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Una casa que se niega a desaparecer

Viviana Paletta, Javier Gil, Rosana Acquaroni y Antonio Crespo Massieu, durante uno de los actos

Antonio Crespo Massieu y Carmen Ochoa Bravo, fundadores de 'Poesía en el bulevar'

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Escribir sobre el ciclo “Poesía en el Bulevar” para Somos Chamberí era, desde hace tiempo, una propuesta y un compromiso. Ahora es una obligación, porque la Casa de Cultura y Participación Ciudadana de Chamberí donde se desarrolla ha sido condenada a desaparecer. Y con ello todas las actividades que allí se realizan, cualquiera de ellas es, desde luego, de una importancia similar o mayor que la que aquí se expone.

Donde habita la poesía

“La cultura es una casa y nos sostiene”, nos dice la poeta María Ángeles Pérez López en la evocación de su lectura. Una casa abierta, con ventanas, con puertas transparentes, que acoge a todas las personas que se acercan a ella. Un espacio para la palabra y la escucha. En todas y cada una de las 22 sesiones de “Poesía en el Bulevar” tuvo lugar esa prodigiosa experiencia que nace de la palabra poética: el tiempo suspendido, un conmovido silencio, la voz que llega y se hace un temblor, único y diferente en todos y cada uno de los que la reciben. La poesía se encarna al decirse en una sala siempre llena por quienes están dispuestos a descubrir lo nuevo, la imagen insólita, la idea imprevista, la belleza y el dolor, el paisaje y la historia… todo lo que, de pronto, se hace real, cobra vida y, por ello, se abre a la esperanza. 

Para que esto haya sido posible se cumplieron algunos requisitos. Una nómina de poetas invitados en donde estaban voces esenciales de la actual poesía española: mujeres y hombres, de diferentes edades y lugares, de poéticas diversas, llamados tan sólo por la verdad profunda de su poesía. Su generosa respuesta, acudiendo en ocasiones de fuera de Madrid- Salamanca, Valencia, Las Palmas de Gran Canaria, la Rioja- a veces teniendo que solicitar permiso en su trabajo, con el único pago del afecto y la atenta escucha del auditorio. Una presentación de su obra que era un acercamiento, una visión personal, como decir: vais a escuchar algo hermoso, espero que os produzca el mismo deslumbramiento, aunque es posible que una diferente resonancia. Y, por fin, la lectura, alternando las dos voces que solían estar presentes, que iba ganado intensidad; en el silencio sólo se escuchaba la respiración de la palabra, creando mundo. Y un coloquio posterior que era diálogo con los poetas y con todos los presentes pero, también, con uno mismo pues significaba bucear en las propias dudas o hallazgos, en todo lo que había suscitado la lectura. Se ampliaba así el ejercicio democrático de la escucha, lo incierto compartido se hacía común. 

Esto era posible, sucedía, mes tras mes, porque “Poesía en el Bulevar”, como las otras actividades de la Casa, se insertaba en el tejido social del barrio. La asistencia, y esto los señalan todos los poetas participantes, no era la tradicional en este tipo de actos: poetas que escuchan a otros poetas. Frente a ese público, más bien endogámico, en la Casa quienes asistían eran, además, gente que participaba en sus actividades o personas del barrio interesados por la cultura. Una comunidad heterogénea, muy abierta, y que iba entrelazando experiencias y saberes; pues quien escuchaba poesía podía ser muy bien alguien que organizaba un curso de ópera, llevaba un club de lectura, estaba implicado en la defensa del patrimonio, daba unas conferencias magistrales sobre los jardines de Madrid, asistía a un curso de economía o participaba en una despensa solidaria, un grupo de consumo ecológico, asistía a un taller de baile, de ajedrez o alguien que, llamado por la poesía, se acercaba a la Casa por primera vez. Compartir saberes es, también, un ejercicio de fraternidad o sororidad, de sentirnos compañeros en la aventura de ir cambiando la realidad.

