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ENTREVISTA Sibila Sotomayor

Sibila Sotomayor, autora del himno feminista chileno: “Los machitos de izquierda nos han llamado fascistas”

El colectivo de activistas chilenas LasTesis, famosas por su performance 'Un violador en tu camino'. A la izquierda, Sibila Sotomayor.

Meritxell Freixas

Santiago de Chile —

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“La subversión sumergida en belleza es revolución”, escriben LasTesis. El colectivo formado por las artistas chilenas Dafne Valdés, Sibila Sotomayor, Paula Cometa y Lea Cáceres empieza así su nuevo trabajo Quemar el miedo, un manifiesto publicado simultáneamente en América Latina y España por la editorial Temas de Hoy (Grupo Planeta), que recopila los principales planteamientos teóricos y de denuncia de las activistas.

El libro recoge las violencias que atraviesan las mujeres (también ellas cuatro) y las personas LGTBI –“la experiencia de una es la experiencia de todas”, dicen– para, a partir de ahí, hacer un llamado a la acción, a transformar este sistema, a “quemar el miedo”.

Desde Valparaíso, Sibila Sotomayor atiende a elDiario.es por videollamada para conversar sobre su nuevo trabajo, pero también sobre los “intentos de censura” por parte de la policía chilena, el proceso constituyente que vive el país y el impacto global de la performance 'Un violador en tu camino', que las hizo mundialmente famosas.

¿Cómo surge la idea de escribir este manifiesto?

Nace de una invitación que se nos hace desde la editorial Planeta para plasmar nuestras ideas en un manifiesto. Sin embargo, para nosotras eso del manifiesto responde un poco a lógicas masculinas, un poco patriarcales, de 'aquí vengo yo con mi verdad'. Es importante aclarar que, más que un manifiesto, es la expresión de lo que pensamos como colectivo y deja muchos canales abiertos para generar otras reflexiones.

Intentamos que fuera de fácil lectura, pero que no perdiera el sustento teórico. Un libro es un soporte más para llegar a otras personas a través de las cuales no podríamos llegar a través de la performance, de lo visual, audiovisual, o sonoro. Trabajamos en distintos formatos con el objetivo de difundir de mejor manera esta idea y llegar a más personas. Nosotras trabajamos en torno a la reiteración, repetir y repetir, porque es la única manera de que queden estas ideas. Con este libro buscamos un poco el mismo efecto que puede tener ver una de nuestras performances o escuchar una de nuestras canciones. 

Si la palabra “manifiesto” no les resulta del todo cómoda, ¿qué sería entonces?

La categoría de no ficción es suficiente, porque habla de una experiencia colectiva con la que pueden identificarse muchas otras personas también. 

El libro disecciona el conjunto de violencias que sufren las mujeres y las personas LGTBI, y las junta porque por separado pueden parecer aisladas o menores. 

Sí, es un paneo de las distintas formas de violencia. Podrías leer un ensayo [capítulo] solo y tendría sentido, pero cuando lo lees en su conjunto te habla del problema estructural. Intentamos que fuera ilustrativo y fiel a nuestra visión, incluso en nuestro estilo de escritura. Hay momentos más concretos, de datos, otros más poéticos que tienen que ver con la forma en la que escribimos porque somos artistas, y otros momentos más teóricos. La idea de collage, de yuxtaponer estilos, formas, materialidades... también está aquí. Quisimos agregar las canciones que hemos hecho en distintos momentos y que creemos que se vinculan muy bien con las ideas que queremos expresar.

¿Por qué han elegido ese título?

Fue todo un tema la palabra “quemar” porque justo en junio del año pasado recibimos dos denuncias por incitadoras a la violencia y desacato a la autoridad. De pronto, la palabra fuego no podemos ocuparla y es una palabra muy importante para la lucha feminista: quemar el patriarcado, quemar el neoliberalismo, esta idea de hacer arder y que no vuelva nunca más. La potencia simbólica que posee el fuego no la podemos ocupar, fue supercomplejo.

