Un concurso amañado, irregularidades y 2,6 millones sin cobrar en el Consorcio de Transportes de Madrid
En la oficina turística municipal, en el número 27 de la Plaza Mayor, ya no venden la Madrid Card. La tarjeta, que empezó a funcionar en febrero de 2003 y permitía a quienes la comprasen visitar decenas de museos y monumentos (como el Teleférico, el Prado, el Museo de Cera o el Bernabéu) por entre 32 y 85 euros, desapareció sin dejar rastro a principios de 2017. No fue la única: Sevilla se quedó sin su Sevilla Card en enero de 2016, a Bilbao le sucedió lo propio en diciembre de ese año y a Palma de Mallorca en febrero del pasado.
Hasta doce ciudades españolas -Burgos, Toledo, Mérida, León, Córdoba, Zaragoza, Alcalá de Henares y Barcelona, además de las anteriores- han dejado de vender esta tarjeta turística en los tres últimos años. ¿La razón? La quiebra de la empresa que las emitía, Neoturismo, tras quedarse sin el concurso público que hasta ese momento le daba de comer: la comercialización del billete de transporte turístico de Madrid en España y el extranjero. Después de la denuncia de una empresa de la competencia que aseguraba que el concurso público estaba cocinado, el Consorcio Regional de Transportes de Madrid (CRTM) lo anuló.
Neoturismo perdió a su principal cliente, entró en suspensión de pagos y dejó a deber más de cuatro millones de euros entre oficinas de turismo, atracciones turísticas y el propio Consorcio, su principal acreedor.
Los denunciantes y antiguos empleados de Neoturismo sospechan que el concurso se canceló porque el Consorcio detectó irregularidades en los pagos por parte de la empresa. En resumen, que Neoturismo no pagaba a la administración la parte correspondiente por todos los billetes que vendía, y el Consorcio no quería más problemas con nuevos proveedores.
En un documento remitido al presidente de la Comunidad de Madrid, Ángel Garrido, los denunciantes exigen que se investiguen estas irregularidades “que afectan a los intereses de la Comunidad”. Desde la compañía lo niegan y achacan la extinción del concurso al “cambio de estrategia” del Consorcio. Y desde el Consorcio tratan de recaudar lo que Neoturismo les debe: 2,6 millones de euros.
Cuando el contrato terminó, le requirieron todos los abonos que aún tenía. “Una vez devueltos títulos por valor de 11.041 euros, la empresa no pudo hacer frente a devoluciones de títulos por valor de 1.968.769 euros y a cantidades declaradas como vendidas por importe de 595.494 euros”, explican. Le incautaron el aval, le enviaron a la dirección general de tributos de la Comunidad una certificación del descubierto y se querellaron contra los administradores porque su conducta podía ser “constitutiva de infracción penal”, procedimiento en el que ha recaído un auto de sobreseimiento provisional.
Actualmente, solo ellos venden billetes turísticos, tanto en su sede como en las máquinas de Metro.
Todo empezó con la 'Madrid Card'
Neoturismo nació en abril de 2002. Su fundador, Viriato Galdón, venía de una empresa de ingeniería -Impulsa Soluciones Tecnológicas- especializada en tecnología para máquinas de vending (en telemetría y métodos de pago sin efectivo). “En aquel momento”, explica Galdón, “el Ayuntamiento quiso montar un proyecto para una tarjeta turística de la ciudad. Nos propusieron ponerlo en marcha junto a la Fábrica de Moneda y Timbre y les hicimos todo el desarrollo, primero como colaboración y más tarde mediante concurso público”.
Neoturismo empezó a distribuir la Madrid Card en puntos autorizados por el Ayuntamiento: tanto a través de su web esmadrid.com como en el Centro de Turismo de la Casa de la Panadería en la Plaza Mayor, gestionados por la empresa pública Madrid Destino. Ser el proveedor oficial de la ciudad permitía a la empresa acceder a los mejores productos turísticos para incluir en la tarjeta: museos, parques temáticos (Faunia, Parque de Atracciones), la plaza de toros de las Ventas o tours por estadios deportivos (el del Atlético y Real Madrid). “Tú date cuenta de que vendes la tarjeta del Ayuntamiento de Madrid. Vas a cualquier sitio y todo el mundo te cree”, explica un antiguo empleado. “Eso se utilizaba a nuestro favor”.
