La eficiencia energética en los edificios salva vidas
Cuando una familia no consigue mantener de manera adecuada la temperatura en su hogar debido a la falta de dinero se habla de que sufre pobreza energética. Un concepto relativamente nuevo en Euskadi y España, pero no así en muchos países de Europa. Lo que resulta paradógico es que el mero aislamiento térmico de las fachadas de los edificios pobremente protegidos, aquellos levantados con mucha prisa sobre todo entre los años cincuenta y setenta, podría evitar muchas de las muertes que hoy en día se atribuyen a la pobreza energética.
La encuesta de necesidades sociales 2014 sobre pobreza, elaborada por el Departamento de Empleo y Políticas Sociales del Gobierno vasco, refleja que el número de personas que tienen problemas para mantener su hogar a la temperatura adecuada ha alcanzado en 2014 la cifra de 237.526. Por otro, la población afectada por cortes de suministro de servicios en el hogar (incluyendo agua, luz o teléfono) en 2014 ha sido de 38.255.
Por otra parte, según el Informe 'Euskadi Energía' 2014 del Ente Vasco de la Energía, la factura del sector residencial se ha moderado en los últimos dos años tras seis años de fuerte crecimiento. El descenso en la factura por hogar ha sido del 6,1% y en la factura por habitante del 5,8%, alcanzando 1.012 euros por hogar y 408 euros por habitante. “Una combinación peligrosa de ingresos insuficientes, precios de energía doméstica en aumento y deficientes niveles de eficiencia energética en viviendas”, resume el Observatorio Vasco de la Vivienda.
Aunque los cálculos son muy poco exactos, el exceso de mortalidad debida a la convivencia con bajas temperaturas en casa oscila entre el 10% y el 40%. En España, serían entre 2.000 y 8.000 personas fallecidas de más –más allá de las enfermedades y las otras causas que se registran en las estadísticas– por frío doméstico, según el Observatorio Vasco de Vivienda.
Esta es la fotografía de situación de la pobreza energética. Y a partir de aquí, algunas soluciones. Investigadores de la Agència de Salut Pública de Barcelona han comprobado que una buena parte de esas muertes son evitables: hasta un 67%. Y para ello bastaron unas medidas concretas nada aparatosas, como el aislamiento térmico de las fachadas.
Investigación
Los investigadores analizaron la realidad concreta de los vecinos de 310 bloques con 6.600 viviendas –unos 25.000 barceloneses– de La Pau, la Guineueta, Trinitat Nova y Verdum. Esos edificios fueron sometidos a medidas de aislamiento térmico con placas exteriores que luego se pintaban, entre los años 1986 y 2012. Era una ocasión única para saber sobre el terreno si además de mejorar el confort de estos vecinos, la inversión mejoraba la salud. Y podían comparar entre edificios intervenidos y otros no intervenidos (grupo de control), y entre lo que pasaba a sus habitantes antes y después de ser rehabilitados sus edificios.
La investigación, que verá la luz en breve, demuestra que “no solo se podrían haber evitado hasta el 67% de esas muertes de más. Detectaron que las claras víctimas de ese frío casero, de esa imposibilidad de mantener la casa caliente, algo que ocurre en el 9% de los hogares españoles, eran mujeres”, apunta el Observatorio Vasco de Vivienda. Y es que el riesgo de morir por frío es un 140% mayor entre ellas y aumentaba al 170% si se trata de personas sin estudios. Y se disparaba al 300% en mujeres entre los 70 y los 79 años. Entre los hombres también se registraron diferencias, pero los datos acabaron siendo confusos e incluso contradictorios. Entre las mujeres, en cambio, no.
¿Por qué más muertes femeninas? “Probablemente porque ellas permanecen más tiempo en casa. Y es allí donde los días gélidos, aquellos que superan el 5% la temperatura media de octubre a marzo, les atenazan. El frío provoca vasoconstricción, aumenta los problemas pulmonares y cardiovasculares. Los días con más muertes por infarto coincidieron con los de temperaturas más bajas de esos años. Los excesos de muertes respiratorias ocurrieron varios días después de esas jornadas. Es un efecto tardío del frío doméstico”.
Muerte en días gélidos
El estudio abarcó esos 26 años y a unas 25.000 personas. Murieron en ese grupo 1.880 vecinos, y 114 de esas muertes ocurrieron en los días gélidos. “Al comparar los datos de vecinos de edificios aislados térmicamente y los que no, calculamos que en ese periodo se podían haber evitado 43 muertes inmediatas por esta causa, y hasta 40 en los días anteriores. El aislamiento de fachadas en fincas mal acondicionados es una eficaz medida de salud pública con un claro impacto en la mortalidad”, explican los investigadores.
Además de muertes, el frío doméstico añade morbilidad. “Por un lado, agrava problemas respiratorios, pero afecta a la salud mental, al estrés, la ansiedad y la depresión, principalmente, porque supone una situación de falta de control y de falta de expectativas. El grupo más afectado es el de los adolescentes. El frío obliga a concentrarse a todos los de la casa en el mismo punto del hogar para estar más calientes, se pierde privacidad, y la salud mental empeora”.
Para combatir la pobreza energética se emplean otras muchas medidas que no tienen nada que ver con la arquitectura pasiva, como es el caso estudiado. Son, por ejemplo, ayudas para cambiar la caldera o tomar medidas para mejorar la factura.
Todas ellas son más fáciles para quienes tienen estudios, viven en casas de propiedad y tienen más ingresos. “Si no se tienen en cuenta las desigualdades que provocan la edad, el vivir de alquiler, tener bajos ingresos y nivel de estudios, las intervenciones más frecuentes acaban ahondando la desigualdad”, explican los investigadores.
Desde el punto de vista de la Agència de Salut Pública, que ha realizado este estudio dentro del proyecto europeo Sophie, es imprescindible tener en cuenta estas variables a la hora de diseñar medidas para combatir la pobreza energética.
¿Y para el calor? Los expertos creen que las medidas arquitectónicas han de ser otras, más dedicadas a modificar la ventilación. “Los cambios en la mortalidad son espectaculares cuando se producen olas de calor”, aseguran. Pero esa es otra guerra.
“La repercusión económica de la intervención pública ante la pobreza energética se nota al cabo de siete años, pero en la salud de los afectados el impacto es inmediato. Esas intervenciones arquitectónicas nos hacen menos vulnerables”, aseguran los investigadores de la Agencia de Salut Pública de Barcelona.