Sin embargo, llegamos a ciertas concesiones. No nos van a denunciar por decir que quememos el miedo porque no es lo mismo que decir que quememos el patriarcado, a pesar de que esté implícito dentro de ello. La voz que emana de este libro surge desde un lugar muy rabioso, por la tristeza, por el miedo. Es importante que no quede en un lugar de queja y denunciar estas violencias que operan, constantemente, no solo en nuestro país y en nuestro continente, sino a nivel global. Es un llamado a la acción –quemar el miedo– a través de las distintas herramientas que cada quien tenga: desde lo cotidiano, desde su casa, desde su núcleo familiar, a través del arte, de la organización territorial, la expresión en el espacio público. 

Por lo que explica, se han planteado la autocensura.

Sí, es inevitable porque vivimos en un país donde estamos regidas, regides, regidos por leyes hechas en dictadura. Estamos en un Gobierno de derecha que permite –si no fomenta– formas de represión altamente violentas y, además, está permitido. Pueden mutilar a las personas por manifestarse en el espacio público (no en pandemia), pueden mantenernos en un estado de excepción o con toque de queda durante un año. Estamos en un lugar de vulnerabilidad y la visibilidad es nuestra mejor defensa, pero también lo que más nos expone.

Instituciones que son culpables de mutilar, violar, asesinar en la actualidad se infiltran a veces en nuestras convocatorias, buscan denunciarnos, multarnos, perseguirnos constantemente. Están atentos a todo lo que hacemos. Eso nos coloca en un lugar de miedo y nos hace cuestionarnos cómo hacer para manifestar lo que queremos, pero sin arriesgarnos a terminar en la cárcel. Hay concesiones que hay que hacer constantemente entre lo que queremos decir y no exponernos más de la cuenta. Por suerte, hemos tenido mucho apoyo tanto en nuestro país como de organizaciones internacionales que están preocupadas por nuestra preservación. 

Las dos denuncias fueron archivadas, finalmente. 

Sí, pero la persecución continúa de otras maneras. No es lo único que han hecho. No hemos visibilizado las distintas estrategias que han encontrado para hostigarnos, perseguirnos e intentar censurar lo que hacemos. 

¿Qué impacto ha tenido la pandemia en este trabajo? Mencionan varias veces el confinamiento y el recorte de derechos.

El libro está escrito en contexto de pandemia y ese fue el momento histórico que estábamos habitando. Es inevitable que eso permee. Además, muchas de las violencias que denunciamos se vieron exaltadas, como la violencia doméstica, la más emblemática –lamentablemente– en el confinamiento. Hay un deje rabioso, pero a ratos también triste, de este confinamiento y de lo que nos ha hecho como mujeres y disidencias, sobre todo a quienes hemos elegido expresarnos desde el cuerpo y en el espacio público, que de pronto no podemos habitar. 

Escriben en primera persona del plural, pero hay partes con un tono más personal, desde su individualidad: “Nosotras también somos madres”, “nos hemos casado”, “nos hemos divorciado”, “hemos abortado”, “también fuimos maltratadas”... ¿Cuánto de personal hay en este libro?

Todo lo que aparece ahí le ha pasado a alguna de nosotras cuatro, si es que no a todas, a dos o a tres. Lo que hay en este libro pasa por lo biográfico. Hablamos de nacer en el exilio, de ser migrantes ilegales, eso es una realidad en nuestro colectivo. No nos interesa salir a decir 'a tal le pasó eso' porque preferimos hablar desde el colectivo, porque esto les pasa a muchas otras personas. No hay nada agregado [en el libro] para intentar representar a personas que no están en el colectivo.

También hablan de las críticas que han recibido de “los machitos de izquierda que creen que el feminismo vino a atentar contra la lucha del pueblo”.