En 2003, el Consorcio presentó el abono turístico de Madrid. Había alguna experiencia previa -en 1985 creó Metrotour, que no tuvo tirón- pero esta fue la definitiva. No hubo concurso: Neoturismo, que ya tenía relación con el Ayuntamiento, se quedó directamente con su comercialización para venderla junto a la Madrid Card. Comunidad y Ayuntamiento estaban en manos de gobiernos del PP por esas fechas.
El método de liquidación era el siguiente: el Consorcio entregaba una cantidad de abonos a la empresa, que se llevaba una comisión según dónde los vendiera -pequeña, si la venta se hacía en Madrid (un 16%) y grande si era fuera o en congresos (un 30%)-. Neoturismo pasaba las cifras de ventas al Consorcio y, según los que hubiera vendido, pagaba la cantidad correspondiente.
Según las cifras anuales publicadas por el Consorcio, Neoturismo vendía aproximadamente la mitad de todos los billetes turísticos de Madrid (la otra mitad se vendía en máquinas de Metro). El billete cuesta entre 8 y 70 euros, según los días y la zona. Casi todo lo que se vendía era zona A (derecho a viajar dentro de Madrid Capital) y la zona T (Comunidad) era residual.
Por ejemplo: en 2015, Neoturismo vendió, según las cuentas del CRTM, 313.738 billetes turísticos. La mayoría de los billetes turísticos que se venden son de un día (5,20 €). Eso son alrededor de 1,6 millones de ingresos para Neoturismo, que, con una comisión media del 23% (no hay datos de dónde se vendían esos billetes), se le quedarían en 370.000 euros de ganancias, porque el resto tendría que devolvérselos al CRTM. 2015 fue el año más jugoso para la empresa: ingresó 5,2 millones de euros y obtuvo 70.000 de beneficio.
La experiencia en Madrid permitió a Neoturismo hacerse con los contratos para desarrollar bonos parecidos en otras ciudades. Allí el modelo era diferente: vendían la turística, no la de transporte, así que conseguían acuerdos con sitios para incluirlos.
“Ellos hacían todo. Imprimían las tarjetas, las embuchaban y enviaban a las oficinas de información turística. Y las propias oficinas pasaban cuentas”, explica Pedro Homar, gerente de la Fundación de Turismo Palma 365. En Palma las oficinas turísticas están externalizadas, así que todo quedaba en manos privadas y Neoturismo solo pagaba un canon fijo anual al Ayuntamiento. Los espacios incluidos dentro de la tarjeta tenían un datáfono de Neoturismo: el cliente pasaba la tarjeta y a final de mes se cuadraban cuentas.
A finales de 2016, algo se torció. En Bilbao, Neoturismo dejó de pagar al Guggenheim, al Museo de Bellas Artes y al transbordador de Vizcaya, así que la diputación declaró el incumplimiento del contrato y la tarjeta se canceló. En Sevilla, donde el contrato público concluyó en 2014, Neoturismo siguió vendiendo la card por su cuenta pero sin acuerdo con las atracciones turísticas, así que los visitantes que la compraban se veían obligados a pagar dos veces. Las quejas de los turistas provocaron una riña política: la oposición aprovechó para decir que la desaparición de la tarjeta suponía “una negligencia, abandono y gran fallo” que deterioraba la imagen de la ciudad.
En Palma, la tarjeta salió del mercado a falta de un año para terminar el contrato. “En la empresa estaban muy implicados. La tarjeta no tenía mucho éxito porque estaba empezando, pero funcionaba. Pero de repente nos dijeron que cerraban”, continúa Homar. “Nos dejaron 32.000 euros colgados”.
El 'whistleblower' y el concurso cancelado
En 2011, varios empleados habían salido de Neoturismo y empezado a trabajar para Rafael Jiménez Dorado, que tiene una empresa de autobuses conocida por batallar contra el Ayuntamiento de Madrid por la concesión del autobús turístico (en manos de Alsa y Juliá) y poner otro no oficial. En el Ayuntamiento lo conocen como “el pirata amarillo” por el color de sus vehículos.
