Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Violencia sexista en el activismo: un ámbito más donde se perpetra

La directora de Emakunde, Izaskun Landaida Larizgoitia, junto a la investigadora Tania Martínez Portugal

Alba Díaz de Sarralde

La violencia sexista se reproduce y legitima en las comunidades activistas de Euskadi. Ha sido la conclusión de un estudio becado por Emakunde-Instituto Vasco de la Mujer, que ha analizado la violencia sexista en los contextos activistas. Bajo el nombre 'Transformando imaginarios sobre violencia sexista en el País Vasco. Narrativas de mujeres activistas', la investigación publicada este martes alerta de la necesidad de transformar los imaginarios tradicionales sobre la violencia sexista, los estereotipos asociados a las mujeres que la sufren, los hombres que la perpetran o el contexto en el que se reproduce y legitima.

Transformando imaginarios sobre violencia sexista en el País Vasco. Narrativas de mujeres activistas

La autora del estudio, la investigadora Tania Martínez Portugal, ha recibido una de las tres becas que Emakunde-Instituto Vasco de la Mujer concede anualmente a trabajos relacionados con la igualdad de mujeres y hombres. Su proyecto ha consistido en analizar la violencia sexista en los entornos activistas de Euskadi.

En un trabajo realizado conjuntamente con mujeres activistas de movimientos sociales, sindicatos, partidos políticos, medios de comunicación alternativos y ONGDs, Martínez Portugal ha reconstruido relatos de maltrato a través de la técnica de Producciones Narrativas.

El estudio incide en que, a pesar de la heterogeneidad de los entornos activistas y el riesgo de generalización, la violencia sexista persiste en ellas por “las mismas lógicas que posibilitan dicha violencia y su justificación en cualquier otro contexto social y cultural”, según ha dado a conocer Emakunde.

Sin embargo, en el ámbito activista hay ciertas especificidades, tal y como revela el estudio: las relacionadas con la negación del sexismo y la violencia sexista, la jerarquización de las luchas o la subjetividad feminista de las activistas. Esta última, según Emakunde, “se ve reforzada tras atravesar un proceso de aprendizaje y empoderamiento a partir de su experiencia violenta”.

El estudio destaca la importancia de “ampliar el conocimiento sobre las implicaciones y mecanismos del fenómeno de la violencia”, independientemente del contexto en que se produzca. Incrementar la conciencia sobre el funcionamiento y expresiones del maltrato aumentaría las posibilidades de identificarlo y enfrentarlo, bien por parte de las mujeres que lo sufren, bien por parte de la sociedad en su conjunto.

En este sentido, la negación del sexismo y la violencia sexista en el activismo “producen una mayor indignación y frustración por parte de las agredidas”. Ello supone un obstáculo más a la hora de identificar esas agresiones y actuar frente a las mismas, según el documento de Martínez Portugal.

Las reivindicaciones de los colectivos mixtos se jerarquizan. De esta manera, combatir el sexismo quedaría en un segundo plano, con el resto de luchas en primer lugar. La violencia sexista sería relegada al ámbito de lo privado, “donde operan los mismos mecanismos de justificación y evasión de responsabilidades que en otros contextos”, según el estudio.

La necesidad reflejada por Martínez Portugal es la de “trascender el nivel discursivo”, al haberse apropiado el discurso feminista por parte de muchos colectivos y organizaciones. Ello constituye la identidad de los mismos, pero no implica su completa interiorización. En cuanto a su estructura, la erradicación de la violencia sexista requiere cambios que implican la politización de las relaciones interpersonales o la generación de nuevos modelos de activismo, como refleja el estudio.

Etiquetas
stats