“La España vacía es una oportunidad para volver a construir un tejido industrial más limpio y resiliente”
Nicola Cerantola (Padua, Italia, 1982) ha sido uno de los ponentes principales del Congreso Mundial ISWA 2019, que ha reunido esta semana en Bilbao a 1.200 expertos en tratamientos de residuos, reciclaje y economía circular. Cerantola es el creador de Ecologing, una consultora de medioambiente relacionada con el ecodiseño, un tema, que según asegura, mucha gente relaciona erróneamente con la construcción de paneles solares o la eficiencia energética. Estas cuestiones tan solo son una parte del ecodiseño, que se trata, a grandes rasgos, de ir creando productos que se desmonten y se puedan reciclar o reparar, productos que tengan más de un uso, de una vida y formen parte de una economía circular.
¿Qué es la economía circular?
Es un nuevo paradigma económico que pretende eliminar el concepto de residuo. Hoy en día lo que hacemos es extraer de la tierra lo que necesitamos, lo transformamos, lo comercializamos y luego lo dejamos en manos de los consumidores, que de alguna manera tratan de hacer algo cuando termina su vida útil. A eso se le llama economía lineal. Es decir, que de un punto A a un punto B yo extraigo, manofacturo, transformo estos elementos y los hago prácticamente incompatibles con la naturaleza, los pongo en el mercado y luego terminan donde terminan. El consumidor a veces lo hace bien y a veces no. A veces no es su culpa porque la industria genera tanto residuo que se nos escapa. La economía circular pretende eliminar el concepto residuo, es decir, que todo lo que sea residuo de una industria o del consumidor se convierte en un nutriente, en un recurso para otro.
¿Cómo se aplica la economía circular a las empresas?
Algunas empresas ya lo llevan haciendo, por lo menos las que se han empezado a dar cuenta de que es importante dar salida a sus residuos para poder hacer otras cosas. También las empresas se están dando cuenta que es importante cambiar el modelo de negocio para que los residuos se minimicen. Hoy en día la economía lineal utiliza la obsolescencia programada para que los productos duren menos y al final, por ejemplo, termines comprando móviles cada 18 meses porque la batería te empieza a fallar. Son pequeños empujoncitos a los consumidores para que se cansen de las cosas y compren otras. El modelo de economía circular lo que pretende es replantear todo esto para que nosotros vivamos de manera diferente y produzcamos de manera diferente y consumamos de manera diferente.
¿Quién tiene una mayor responsabilidad en cuanto a la generación de residuos, el consumidor o el fabricante?
En estos últimos años se le ha dado mucha responsabilidad al consumidor, yo diría que demasiada. Es verdad que cada vez que un consumidor compra un producto está financiando un cierto tipo de modelo. Si alguien decide comprar comida basura financia un tipo de modelo mientras que alguien que elige comida de la huerta, de kilómetro cero y ecológica está ayudando a otro tipo de empresa. Pero también es verdad que ahí entran otros dos factores más. Uno es la responsabilidad de las empresas. No es posible que las empresas hagan lo que quieran simplemente porque estamos en un mercado libre. Es ahí cuando entra el otro rol, que es el tema de las autoridades, la Administración. Lo que ellos deberían hacer es velar para que no existan comportamientos, que no están bien. Es responsabilidad de los gobiernos velar por nuestros intereses como sociedad, no solo por los intereses de las grandes corporaciones. Deberían velar también por nuestra salud y nuestra seguridad. Hoy en día se confunde mucho el tema del medioambiente con un tema que solo afecta a los osos y a los pingüinos, pero no es eso, es que nos estamos comiendo cinco gramos de plástico a la semana entre lo que inhalamos y lo que comemos, porque al final todo lo que nos rodea está lleno de microplásticos y nanoplásticos. ¿Quién tiene la responsabilidad de eso? ¿El consumidor que trata de vivir y consume porque necesita cosas, o quien comercializa ese tipo de productos y quien no los regula suficientemente?
¿Cuál considera que es el hábito de consumo que más costaría cambiar en la sociedad actual?
Yo diría que hay dos. Uno es la comodidad, que es un cáncer para la sociedad, para la humanidad, para nuestros cuerpos. Nos acostumbramos a bajar siempre en ascensor y luego tenemos que ir al gimnasio porque nos sentimos mal. Llevamos toda nuestra historia haciendo cosas con las manos, moviéndonos al aire libre y hoy en día estamos dentro de edificios inhóspitos, sentados todo el día y con problemas de espalda, perdiendo la vista. Todo este tipo de cosas pasan porque estamos enganchados a la comodidad. El condepto de pedir una cajetilla de cigarros a las cinco de la mañana y que un chaval en bicicleta te lo lleve. Estamos a ese nivel y eso es la muerte del humano. Estamos perdiendo habilidades y facultades mentales ¿qué pasaría si hoy en día quitásemos el Google Maps? La gente ya no sabe ni preguntar por la calle. Estamos totalmente absorbidos. Por otro lado, está el tema de asociar el consumo con la felicidad y eso es muy peligroso. Esa responsabilidad también la tiene el marketing y las empresas que desde hace décadas nos están diciendo que nuestra vida es miserable porque no compramos o no tenemos cosas. Cuando compras esas cosas das cuenta de que te sigues sientiendo igual, nunca es suficiente. Al final, vivimos en una economía lineal y eso es una fábrica de deseos insatisfechos, por lo tanto, es una fábrica de frustraciones. El consumidor como hábito debería empezar a cuestionar este tipo de cosas, darse cuenta de que la felicidad no viene con una nueva chaqueta o un coche nuevo. Lo más revolucionario que podemos hacer hoy en día es empezar a dar un paseo por la calle sin el móvil. Eso ya es un punto de partida, la verdad.
