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Díaz Ayuso en 2020: un liderazgo político construido para chocar con Sánchez y sin apenas gestión en Madrid

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.

Fátima Caballero

1 de enero de 2021 22:34 h

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La Comunidad de Madrid no tiene presupuestos para 2021 igual que no los tuvo para 2020. La coalición de PP y Ciudadanos sigue con las cuentas prorrogadas del último gobierno de Ángel Garrido, la solución de emergencia en el Partido Popular para sustituir a Cristina Cifuentes, jubilada de la política tras el escándalo de su máster falso. Tres años después, Garrido sigue en el Gobierno regional pero ahora por la cuota de Ciudadanos, partido al que saltó en vísperas de las autonómicas de 2019.

La Comunidad de Madrid tampoco tiene un gobierno que pueda llamarse como tal: PP y Ciudadanos operan como entes autónomos en un gabinete hiperpresidencialista que lidera Isabel Díaz Ayuso. La región ha registrado los peores datos de muertes de toda España en la primera ola de la pandemia y la controvertida gestión de las residencias se llevó por delante al consejero de Servicios Sociales, Alberto Reyero, de Ciudadanos, en guerra abierta desde la primavera con el responsable de Sanidad, Enrique Ruiz Escudero, del PP, al que acusó de no medicalizar los geriátricos, tras habérselo pedido, y de frenar el traslado de los mayores a los hospitales cuando el virus golpeaba con más fuerza.

Y pese a todo lo anterior, 2020 ha sido el año de la consolidación de Ayuso como figura en la política nacional. No por su gestión, que ha encadenado una sucesión de polémicas, la última a propósito del Zendal, un hospital de pandemias sin personal ni quirófanos que iba a costar 50 millones de euros y ya va por el doble pese a que no puede recibir a pacientes graves.

La presidenta del PP se ha erigido en punta de lanza del PP en la estrategia de oposición a Pedro Sánchez. Contra el estado de alarma, contra el cierre perimetral de Madrid cuando peor estaban sus cifras de contagios, contra el sistema de reparto de la vacuna. Contra la otra mitad de su Gobierno, el vicepresidente Ignacio Aguado y el resto de consejeros de Ciudadanos, que tratan de rebajar el conflicto y normalizar las relaciones con el Gobierno central, como hacen otras autonomías donde también gobiernan con el PP.

Pese a su controvertida gestión, que mantiene a los colectivos sanitarios en pie de guerra, Ayuso acaba el año despuntando en todas las encuestas en uno de los feudos claves de la derecha y siguiendo el legado de Esperanza Aguirre. Mientras Ciudadanos se hunde en los sondeos, el discurso duro de la líder del PP no solo le permite contener el ascenso de Vox –con el que mantiene excelentes relaciones– sino que le lleva a crecer en las encuestas, hasta el punto de que en su equipo han coqueteado varias veces con un adelanto electoral, como amenaza contra sus socios de Gobierno para el caso de que Ciudadanos se tome en serio las propuestas de moción de censura que esgrime la oposición de PSOE, Más País y Unidas Podemos.

Isabel Díaz Ayuso apenas convoca ruedas de prensa pero se ha creado un personaje jaleada por la prensa más conservadora que la ha convertido en la antítesis de Sánchez, a veces a costa de ensombrecer a Pablo Casado, el líder de su partido y a quien debe la candidatura que la llevó a ser presidenta de Madrid. Este martes compareció para hacer balance. Hacía un mes de la última rueda de prensa –la anterior fue el 27 de noviembre en Barcelona, la última de sus cuatro visitas este año a Catalunya a donde acude para confrontar con el independentismo– y lo que iba a ser un discurso para valorar las dificultades de un ejercicio marcado por una pandemia que ha golpeado con dureza a la región volvió a convertirse en otra retahíla de reproches al Gobierno de Pedro Sánchez.

Ya no suena a nuevo, su estrategia de confrontación ha sido permanente contra Moncloa desde el primer día de su presidencia en busca de una proyección nacional que se le negaba a una recién llegada a la política y que seguirá explotando en 2021, como se encarga de repetir ella misma.

Una de las grandes preocupaciones de Díaz Ayuso en el arranque de esta legislatura era su bajo nivel de popularidad. “Le obsesionaba ese tema, el bajo nivel de conocimiento que ella tenía entre los madrileños”, asegura una fuente cercana a la presidenta. Si el principal objetivo de la dirigente del PP era darse a conocer, sin duda lo ha logrado con su estridente gestión, siempre rodeada de polémicas. Ayuso ha convertido la Comunidad de Madrid en el bastión de resistencia contra el Gobierno de coalición, y en la principal referencia de la derecha, no solo la que representa el PP sino también, en gran medida, la de Vox.

El día de la Hispanidad escribió un artículo que decía que Madrid está siendo asediadas por las mismas fuerzas que han destruido Latinoamérica. En vísperas del día de la Constitución dijo que vivimos en “la única nación de Occidente que sienta en el Gobierno a extremistas y grupos que vienen a destruir España”. Y este 31 de diciembre ordenó proyectar una bandera de España sobre la sede de su Gobierno en la Puerta del Sol aprovechando la retransmisión de las campanadas. En las últimas horas sus medios afines acusan a TVE de censurar la enseña nacional en su especial de fin de año presentado por Anne Igartiburu y Ana Obregón, algo que no es cierto.