Vista la rentabilidad del billete turístico madrileño, Jiménez Dorado también quiso optar a venderlo él. “Los antiguos empleados de Neoturismo me dijeron que con esto se ganaba bastante dinero. Así que dije: perfecto. Me interesó. Pero cuando vi los pliegos dije: ¿esto qué es?”. El CRTM sí convocó concurso en 2012 (no publicitado, según Jiménez Dorado, y adjudicado a Neoturismo) y en 2015, al que se presentó.
Al preparar la documentación, el empresario descubrió una cláusula imposible de cumplir: era necesario tener una red de ventas que incluía la oficina de turismo del Ayuntamiento en la Plaza Mayor. Solo una empresa cumplía, claro, ese requisito: Neoturismo, que ya vendía allí la Madrid Card.
“Lo denunciamos al Consorcio diciendo que eso no era acorde a la ley. Aun presentándome, denuncié que no era lógico que el Ayuntamiento de Madrid [a través de Madrid Destino] tuviera que darme una carta diciendo que ponía a mi disposición la oficina de la Plaza Mayor”, explica. “Y el Consorcio lo suspendió”.
En febrero de 2016, el gerente del Consorcio, José María Ortega, desistió del concurso argumentando que se había “infringido una norma cuya reparación no es subsanable: la introducción de un requisito de solvencia técnica de imposible cumplimiento para los licitadores”. La venta del billete turístico cesó - más allá de la red propia del CRTM - y el concurso no se volvió a convocar.
La debacle de Neoturismo
El billete de transporte turístico de Madrid era la principal fuente de ingresos de Neoturismo, que, sin concurso del Consorcio, se quedó sin negocio.
“No lo llegamos a entender. Uno de los requisitos era estar en todos los frentes posibles para comercializarlo. Nosotros teníamos acceso a ese punto de venta por la Madrid Card. Pero entiendo que cualquiera podría haber accedido”, explica Viriato.
“Teníamos mucho personal dedicado a ese proyecto, además de las obligaciones de la actividad del negocio. Esto nos generó un quebranto. Intentamos sacarlo adelante, pero imagina que te paran de un día para otro la comercialización de un producto del que dependes... Preferimos parar la actividad y no seguir”. A principios de 2017, Neoturismo se declaró en concurso de acreedores.
¿Por qué retiró el Consorcio el concurso y no convocó otro con requisitos más justos? Los antiguos empleados de Neoturismo aseguran que había irregularidades en la venta de billetes: que la empresa “mandaba informes falsos al Consorcio y el Consorcio no comprobaba lo que realmente había en el almacén. Se vendían y no se declaraban al Consorcio, se les decía que estaban fuera de España”. Según su versión, Neoturismo habría estado vendiendo billetes y quedándose con el total de la recaudación, sin pagar al Consorcio la comisión que le tocaba. Así, cuando en el Consorcio desistieron el concurso y le reclamaron la deuda, se enteraron del entuerto y no lo volvieron a convocar.
“Eso no es así”, dice Viriato. “El Consorcio nos dejaba material. Nosotros hacíamos la puesta en mercado, con una red grandísima de distribución de más de 400 comercializadores. Se distribuía y se iba liquidando. Lo que pasó al final es que al Consorcio le debemos una cantidad de dinero, pero que no podemos atender”. En las últimas cuentas presentadas, Neoturismo tenía deudas por importe de más de cuatro millones de euros.
“Yo creo que escarmentaron”, considera Jiménez Dorado. Precisamente él es quien ha presentado una reclamación a la Comunidad de Madrid para que se investigue el asunto: por qué Neoturismo vendió el billete turístico durante años sin pasar por concurso (hasta 2012 no se convocó el primero) y cómo se controló cuántos billetes se vendían o no de cara a que Neoturismo liquidara cuentas.
La Cámara de Madrid sólo ha fiscalizado una vez las cuentas del Consorcio, en 2012, donde decía que las liquidaciones mensuales se firmaban por un técnico del área comercial y el director de logística de Neoturismo.
Actualmente, ya nadie vende ni la Madrid Card ni el billete turístico de transporte de Madrid fuera de las oficinas del aeropuerto, las máquinas del Metro o los estancos: ni en congresos, ni en el extranjero ni a través de internet. “Consideramos que era lo más adecuado”, concluyen. Eso sí: el Consorcio también indica a los turistas que pueden acudir a su sede en Chamberí para adquirirlo.