde más crece la pobreza severa (3,8 puntos en estos años de crisis; 0,7% en la UE) llegando a afectar al 11,2% de la población.
Este descenso a los infiernos económicos que han conocido muchos miles de hogares españoles tiene además un protagonista negativo nato, la infancia. Un colectivo humano, tremendamente sensible a los incidentes económicos familiares, que sufre rápidamente la consecuencia inmediata de este creciente empobrecimiento social: la disminución sustantiva de la desigualdad de oportunidades. La infancia recibe en un primer impacto dos grandes bofetadas: la cultural (disminuyen sus oportunidades de desarrollo educativo y laboral) y la social (desaparecen las redes de contacto que pueden posibilitarle un ascenso social), de las que le va a ser muy difícil reponerse. A partir de ahí, las desigualdades van a formar parte de su vida.
El informe mencionado diferencia cinco dimensiones, donde la desigualdad anida entre la infancia, que dificultan las posibilidades de ruptura de este círculo de pobreza vicioso: el empleo (caracterizado por la precariedad y que afecta en mayor medida a hogares con niñas/os), la protección social (donde se encuadra “la infancia de la pobreza” -escasa inversión pública, inadecuadamente diseñada, cobertura ínfima,…), la vivienda (con sus constantes vitales insustituibles: hacinamiento, pobreza energética, alquileres usureros), la salud (sedentarismo, obesidad, consumo de drogas y escasez de métodos anticonceptivos, póker de deficiencias sanitarias) y la educación. Me detendré algo más en esta variable por las repercusiones que esta dimensión aporta a una infancia desahuciada.
Una educación en igualdad de condiciones, máxima hacia la que deberían caminar los gobiernos, permitiría reducir considerablemente otros condicionantes que bloquean la movilidad social. Así, una oferta sustancial de becas y con criterio de equidad –en las antípodas de la política de tijeras que ha estado utilizando el gobierno Rajoy-, reduciría los costes educativos a las familias y disminuiría notablemente el indicador actual de abandono prematuro temprano que, curiosamente, ha descendido en todos los segmentos sociales españoles salvo en el que se encuentra el alumnado de familias con menores ingresos (que ha pasado de un 28 a un 36% en los siete años de crisis).
La segregación en las actividades extraescolares es otro botón de muestra donde queda reflejada la impotencia de los/as desheredados/as. Mientras que los gobiernos educativos no entiendan que estas actividades formativas completan también habilidades y competencias a las que la escuela aún no llega con garantías, y que, por tanto, tienen que estar financiadas con fondos públicos, la brecha seguirá creciendo.
En fin, que el informe de Save the Children vuelve a colocar la pelota en el tejado de las administraciones, incapaces de recortar espacio social entre los grupos humanos más y menos vulnerables. Estas instituciones públicas son las primeras en asumir y promover discursos integradores a favor de la educación, señalándola como el verdadero motor social minimizador de desigualdades. La realidad, sin embargo, señala los límites de estas iniciativas buenistas que finalizan tan pronto como se comienza a hablar de inversión y financiación.
Hay otro aspecto que tiene que ver también con la pobreza y la educación y es la revisión de las condiciones en que este alumnado, sometido en muchos casos a condiciones extremas de hambre, violencia y carencia afectiva, recibe el aprendizaje que imprime la escuela.
Hablamos de factores externos al propio niño/a, pero que inciden directamente en su proceso educativo. Es decir, a los llamados factores de educabilidad. Nos lo recuerda recientemente en su artículo Xavier Bonal [“¿Es posible educar en cualquier contexto?”. El Diario de la Educación 17-02-17]: Hablar de educabilidad, por tanto, hace referencia a la necesidad de disponer de unas mínimas condiciones materiales, tan básicas como la posibilidad de disfrutar de alimentación, ropa y material escolar; a la necesidad de un entorno familiar que no suponga obstáculos para las prácticas educativas; un entorno escolar con capacidad para aceptar diferentes ritmos de aprendizaje; un alumnado que haya interiorizado un conjunto de representaciones, valores y actitudes que lo disponga favorablemente para el aprendizaje escolar; un profesorado que confíe en las capacidades de su alumnado; unas condiciones sociales que permitan a las familias asistir a la escuela con regularidad. En definitiva, unos mínimos sociales, familiares y escolares para el desarrollo y el potencial éxito de las prácticas educativas. Cuando seamos capaces, por tanto, de asegurar esos mínimos sociales, estaremos mucho más cerca de expresarnos en términos de igualdad de oportunidades para cualquier estrato de nuestro alumnado.
“Los desheredados”, en fin, señala, una vez más, la injusticia de un sistema económico que se conforma con que el crecimiento productivo vuelva a coger el ritmo que tenía antes de la crisis, sin volver la vista atrás hacia los daños colaterales que sigue produciendo. El informe focaliza su atención en las situaciones crecientes de colectivos que van quedando al margen del sistema y para los que el capitalismo no tiene respuestas, porque no le inquietan, están amortizados.
Decía sobre la pobreza el economista David Anisi, -mencionado en el heterodoxo libro de Trías de Bes [“El libro prohibido de la Economía”. Espasa, 2015]- que no tiene razón de ser porque “si hay materias primas o recursos naturales y a la vez hay personas dispuestas a trabajar, a intercambiar, debería haber siempre, por pura lógica pleno empleo a todo el mundo. La ausencia de libertad, el hambre de poder, el exceso de control, de regulación, los favores y las prebendas crean escasez. La pobreza no es un problema que no se ha sabido resolver, sino que es consecuencia de un mal sistema. La pobreza es producto de la incompetencia humana. La pobreza es un invento de los hombres. Somos creadores de escasez [Creadores de escasez. Alianza Editorial, 1995.]”.
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