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Historia de un retrato: una huérfana murciana de la Guerra Civil pone rostro a su padre 81 años más tarde

Alfredo y Rosa sostienen la foto de su pariente

Erena Calvo

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Una cajetilla de tabaco “verde y gorda” con un puñado de cigarros y tres o cuatro cerillas. Es el último recuerdo que a sus 90 años guarda José de su 'chache' –tío– Juan Vicente, emigrado desde una aldea murciana a principios de 1930 a Barcelona y exiliado a Francia en 1939 para escapar de las tropas franquistas. José tenía ocho años cuando su madre, hermana de Juan Vicente, le despidió con lágrimas en los ojos. Nunca más –hasta hace unos meses– volvieron a tener noticias de él, pero José nunca ha podido deshacerse de esa imagen. Enrolado con los republicanos en la Bretaña francesa, en 1944 su tío fue deportado al campo nazi de Dachau, donde terminó sus días en 1945 a la edad de 52 años.

“Poco antes de que terminase la guerra vino a Valentín –una pedanía de Cehegín, de unos 700 habitantes– a despedirse de la familia, eran seis hermanos”, relata José con una memoria prodigiosa. Por aquel entonces José era un 'zagalico'. “Recuerdo que estaba con otro primo y como hacía mucho aire no pudimos encender las cerillas hasta que nos quedamos con una; nos fumamos todos los cigarros sin parar, los enganchábamos con las colillas”, cuenta entre traviesas y emocionadas risas.

Juan Vicente huyó de España en febrero de 1939, seis meses antes del nacimiento de su única hija, Rosa, que quedó huérfana de madre a los seis años y creció en un orfanato en la época de la posguerra entre muchas dificultades y sin ninguna referencia familiar. “Esa era su pena”, relata a elDiario.es de la Región de Murcia Alfredo, hijo de Rosa y nieto de Juan Vicente, que ha movido cielo y tierra para seguir el rastro de su antepasado. “Mi madre tiene 81 años, y no quería que se fuera de este mundo sin haber visto siquiera un retrato de su padre”.

Tras una intensa investigación que ha tenido ocupado a Alfredo durante más de un año, no solo han conseguido trazar el recorrido de Juan Vicente, sino que han logrado ir rellenando los huecos de su árbol genealógico, “y hemos descubierto que tenemos en Murcia más de cuarenta primos, todo un ejército, deseando conocernos cuando arrecie la pandemia”.

Por los campos nazis pasaron hasta 9.000 españoles, de los que 420 procedían de la Región de Murcia y 15 (contando con Juan Vicente) partieron de Cehegín, explica a este periódico el historiador murciano Víctor Peñalver, especialista en investigar los crímenes contra los españoles en los campos de concentración y que destaca las dificultades que entrañan este tipo de pesquisas. El infierno de Dachau fue breve para Juan Vicente, seis meses, tal y como consta en la ficha de su matrícula con el número de identificación 74210.

“Hay que poner en conexión todo lo que se pueda encontrar, desde los archivos más primarios hasta los rastros documentales en el extranjero; hay que seguir la pista de todos los lugares por los que pudieron pasar esas personas”. En este caso, además, solo disponían del nombre y los apellidos. Peñalver lamenta que no haya ninguna instancia oficial para guiar a los interesados en la búsqueda de sus familiares. “No hay organismos que ayuden a indagar en el pasado de las víctimas de la guerra y la ideología totalitaria del nazismo”.

El primer contacto de Alfredo fue con la Asociación por la Recuperación de la Memoria Histórica, que dedica su labor a la búsqueda de los desaparecidos de la Guerra Civil. “Pero del primer barrido en las bases de datos españolas no encontramos ninguna referencia”. Y entonces iniciaron la búsqueda a través de los archivos departamentales en Francia. Su última esperanza era que hubiera conseguido cruzar la frontera gala. El primer éxito llegó de los archivos del departamento de Pirineos Orientales, con la ficha de Vicente Marín Herrera, nacido en Lejín –Murcia– en 1893. “Tuvimos que descifrar que Lejín era una mala transcripción de Cehegín, y suponer que se había quitado el Juan del nombre compuesto para pasar desapercibido”.