La penúltima polémica puesta sobre la mesa por la dirigente del PP había sido por los fondos europeos y las vacunas: Ayuso defendió que Madrid está siendo “maltratada” pese a que la estrategia había sido pactada en el comité interterritorial, donde están representadas todas las comunidades autónomas. En el centro de sus críticas siempre está Catalunya. La presidenta madrileña considera que se ha producido un agravio en el reparto de una parte de los fondos europeos. La ofensiva iniciada por el portavoz de Esquerra Republicana (ERC), Gabriel Rufián, contra la fiscalidad madrileña que ha decidido llevar al mínimo los impuestos cedidos por el Estado a las autonomías, servía este martes a Ayuso para replicar otra especie del 'España ens roba“, el discurso esgrimido durante años por el independentismo catalán. ”El apoyo del independentismo catalán al Gobierno va a costarle a los madrileños 422 millones de euros que van a recibir menos y esto nos hace falta a todos para hacer frente a los efectos de la crisis sanitaria“, aseguró esta semana la dirigente popular.

Es la enésima batalla iniciada por Ayuso. Pese al terrible balance que la pandemia deja en Madrid, la presidenta madrileña ha visto en la crisis sanitaria una oportunidad para reforzar su liderazgo erigida en la oposición institucional a la coalición de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Nunca ha ocultado que esa es su estrategia. El 8 de enero, solo un día después de que Pedro Sánchez fuera investido presidente del Gobierno, Ayuso compareció con su vicepresidente, Ignacio Aguado, para avanzar que la Puerta del Sol –sede del Gobierno regional– sería el “dique de contención” frente al primer Ejecutivo de coalición de la historia. “El nuevo gobierno radical de izquierdas, apoyado por los independentistas, no nos va a detener”, se llenaba de intenciones la dirigente popular para avanzar que daría todas las batallas ideológicas desde la institución.

Las intenciones de Ayuso se vieron reforzadas semanas después con el nombramiento de Miguel Ángel Rodríguez –secretario de Estado de Comunicación con Aznar– como su jefe de Gabinete el 21 de enero. Poco le importó abrir un cisma en el seno de Gobierno por el fichaje de quien había sido el director de comunicación del primer gobierno de Aznar. Su vicepresidente regional declaraba en una rueda de prensa conjunta ese mismo día que “no estaba de acuerdo”, después de que Rodríguez hubiera vertido meses antes acusaciones de irregularidades de la Comunidad de Madrid sobre el padre de Aguado tras el apoyo de Ciudadanos a la comisión de investigación de Avalmadrid –el primer punto de inflexión en la brecha del Ejecutivo regional–. La llegada de Rodríguez, que tampoco entusiasmó a la dirección nacional del PP, era el primer paso de Ayuso para su salto a la política nacional y la evidencia de que Madrid empezaba a quedársele pequeño a la presidenta.

Su hiperactiva agenda mediática choca con el pobre balance de su gobierno. La Asamblea regional apenas produce leyes: la primera que ha puesto en marcha ha sido la enésima reforma de la normativa sobre el suelo, un asunto sensible en una región propensa a los escándalos derivados del ladrillo. Pese a haber firmado un acuerdo de 155 medidas con Ciudadanos, la presidenta madrileña trata de esgrimir coartadas ideológicas para esconder la incapacidad legislativa de la coalición. “Los gobiernos liberales no se caracterizan por legislar, sino por cumplir las leyes a rajatabla y en la medida de lo posible desregular aquello que no es necesario”, se justificaba la dirigente del PP al ser comparada con la gestión de su antecesora, Cristina Cifuentes, mucho más proactiva. Y la primera ley aprobada tras una crisis sanitaria sin precedentes, fue la reforma del Suelo, que salió adelante sin quorum este otoño marcada por la polémica después de que el presidente de la Cámara madrileña, Juan Trinidad, encerrara a los diputados de la oposición para obligarles a votar.

La idea de que Madrid pueda elaborar unos Presupuestos para gestionar la reconstrucción con los fondos millonarios que van a llegar de Europa es de momento una quimera. Y la pandemia ha enseñado las costuras de la endeble red de servicios públicos de la región que se presenta como “locomotora económica de España”.

Ayuso ha intentado desviar la responsabilidad de un Gobierno partido en dos y asfixiado por el brutal impacto de la crisis sanitaria en la región alentando la confrontación política y llevando al extremo su sobreexposición en los medios. La crítica situación de las residencias de Madrid, en las que murieron más de 8.000 ancianos, abrió la mayor crisis interna en el Ejecutivo de coalición con Ciudadanos por unos protocolos que negaban la derivación de los mayores a los hospitales en el peor momento de la pandemia. Mientras eso ocurría, Ayuso seguía con su estrategia de confrontación con Moncloa. “El error fue fiarme de la izquierda”, dijo a modo de autocrítica en la Asamblea de Madrid. Pero las tensiones internas volvían a imponerse y estallaban a principios de mayo con la dimisión de la directora general de Salud Pública, que consideraba que Madrid no estaba preparada para avanzar en la desescalada, otro frente de batalla de la presidenta madrileña con el Ministerio de Sanidad.

