China intensifica la represión contra la disidencia durante las Olimpiadas: “Nadie puede decir nada”
Un escalofrío atraviesa la sociedad civil china: activistas, periodistas y académicos denuncian haber recibido advertencias policiales y censura en sus redes sociales en las últimas semanas, mientras Pekín se preparaba para albergar los Juegos Olímpicos de Invierno que han comenzado este viernes.
A mediados de enero, el activista de derechos humanos Hu Jia, que reside en Pekín, dijo en un tuit que el aparato de seguridad estatal chino estaba citando a activistas de todo el país para interrogarlos y advertirles que debían guardar silencio.
La escritora Zhang Yihe y la destacada periodista Gao Yu aseguraron que habían perdido parte o todo su acceso a WeChat, la principal red social en China. Académicos como Guo Yuhua, socióloga de la Universidad de Tsinghua, y He Weifang, profesor de Derecho de la Universidad de Pekín, denunciaron problemas similares.
Anticipándose a los Juegos, las autoridades han detenido a dos destacados activistas de derechos humanos: el abogado Xie Yang y el escritor Yang Maodong. Permanecen retenidos bajo la sospecha de haber “incitado a la subversión del Estado”. Un tercer abogado de derechos humanos, Tang Jitian, desapareció en diciembre mientras se dirigía a un acto por el Día de los Derechos Humanos de la Unión Europea en Pekín.
Según analistas y activistas, puede que este tipo de conductas por parte del Gobierno chino constituyan un ritual habitual en el marco de cualquier evento de gran envergadura, pero los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022 es la cita internacional de mayor organización que China haya celebrado en los últimos años.
“No hay nada realmente inesperado en esto”, dice Wang Yaqiu, investigadora principal sobre China en Human Rights Watch, y agrega que al Partido Comunista Chino le preocupaba que las críticas en la red por parte de los ciudadanos chinos pudieran arruinar “la fachada de los Juegos perfectos”.
Si bien no resulta inesperado, la estrategia de Pekín para los Juegos de este año es aún más estricta que la implementada durante las Olimpiadas en 2008, cuando Wang era estudiante universitaria.
“En aquel entonces, podíamos criticar las Olimpiadas, hoy nadie puede decir nada”, indica. Wang añade que ha visto un notable aumento en la cantidad de ciudadanos chinos que denuncian la desaparición de sus publicaciones en las redes sociales.
Hu coincide con Wang. “En estos momentos, en lo que respecta a temas delicados dentro de China, ‘Juegos Olímpicos de Invierno’ es el más importante, solamente precedido por ‘Xi Jinping’”, dice Hu. “No se está permitiendo ninguna crítica por parte de los ciudadanos”, apunta.
La desaparición de Peng Shuai
Estos Juegos han sido los más criticados a nivel internacional desde los Juegos de Invierno de 2014, celebrados en la ciudad rusa de Sochi. La supresión de los derechos LGTB por parte de Rusia suscitó críticas y el Comité Olímpico Internacional (COI) se pronunció al respecto en aquella ocasión.
Este año, el COI no ha dirigido crítica alguna hacia Pekín. Su presidente, Thomas Bach, ha sido acusado por los críticos de ayudar a China en sus esfuerzos por silenciar a la estrella del tenis Peng Shuai, desaparecida en noviembre del año pasado tras acusar a un alto funcionario comunista de acoso sexual.
Bach habló con Peng a través de una videoconferencia, luego de que se produjeran protestas a nivel mundial y de que se publicaran unos breves vídeos de Peng que parecían ser un montaje. Después, Bach repitió que Peng se encontraba bien, a pesar de las preguntas sobre su libertad que siguen sin respuesta.
“Al menos durante Sochi, el COI se pronunció a favor de los derechos LGTB”, dice Wang. “Ahora forman parte de la maquinaria de propaganda del Gobierno chino”, indica. Dick Pound, un alto funcionario del COI, ha calificado de “estúpidas” las acusaciones de que la organización está colaborando con la propaganda del Partido Comunista.
Decepción
Hu, que fue encarcelado por su activismo durante los Juegos de 2008, dice estar decepcionado ante lo que él considera complicidad de parte del COI con los abusos de los derechos humanos en China y con la legitimidad del Partido Comunista. Esta decepción se vio amplificada por el hecho de que unos Juegos Olímpicos anteriores contribuyeron a que la vecina Corea del Sur pasara de una dictadura a la democracia. Seúl fue sede de los Juegos de 1988.
“Fui arrestado en 2008 y pasé tres años y medio en prisión. En aquel momento esperaba que el espíritu olímpico de apertura, igualdad y paz impulsara la democratización en China, como lo hizo en Corea del Sur en 1988”, dice Hu.
En cambio, la legitimidad y el prestigio de los Juegos de Pekín 2008 envalentonaron al Partido Comunista, que desde entonces ha reprimido la disidencia en Xinjiang, Tíbet y Hong Kong. “Los abusos contra los derechos humanos vinculados a los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín son mucho peores que los relacionados con los Juegos de hace 14 años”, dice Hu.
Traducción de Julián Cnochaert.
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