En nuestra primera obra hacemos una crítica a Marx basada en la autora marxista Silvia Federici sobre la tesis de que Marx no tomó en consideración el trabajo doméstico no remunerado, el trabajo de reproducción y crianza para sostener el engranaje capitalista. El sistema capitalista no existe sin aquello. Nuestra postura es crítica, sobre todo con los partidos políticos, que son muy misóginos y machistas, con discursos muy antiguos y donde las disidencias no tienen cabida.

La idea del “hombre trabajador” es propia de un imaginario muy antiguo y que no va acorde a los tiempos. Nuestra perspectiva es más cercana al transfeminismo, a la teoría queer, a la perspectiva interseccional. Esto molesta mucho e incluso ha llevado a los machitos de izquierda a llamarnos fascistas, cuando nosotras somos, evidentemente, antifascistas. No podríamos ser feministas si no lo fuéramos. Para ellos, las feministas somos las destructoras de la lucha de clases porque primero va esa la lucha y después las ‘demandas secundarias’. Constantemente recibimos violencia desde ese sector y es impresionante porque te lo esperas del sector conservador o neofascista, pero cuando vienen desde el otro lado y te dicen exactamente lo mismo… Unos te llaman comunista y otros te dicen fascista.

Al final, ¿cuál es el problema? La misoginia. Nos odian por ser mujeres y disidencias, y por alzar la voz, porque quien está tomando el micrófono no es el compañero para hablar de la lucha de clases. Nosotras no invalidamos eso, simplemente decimos que operan otras violencias que se dejan de lado por concentrarnos en un solo problema. Creemos, además, que hay una solución para atacar la lucha de clases y el neoliberalismo: atacar el patriarcado. Si pensamos en transformaciones sociales desde una perspectiva feminista vamos a poder solucionar muchas de las demandas transversales a nivel social. Sin embargo, hay un gran sector que nos sigue viendo a las feministas como enemigas y destructoras. 

Se dieron a conocer al mundo por la performance "Un violador en tu camino". ¿Fue un punto de inflexión en su trayectoria y sus vidas?

Fue algo inesperado, no buscado, porque era una acción muy local. Probablemente, necesitamos mayor distancia histórica para intentar comprender por qué esto y no otra cosa. Hay ciertos indicios, como el contexto de levantamiento popular, las denuncias de las violencias político-sexuales, pero también que es un problema global. Hasta el día de hoy es impresionante ver videos de gente en India, en Mozambique, en París o en Montevideo realizando lo que nosotras creamos en el salón de esta casa [desde donde habla], que era donde nos juntamos porque no tenemos otro espacio para trabajar.

Nos tomamos este nuevo lugar de enunciación y visibilidad con mucha responsabilidad. Ahora vamos equilibrando este trabajo con nuestras otras ocupaciones y responsabilidades familiares porque si nos dedicáramos solo a esto, no podríamos pagar las facturas. 

¿Tienes esperanza en el proceso constituyente en Chile y en esa nueva Constitución paritaria?

Hay que ser realistas y comprender el poder que tiene el sector conservador en nuestro país y cómo está intentando meterse en el proceso constituyente de la forma que sea. Pero tampoco vamos a pecar de pesimistas y decir que nada sirve de nada. Este es un proceso histórico, altamente importante, que debiera haberse dado hace mucho tiempo. Es impresionante que aún tengamos una Constitución hecha hace 40 años, en dictadura, cuando llevamos 30 en una supuesta democracia.

Como pueblo y sociedad vamos a tener que estar atentas y atentes a que, efectivamente, tengamos la representatividad que necesitamos en ese espacio. Nosotras tomamos la decisión de no involucrarnos en política institucional, pero es una burla que se haya discutido plantear la paridad. Además, que [la Constitución] sea paritaria no significa que sea feminista. Esperamos que las personas que lleguen [a escribir el nuevo texto] sean en su mayoría feministas. Pero va a ser un proceso difícil y muy largo. Quedan años de lucha, pero no puede ser que nos siga costando vidas. Tenemos el derecho a dar esa lucha sin violencia institucional ni represión policial.

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