Se vio en la primera ola –en la que Ayuso y su Gobierno acusaron a Sánchez de no dejar pasar de fase a Madrid por sectarismo político, a pesar de que la región no cumplía con ninguno de los párametros que sí permitieron avanzar a otras autonomías gestionadas por el PP– y volvió a repetirse después del verano con los registros de contagios disparados en la región tras un verano marcado por la falta de rastreadores que volvió a descontrolar la pandemia en Madrid. El choque con el Gobierno central volvió entonces con más fuerza entonces pese a la reunión con Sánchez en la Puerta del Sol. La tregua de aquel 22 de septiembre duró la hora y media de reunión porque en esa misma comparecencia conjunta, la presidenta de la Comunidad de Madrid dejó claro que no estaba dispuesta a abandonar los reproches.

A la vez que el choque con Moncloa iba a más –el Gobierno llegó a decretar un estado de alarma en Madrid con la oposición de Ayuso–, las diferencias internas se intensificaban en el seno del Gobierno regional. El PSOE puso entonces sobre la mesa una posible moción de censura que hiciera a Aguado presidente y los nervios se apoderaron de la Puerta del Sol. Ayuso se planteó un adelanto electoral, que fue frenado –por segunda vez, ya lo había propuesto en mayo– por Génova.

Si la coalición aún no ha saltado por los aires, reconocen ambas partes, es porque ambos partidos “comparten” un modelo ideológico similar basado en la rebaja de impuestos y ahora también en el ladrillo como estandarte de la recuperación económica provocada por la crisis de la COVID-19. Ciudadanos se ha sumado en los últimos años a las teorías neoliberales defendidas por los gobiernos de Madrid especialmente los de Aguirre, y pretende impulsar junto al PP las recetas de siempre, que han mermado considerablemente los recursos públicos en la región, a la cola de España en gasto social en áreas sensibles como la sanidad y la educación.

Una estrategia utilizada con anterioridad

Su estrategia de choque con Sánchez aleja a Ayuso también del resto de presidentes autonómicos de su partido. Nadie como la Comunidad de Madrid ha llevado tan lejos la guerra contra el Gobierno central: ni Andalucía ni Murcia o Castilla y León, ni siquiera Alberto Núñez Feijóo en Galicia.

“Esto no es algo que sea exclusivamente suyo, es algo que se arrastra en la tradición del PP madrileño, me atrevería a decir, desde tiempos de Alberto Ruiz Gallardón o de Esperanza Aguirre”, recuerda el politólogo Pablo Simón.

En el PP algunos dirigentes aseguran que la confianza de Pablo Casado hacia Ayuso está “algo deteriorada”. En el equipo del presidente del partido no entendieron el nombramiento de Miguel Ángel Rodríguez como mano derecha de Ayuso y gran poder del gobierno regional ni la deriva emprendida por la presidenta desde entonces. En el partido tampoco sienta bien que ella siempre cope el protagonismo incluso en los días en los que se programan actos para que sea Casado quien fije el mensaje.

De momento, en Génova 13 han preferido dejar en un cajón hasta principios de 2022 el Congreso para elegir al nuevo líder del PP de Madrid, conscientes de la guerra que se abrirá en un feudo tan importante para el partido, y también para Casado. Ayuso se encuentra fuerte y preparada para batallar, pero hay otros nombres en la mesa: el del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, al que el líder del PP aupó a portavoz nacional en la última remodelación del partido donde no se reservó ningún papel a Ayuso, y el de la diputada autonómica Ana Camins, muy próxima a Casado.

“Hay algo muy propio en los partidos en España, que es que cuando uno tiene una base territorial de poder ya puede ignorar totalmente al líder nacional y eso es lo que le ocurre a Díaz Ayuso. Ella tiene su propia plataforma y ya puede seguir su estrategia al margen de la que siga Casado”, concluye Pablo Simón. Sobre si la presidenta madrileña puede desbancar a Casado como líder de la derecha, el politólogo manifiesta ciertas reticencias recordando que el centro y la periferia funcionan con parámetros distintos: “El PP madrileño tiene una tónica propia, está bastante más a la derecha y es más liberal en lo económico que el resto del PP de provincias, como el gallego o el castellanoleonés”.

Pese a la grave situación en que se encuentra Madrid en términos de contagios al final de un año trágico para la región que lidera el balance de muertes en toda España, la euforia en la Real Casa de Correos ahora es mayúscula con el ascenso de Díaz Ayuso en las encuestas. El balance que hacen es que la apuesta por la economía frente a medidas más restrictivas ha dado alas a la dirigente del PP, que está más fortalecida que nunca. Una estrategia que seguirá reforzando durante este año nuevo junto a la de choque con Catalunya para defender la baja fiscalidad.

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