El ataque israelí pone en evidencia la falta de potencia de fuego de Irán, pero Teherán aún puede hacer mucho daño
En términos militares convencionales, no hay duda de que Teherán lleva en una situación de máxima presión desde que Israel inició hace una semana el mayor ataque de su historia contra Irán. Israel logró controlar el espacio aéreo iraní con una rapidez extraordinaria, en tan solo unas horas tras lanzar la sorpresiva operación. El ejército israelí comunicó el lunes que sus drones y bombarderos habían destruido 120 sistemas iraníes de defensa aérea, aproximadamente un tercio de los que tenía Teherán al comienzo de la guerra.
El armamento más eficaz en la respuesta iraní ha sido su arsenal de misiles balísticos de alta velocidad, que según las estimaciones de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) contaba con unas 2.000 unidades cuando comenzaron las hostilidades. Pero Teherán ha perdido capacidad de respuesta militar y de ejercer una amenaza significativa tras los implacables ataques israelíes contra bases de lanzamiento en el oeste del país, como las subterráneas de Kermanshah; y los siniestros y eficaces asesinatos selectivos con los que Israel ha terminado con la vida de altos mandos del ejército.
Irán ha lanzado más de 400 misiles contra Israel hasta el momento. De ese total, unos 200 fueron lanzados en las primeras andanadas de represalia del viernes pasado. De los aproximadamente 40 misiles diarios que se enviaron durante el fin de semana se pasó el lunes a andanadas de entre 15 y 20 misiles (el jueves por la tarde también se lanzaron 15), según un recuento del centro de estudios estadounidense Instituto para el Estudio de la Guerra. Según cálculos de Estados Unidos previos al inicio del enfrentamiento, la capacidad de Irán para fabricar nuevo armamento es limitada: 50 misiles por mes.
La velocidad de estos misiles balísticos hace que sean armas peligrosas. En torno a un 10% sigue eludiendo las sofisticadas defensas aéreas de Israel, como el que este jueves hirió a 76 personas en el centro médico Soroka, en la ciudad meridional de Beersheba. Pero en su mayor parte no parecen estar eficazmente dirigidos contra el complejo militar-industrial de Israel, salvo el del ataque del domingo contra la refinería de Haifa, que provocó el cierre de estas instalaciones en el norte de Israel.
En Israel, la labor de interceptación de misiles balísticos descansa principalmente sobre el Arrow 3, su nuevo sistema de defensa aérea, con un alcance de 2.400 kilómetros y capacidad para derribar misiles más allá de la atmósfera terrestre. También se está usando el Arrow 2, su predecesor, y la ayuda de Estados Unidos con su sistema de defensa aérea Thaad y sus buques destructores del Mediterráneo oriental.
Ninguno de los dos sistemas Arrow es barato: cada interceptor del Arrow 3 cuesta entre 2 y 3,5 millones de dólares [entre 1,7 y 3 millones de euros], dependiendo del cálculo que se emplee. El coste del Arrow 2 es de en torno a 1,5 millones de dólares la unidad [unos 1,3 millones de euros]. Según un cálculo del periódico israelí especializado en economía Globes, Israel ha gastado desde octubre de 2023 entre 1.000 y 1.500 millones de dólares en interceptores Arrow [entre 870 y 1.300 millones de euros].
La clave está en el número de interceptores a disposición del ejército israelí, un tema que preocupa en Tel Aviv tras un artículo del periódico The Wall Street Journal que citaba a un alto cargo estadounidense que decía off the record que a Israel se le estaban terminando. El nivel de existencias se mantiene en secreto y parece poco probable que Israel, plenamente consciente de la amenaza que representan los misiles balísticos iraníes, haya decidido agredir a Irán sin calcular si disponía de un número de interceptores suficiente para protegerse de la respuesta iraní.
Pero los sofisticados misiles defensivos tardan en ser fabricados, un problema que lleva tiempo poniéndose de manifiesto en Ucrania, donde Rusia sigue disparando un número de misiles mayor al de interceptores que Kiev tiene a su disposición.
Israel ha comunicado a sus aliados, antes de que pasase una semana, que ha adelantado más de lo que esperaba con su ataque: en las primeras 24 horas terminó con la vida de 21 altos cargos del ejército iraní, de un total de 22 objetivos; y de 10 científicos nucleares iraníes, de un total de 12.
Los aviones israelíes no tienen que hacer frente a casi ninguna defensa aérea cuando sobrevuelan el oeste y el centro de Irán, lo que significa que en muchas zonas del país pueden atacar con aparente impunidad (hasta el momento, Israel solo ha reconocido la pérdida de un dron). Incluso si las reservas de misiles de ataque israelíes se agotasen dentro de una o dos semanas, y EEUU no interviniera, el dominio de Israel sobre el cielo iraní implica que podrían seguir atacando a un ritmo más lento.
Las capacidades de Irán se han “demostrado ineficaces”, según concluyó el analista de misiles Fabian Hinz en un documento para el centro de estudios Instituto Internacional de Estudios Estratégicos. En el documento también afirmaba que “los dirigentes israelíes están aceptando el riesgo de ataques con misiles balísticos contra sus centros de población, al menos por el momento”.
Según Hinz, el “equilibrio disuasorio” entre los dos países se está desmoronando y solo puede volver a evolucionar en favor de Teherán si un número mayor de sus misiles balísticos restantes, o una proporción mayor, empieza a alcanzar centros de población o lugares clave de Israel. Por el momento no hay ningún indicio de que eso sea así.
Traducido por Francisco de Zárate
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