La investigación de Alfredo ha desvelado que su abuelo permaneció en la zona de la Bretaña francesa a las órdenes de Vichy hasta 1941, “cuando salió a las zonas ocupadas y estuvo destinado en un batallón de trabajos forzados”. Allí había una fuerte resistencia contra la ocupación “y colaboró de manera activa para luchar contra los alemanes”. Fue en un archivo galo donde apareció la foto con la que tantos años había soñado Rosa. “Nos la mandaron en blanco y negro, pero la hemos coloreado con un programa y no cabe duda de que es mi abuelo, se parece muchísimo a mi madre”.

El mensaje del náufrago, pero en Facebook

Este pasado mes de julio “lancé el mensaje del náufrago”, la botella fue una página de Facebook, la de la Asociación de Vecinos de Valentín, preguntando por la familia de su abuelo. “En agosto ya había conseguido contactar con los primos de mi madre, que se llevaron una gran alegría”, relata Alfredo.

Rosabel, sobrina de Rosa, nunca olvidará esa llamada telefónica. “Me telefoneó otro primo para anunciarme que había aparecido un nieto del hermano que se le perdió a nuestros abuelos, el chache Juan Vicente”. En su casa, recuerda, se le siguió nombrando toda la vida. “Ay, mi hermanico Juan Vicente, qué habrán hecho con él”, repetía su abuela incansable. “Lo único que sabíamos era que se había ido a Francia huyendo de la guerra, pero nada más”.

José, su padre, tira de memoria y recuerda que otros dos tíos pasaron algunos años en la cárcel. “Los confundieron con mi tío Juan Vicente; a uno de ellos vinieron a buscarle hasta Valentín y al final consiguieron sacarlos de prisión demostrando que no eran la persona que buscaban mostrando unas fotografías”.

Minero en Francia y concejal en Premià de Mar

Según los documentos de Perpiñán, Juan Vicente se habría dedicado a la minería. “Un oficio que le permitía manipular pólvora, y de esa manera podían obtener ese tipo de material para otros menesteres”, reconstruye Alfredo.

Antes de su salida de España, ocupó unos meses el cargo de concejal de Defensa del Ayuntamiento de Premià de Mar, en la provincia de Barcelona. Le nombraron en 1936 y ejerció hasta junio de 1937. “El alzamiento fue en julio y en ese momento todos los cargos políticos de partidos de derechas fueron destituidos automáticamente para que no atentaran contra la República”. Esos espacios fueron ocupados por miembros de los partidos del Frente Popular, entre ellos el abuelo de Alfredo, que pertenecía a una junta vecinal cercana al Partido Socialista Unificado de Cataluña.

Orgulloso de que el esfuerzo realizado haya valido la pena, Alfredo se lamenta de que ha encontrado más respaldo para su investigación a nivel internacional que en España. “Las autoridades alemanas fueron muy rápidas a la hora de mandarme todos los documentos, también encontré muchas facilidades en Francia”. En nuestro país, sigue, “hay que dar muchas vueltas, es todo más hermético, hay más reticencia, muchos documentos están clasificados y otros no están digitalizados”.

Historias como esta, continúa, deben servir para dignificar la memoria de las personas, “tanto de las que ya no están como de las que buscamos entre las entrañas del pasado reciente a pesar de los muchos impedimentos que nos encontramos”. El próximo paso es reclamar al Ayuntamiento de Cehegín que sea homenajeado junto a los otros 14 vecinos del municipio víctimas del nazismo.

Gracias a estas investigaciones, recuerda Peñalver, se reconoce a estas personas como víctimas del franquismo y también como españoles, “porque al integrarse en los campos nazis quedaban en un limbo legal y se les quitaba la nacionalidad” portando el triángulo invertido azul que les identificaba como apátridas. Este año por primera vez se ha celebrado el 5 de mayo el día de homenaje a los españoles deportados y fallecidos en campos de concentración y a todas las víctimas españolas del nazismo, otro paso por la recuperación de su memoria.

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