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La derecha y el totalitarismo

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, en una imagen de archivo.
4 de agosto de 2022 22:24 h

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En su escalada de banalización del lenguaje, el PP se ha lanzado a vaciar de contenido un término que, por su significado trágico en la historia europea, no debería tener más sentido del que le hemos asignado colectivamente. Ese término es ‘totalitarismo’. Pregúntele a cualquier persona sensata qué entiende por totalitarismo y seguramente lo identificará con un régimen que ejerce un control absoluto sobre los ciudadanos, privándolos de sus libertades más esenciales e imponiendo un pensamiento hegemónico fuera del cual solo existen las tinieblas de la represión. El nazismo, el fascismo, el comunismo soviético y, con todas sus singularidades, el franquismo son los ejemplos más paradigmáticos de totalitarismos modernos. Pero el PP, que hace mucho tiempo perdió la sensatez, considera que la lista debe incluir el ‘sanchismo’.

La derecha ha calificado de totalitario al Gobierno de Sánchez con el argumento de que sus iniciativas sobre el aborto, la eutanasia o la transexualidad, o sus posiciones sobre la educación sexual en las escuelas, pretenden imponer en la sociedad un pensamiento único de ideología ‘progre’. Algo parecido dijeron años atrás cuando el entonces presidente Zapatero promovió leyes como la del matrimonio homosexual. “¿Por qué tienen que llamar matrimonio a la unión entre maricones? ¿No les pueden poner otro nombre?”, clamaron entonces, del mismo modo que ahora ven en la ‘ley trans’ un plan ideológico siniestro para convertir a España en una Sodoma moderna.

En realidad, todas estas iniciativas lo único que han hecho es extender derechos sin afectar a los de terceras personas. El matrimonio gay no impide casarse a parejas heterosexuales. La ley de eutanasia no obliga a nadie a acogerse a ella. Puestos a hablar de totalitarismos, existen más motivos para calificar de totalitaria la situación previa a la aprobación de esas leyes, puesto que una parte de la sociedad veía sus derechos y libertades cercenados por viejas imposiciones de tipo moral o religioso. A algunos les toma su tiempo entender esto de las libertades, por mucho que se les llene la boca pronunciando la palabra. Diez años después de recurrir ante el Constitucional las bodas gais por “desnaturalizar” la institución matrimonial, Mariano Rajoy y la cúpula del PP asistieron en 2015 a la boda del exalcalde de Vitoria Javier Maroto con su pareja Josema Rodríguez. No es, ni mucho menos, la única pareja homosexual votante del PP que ha contraído nupcias gracias a la ley de Zapatero, sobre todo desde que el Constitucional falló por amplia mayoría contra el recurso de los conservadores.

La última demostración del 'totalitarismo' socialista es el paquete de medidas de ahorro energético aprobado el lunes pasado por el Consejo de Ministros para hacer frente a los desafíos derivados de la guerra en Ucrania. Las medidas adoptadas –limitaciones de temperatura en el uso del aire acondicionado y la calefacción, restricciones de la iluminación en determinados horarios en los inmuebles públicos y en los escaparates de los comercios, etc.– van en sintonía con las que ya han aprobado o están estudiando en otros países europeos al margen de colores políticos. Es más, los planes de ahorro energético son una petición de la Comisión Europea, a cuyo frente está Ursula von der Leyen, del Partido Popular Europeo.

Esta vez fue la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, quien afirmó que la decisión del Gobierno es propia de “regímenes totalitarios”. “Madrid no se apaga”, clamó la ruidosa baronesa regional, jaleada por buena parte de la militancia popular. El problema es que, en esta ocasión, las habituales frivolidades del PP sobre el totalitarismo podrían perturbar la apacible balsa de aceite en que el presidente del partido, Núñez Feijóo, quisiera navegar hasta las próximas elecciones generales. Las declaraciones de Ayuso no solo chocan frontalmente con la posición de Feijóo, que dos semanas atrás reclamaba a Sánchez un plan drástico de ahorro energético, sino que ponen en entredicho el compromiso del PP con sus socios europeos en la estrategia contra Putin. Más allá de lo que cada cual pueda opinar sobre la actuación de Europa en esta crisis, no se entiende que un partido apruebe con rotundidad las medidas de presión contra Moscú y luego una de sus figuras más destacadas acuse de totalitario al Gobierno de su país por intentar atenuar el impacto en la ciudadanía que ese pulso está provocando.

Feijóo tiene un lío en casa. La díscola Ayuso está estudiando un recurso de inconstitucionalidad contra el plan de ahorro. Y Vox estaba en las últimas horas presionando al presidente de Castilla y León, Fernández Mañueco, para que siga los pasos de la mandataria madrileña. Estos movimientos no se atajan con medias tintas, como lo comprobó en sus propias carnes Pablo Casado. Feijóo debe hacer algo más que soltar frases ambiguas para que los analistas interpreten que se ha desmarcado de Ayuso; tiene que desmarcarse clara y rotundamente de ella. Estamos hablando no ya de enredos políticos domésticos –que tampoco conviene subestimar, ya que podemos estar asistiendo a una nueva batalla por el liderazgo del PP–, sino de la posición de un partido, y del conjunto de un país, ante el acontecimiento más grave en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. En la actual coyuntura, calificar de “totalitarias” las medidas de ahorro energético –que, insistimos, se están promoviendo en toda la UE– significa exhortar a los españoles a que no acepten sacrificios por la confrontación contra el régimen de Putin que el propio PP ha apoyado con ardor en nombre de los más excelsos valores democráticos. En pocas palabras, es ponerse de parte de Putin.

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