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Alarde de Irun, la lucha por la igualdad sigue 20 años después

Un momento del desfile mixto.

Eduardo Azumendi

1996. Un grupo de vecinas de Irun y Hondarribia se rebelan contra la tradición y reivindican su derecho a desfilar en los alardes vestidas de soldados, como los hombres. Es decir, en igualdad de condiciones. Aquel primer intento de desfile igualitario acabó a golpes. Ahora, cuando se celebra el Alarde Irun y se cumplen 20 años de esa primera reivindicación, ¿ha cambiado algo? Pues lo cierto es que la fiesta ya no se vive con tanta virulencia, pero el pueblo se ha dividido y las instituciones no han conseguido encauzar el problema.

Estos alardes o desfiles conmemoran la victoria de las milicias forales sobre las tropas francesas a principios de los siglos XVI y XVII. Los hombres marchan ataviados con trajes de soldados y formados en compañías precedidas por una sola mujer con el traje de cantinera. Con el paso de los años se ha ido rebajando de manera notable la tensión y las mujeres se han hecho un hueco en la fiesta, pero manteniendo un difícil equilibrio. Y así lo reconoce el Ararteko, quien recuerda que todos los poderes públicos, y en especial las autoridades locales, tienen la obligación de “remover los obstáculos y adoptar las medidas” para lograr la igualdad efectiva de mujeres y hombres.

La división ha llegado hasta el punto de que los ayuntamientos no son los que organizan la fiesta, sorteando de esa manera la obligación legal de que un acto público sea mixto, tal y como establece la Ley vasca de Igualdad. Así, hay un alarde Mixto y otro Tradicional. “Hay que dar pasos, por pequeños que sean, que superen el inmovilismo y permitan avanzar hacia la plena eliminación de obstáculos a los derechos de las personas”, reitera el Ararteko. Un estudio del Gobierno vasco ya evidenció el año pasado que la actual división entre partidarios del Alarde Tradicional y el Alarde Mixto generaba tristeza, vergüenza y enfado a un 78% de iruneses, al tiempo que un 72% expresaba su deseo de que se buscaran soluciones que acabasen con esta situación.

“Todos los poderes públicos son responsables a la hora de dar respuesta a esta clara demanda social de soluciones”, insiste el Ararteko, pero su discurso no encuentra eco ni receptividad entre algunas instituciones.

Mientras los partidarios del Alarde Mixto achacan los problemas al “exceso de tradición”, los organizadores del Alarde Tradicional creen que los favorables a la igualdad solo quieren destruir los alardes.

Discriminación

Txaro Arribas, integrante del Alarde Mixto y portavoz del movimiento que reivindica la existencia de un alarde igualitario, rechaza el argumento que circula entre las instituciones de que la existencia de dos alardes se debe a que hay “dos maneras de ver y de vivir la fiesta”. “No es cierto. Se trata de un problema de discriminación, en el que un alarde no deja participar a las mujeres y tienen que recurrir a otro desfile para poder disfrutar de la fiesta”.

Se trata de un machismo en muchos casos apuntalado por las propias mujerees. “Sí. Algunas han aceptado que el papel de las mujeres tiene que ser subalterno del de los hombres”. Aunque el paso de los años no ha terminado con la discriminación, al menos sí ha servido para rebajar la tensión de los primeros años, en los que los insultos y las agresiones eran habituales. “Creo que la convivencia en Irun a lo largo del año no se ha deteriorado por culpa del Alarde. Cuando llegan estas [30 de junio] sí se vive con algo más de tensión, pero después la vida discurre con normalidad”.

Arribas ve con satisfacción como año tras año más chicas jóvenes se suman al Alarde Mixto. “Esas jóvenes ya no podrían concebir la fiesta de otra manera”.

Cohesión social

Por su parte, Izaskun Landaida, directora del Instituto Vasco de la Mujer-Emakunde, recalca la importancia de que el Ayuntamiento de Irun reciba al Alarde Mixto. “Supondría un paso importante de cara al avance en la cohesión social” del municipio.

En este contexto, ha reivindicado que las fiestas “no pueden institucionalizar y normalizar una fractura social, sino promover la cohesión, y para ello, los instrumentos necesarios son el diálogo, el acuerdo y el trabajo conjunto”. Landaida ensalza el valor de las mujeres que se atrevieron a plantear la reivindicación y a “todos los que la ”han defendido y mantenido en este tiempo“.

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