¿Cuáles son las consecuencias de no cambiar o de seguir consumiendo como hasta ahora?
En la Tierra, hoy en día tenemos una media de consumo de huella ecológica, que sería el espacio necesario para producir y consumir lo que necesitamos. Imaginemos que ese espacio es un jardín, pues ahora, con lo que consumo, estoy gastando mi jardín y medio jardín de otra persona que no existe, es decir, estoy hiperexplotando mi cachito de tierra. De media estamos necesitando 1,5 planetas para satisfacer nuestras necesidades y no hay más que un planeta. Hay países como Estados Unidos que gastan 4 planetas y luego países como Somalia, que gasta 0,5. Entonces la media que hemos calculado es 1,5. ¿Por qué tenemos que pasar a un sistema circular? Porque somos cada vez más. Es decir, no podemos pretender vivir como hemos estado viviendo en los últimos 100 años, porque hemos crecido de manera exponencial y antes todo estaba más descentralizado y la gente vivía más cerca del campo. Hoy en día tenemos ciudades de 30, 40 millones de habitantes y vamos a tenerlas de 50 y 60. ¿Todas esas personas dónde van a sacar la comida? Es una cuestión de resiliencia de la civilización.
¿De qué manera puede afectar a las civilizaciones?
Si estiramos tanto la cuerda al planeta suceden cosas como lo que se ha visto ahora que ha pasado en Murcia, en Galicia con los incendios, etc...Todo ello se traduce en problemas para las producciones agrícolas. Terminaremos como en Sudáfrica, teniendo problemas con el agua, con el plástico. El plástico se mete en nuestro cuerpo y hace que nos enfermemos mal, pero enfermedades feas. Entonces todo eso es un círculo vicioso. No es cuestión de salvar a los osos pandas, es que ahora seamos egoístas y pensemos en nosotros mismos porque no lo estamos haciendo. La gente dice “es que somos unos egoístas” y lo somos pero a medias, porque no nos estamos dando cuenta de que nos estamos disparando a nuestros pies con nuestro comportamiento y nuestro tipo de economía. Si no vivimos con mucho menos, no vamos a llegar. Pensemos en países emergentes como India o China, que quieren vivir como nosotros, tener ocho chaquetas, dos móviles, dos coches por familia, tener una casita o su chalet. No podemos, porque no da para todos. ¿Que hacemos, les decimos que ellos no lo pueden tener? Como podrás imaginar con esa respuesta no van a estar contentos. Entonces o bajamos el pistón y empezamos a vivir con muchísimo menos o va a haber situaciones de tensión geopolítica para que la gente tenga los recursos que necesita para vivir. En la electrónica, el cobre por ejemplo. En su mayoría se saca de Chile. ¿Qué pasaría si Chile no nos da el cobre que necesitamos para la industria del vehículo eléctrico? Haremos presión con la ONU, hasta que decidamos invadir Chile para llevarnos el cobre, que no sería la primera vez que pasa. Hay una cuestión geopolítica y los políticos deberían ponerse las pilas para evitar este tipo de tensiones. Una economía circular es una economía local donde yo me abastezco con lo que tengo, siempre habrá que importar alguna cosa pero no el 70% de los materiales como ahora. España tiene una gran oportunidad para volver a ser mucho más local y poder abastecerse. La España vacía es una oportunidad para volver a construir un tejido industrial más limpio y más resiliente.
¿Se podrían utilizar los pueblos de la España vacía para ser más ecológicos?
Claro. Con la economía circular las tecnologías cambian porque podemos fabricar lo que necesitamos, cuando lo necesitamos y, sobre todo, si lo necesitamos. Ahí está la oportunidad para la España rural de volver a ser centros industriales pero no industriales como hace 50 años, sino industriales de ahora con maquinarias modernas que son capaces de dar trabajos cualificados. Otro paradigma diferente. Imagínate que tú vas a una tiendita que está en tu pueblo con unos envases que se los das y los reciclan ahí y te dan un producto a ti que es, por ejemplo, una silla. Esto es el futuro.
¿Es demasiado tarde para que la situación mejore?
No es demasiado tarde pero también sería ingenuo pensar que todo va a ser como era antes. No podemos perder la esperanza. La gente como yo, que nos dedicamos a estas cosas, tenemos siempre dos pies, el pie optimista y el pesimista y es un error quitarse cualquier de los dos. Yo, por si acaso, me estoy preparando en el sentido de tener un cachito de tierra, poner ahí una casa pasiva, recoger el agua y cultivar tus cosas. Ese es mi plan para el futuro, que me parece lo más sensato. Pero si uno vive en la ciudad tendrá que asumir los riesgos que conlleva estar en la ciudad, por ejemplo, donde no haya cultivos, donde el agua dependa de los vecinos. Yo creo que hay esperanza, pero nos tenemos que poner las pilas ya. Nos tenemos que adaptar a la situación nueva, porque el cambio climático va a pegar fuerte. Habrá que diseñar edificios y habrá que diseñar regiones enteras con otros criterios. Y mirar, por ejemplo, lo que pasó en Murcia, si un río en 100 años nunca tiene agua y de repente cae un huracán, está claro que hay que plantearse si esto va a volver a pasar o no. Ya lo están haciendo en varias ciudades, como Amsterdam o Nueva York que están empezando a adaptarse al cambio climático, que es que el mar va a subir, las olas van a ser más grandes, las situaciones van a ser más extremas.