Para el Ayuntamiento es difícil de soportar que el interés, calidad, número de asistentes de las actividades autogestionadas sea, a veces, mayor que las de las empresas de gestión cultural que se contrata

Ahora, tras cuatro años de vida, el Ayuntamiento quiere cerrar la Casa. Lo que resulta intolerable para las actuales autoridades municipales es que estas actividades sean autogestionadas, que surjan de abajo. No depender de una programación mediatizada por los intereses comerciales o/y políticos del Ayuntamiento y la Juntas de Distrito. Y, aún más difícil de soportar, que su interés, calidad, número de asistentes… sea, a veces, mayor que las organizadas por las empresas de gestión cultural que se contrata. En definitiva, que, en nuestras actividades, las decididas y llevadas a cabo por las vecinas y los vecinos, no se hace negocio con la cultura.

Su libertad y su independencia es una ofensa. Como lo es la cultura y la poesía para quienes la ignoran, menosprecian o reducen a mercancía. Guadalupe Grande, cuya muerte reciente es aún una herida abierta, que inauguró, junto a María Ángeles Maeso, “Poesía en el Bulevar” el 15 de junio de 2017, ha escrito que la poesía es la actividad “más democrática, más desobediente y más necesaria”. Y que su ejercicio es “intentar otras posibilidades para circular a través de la vida y la historia”. 

Nada tiene de extraño que el actual Ayuntamiento haya decidido acabar con estos centros donde se hace, se vive y se comparte cultura; donde se ejerce la solidaridad y el apoyo mutuo, más necesario que nunca en este tiempo de pandemia en que tantas personas son empujadas a la miseria; donde las AMPAS trabajan con los niños y niñas; donde los colectivos más vulnerables encuentran un espacio en el que autoorganizarse… Esta es nuestra casa común. Una Casa que se niega a desaparecer, la respiración de un barrio, la participación en la construcción de la ciudad democrática, otras formas de circular por la vida y la historia. 

Porque la cultura es una casa y nos sostiene. 

Una nómina para el recuerdo

En poco más de dos años se han realizado 22 sesiones con la intervención de 46 poetas y la asistencia de más de 1000 personas. Entre estos nombres hay Premios y finalistas del Nacional de Poesía, Stendhal de traducción, Hiperión, de la Letras Aragonesas, Medalla de Extremadura… y, junto a ellos, autores más jóvenes. Ni la poesía ni este ciclo establece jerarquía alguna con estas distinciones. Su única verdad es la de la palabra, su más clara certeza saber que es la actividad “más democrática, más desobediente y más necesaria”.

Recordarlos ahora es saldar una deuda de gratitud:

Guadalupe Grande, María Ángeles Maeso, Marta Agudo, Ángel Guinda, Aquiles García Brito, Ana Pérez Cañamares, Alfredo Piquer, Alberto García Teresa, Víctor Gómez, Marta López Vilar, Ángeles Pérez López, Laura Giordani, Juan Carlos Mestre, Jorge Riechmann, Nuria Ruiz de Viñaspre, Conrado Santamaría, Monserrat Villar, Rosana Acquaroni, Javier Gil, Viviana Paletta, Miguel Veyrat, Sonia San Román, Javier Lostalé, Ada Salas, Francisco Caro, Eleonora Filkenstein, Ariadna G. García, Pablo Guerrero, Begoña Abad ,Teresa Langle, Enrique Falcón, Marta López Luaces, Matías Escalera Cordero, Emma Fondevila, José Luis Gómez Toré, Olga Muñoz, Jordi Doce, Eva Hiernaux, Ana Rossetti, José Méndez, Miguel Ángel Curiel, Begonya Pozo, Manuel Rico, Esther Muntañola, Vanessa Pérez Sauquillo y la presentación de la antología (Tras)lúcidas de la editorial Bartleby y el homenaje a la poeta Angelina Gatell.

El jueves 25 de este mes de febrero, a las 19.30, en la Casa de Cultura y Participación Ciudadana, Bravo Murillo 37-39, han sido convocados para una lectura colectiva que queremos sea, no despedida sino reivindicación e inicio de una nueva etapa. Se guardarán todas las medidas de seguridad. Les esperamos y os esperamos.  

N.B. Imposible reproducir, sin exceder los límites de este artículo, las numerosas cartas que hemos recibido de los poetas participantes, expresando sus vivencias en este ciclo y el apoyo a la continuidad de la Casa de Cultura. De nuevo, para ellas y ellos, nuestro agradecimiento.

FIRMAN: Antonio Crespo Massieu y Carmen Ochoa Bravo, fundadores de 'Poesía en el bulevar'

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