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España, piedra de Sísifo

Teodoro García Egea

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La mitología griega –tan descriptiva– contaba el mito de aquel Rey, Sísifo, fundador de Éfira, que fue condenado por los dioses a empujar una piedra de considerables dimensiones cuesta arriba por la ladera de una montaña que, al llegar a la cima, volvía a rodar hasta abajo. Sísifo debía reemprender esa misma tarea desde el principio cada día. Así lo contó Homero en la Odisea. Aunque nadie llegó a aclarar la causa que motivó tan terrible castigo, lo cierto es que permanece como un mantra sobre la condición humana.

Cada día hay que alcanzar la piedra, sorteando alpargatas y vestidos de Zara que usan las reinas, las princesas y las hijas ricas de marqués y estrella del couché. Y las cadenas de manipulación masiva, que convierten un bulo de portada en noticia de radios, teles y tertulias, y que llega hasta la boca del secretario general de un partido para eludir una pregunta sobre corrupción en su seno. García Egea, PP, escupió directamente sobre la prensa y la ciudadanía el hueso servido por El Mundo, sacado del baúl de sus insidias. Nos preocupa mucho a las personas decentes, mucho, que exista toda esta basura política y mediática.

Ese sembrado de lo que parecen anécdotas y son duro pedernal va sumando consistencia a la piedra que un país debe empujar para salir adelante. No se explica cómo García Egea está en política y en un puesto tan destacado. O buena parte de sus colegas. Y muchos otros de ese perfil con responsabilidades de envergadura en campos decisivos. Es difícil de asimilar ese conjunto de desajustes –con enorme carga y profundo recorrido– que nos lastran. Y, salvo que queramos vivir revolcados en ese vertedero, hay que levantarse y empujar la piedra cada día.

Ustedes conocen esa mole a arrastrar, cualquier persona con conciencia lo sabe. El problema es que, además de no resolverse los problemas, cada poco se agravan o dan esa impresión. Ocurre cuando algo podrido no se sanea. Que va a peor.

El Tribunal Supremo abre la puerta a suprimir las salidas de la cárcel de los presos del procés catalán, al anular los permisos a Carme Forcadell para cuidar a su madre. Cuestiona la semilibertad de los presos del procés o “amenaza los privilegios”, nos dice la prensa que hoy va de ese palo. El Supremo, además, insiste en que los encarcelados se sometan a un programa sobre la sedición que los jueces catalanes ven contrario a la libertad ideológica. Joaquím Bosch, mi magistrado de cabecera, nos cuenta que el presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes, en similar deriva, arremete contra un vicepresidente del gobierno para afirmar que “los jueces actúan contra el ”desafío independentista“. Bosch estima que ”el poder judicial no debe actuar contra ideas, sino contra delitos“.

El funcionamiento de la Justicia, el enquistamiento de la renovación siquiera de sus órganos principales, es una carga dura para la piedra de Sísifo. Ahí tienen al juez García Castellón –que se vino a España dejando puestos estupendos en el extranjero para cobrar menos y trabajar más– a quien se le ha deshecho en las manos la tarjeta de Dina Bousselham, ésa que fue entregada intacta por Pablo Iglesias, que manipula determinada prensa y que acaba en la boca de García Egea. No hay “caso Dina”, hay Caso Cloacas. ¿Quién compensa ahora el daño hecho? ¿Se enterará los ciudadanos de la verdad? Con seguridad está ya incrustada en cerebros huecos. Subamos otro metro empujando la piedra a ver.

España es un país de milagros de cualquier forma. El ministro del interior Grande-Marlaska desvincula al gobierno y los servicios de inteligencia del pinchazo de los teléfonos de Torrent y miembros destacados de la Generalitat de Catalunya. El programa solo se vendió a gobiernos y teóricamente esta operativo desde 2015.

¿Y lo del anterior rey, a título de jefe de Estado, regalando, según investiga la justicia suiza, millones a sus amantes y utilizando sociedades pantalla para ahorrar? ¿Y la ternura que producen sus vasallos cualificados lavando la imagen de este santo varón engañado por “pécoras”?

Y venga a empujar la piedra, en medio de una pandemia por si faltara poco. Se incrementan los contagios. Había que retomar la normalidad. Y sortear plagas de irresponsables e incrédulos. Las condiciones de trabajo de mucha gente que ha de comer. Ese trozo de la roca ya lo conocemos. Pero ¿hasta llegar a mandar futbolistas contagiados de COVI19 del Fuenlabrada a Galicia? ¿Asesorados, previo cuantioso pago, por el presidente de la Liga?

Suben los contagios, sí. Se quejan ahora los que pedían “libertad”. Algunos factores influyeron más que otros en la grave incidencia del coronavirus en España. En el fondo, el colapso sanitario: por los recortes. El contagio entre profesionales de la sanidad: por los recortes. El triaje salvaje en las residencias de ancianos: por los recortes y el afán desmedido de lucro. Menos mal que Díaz Ayuso ha firmado un convenio para dotar de curas, de los de sotana y rezo, a los hospitales madrileños.  Para mantener, en realidad, a 73 sacerdotes en los hospitales públicos, con permiso para continuar en los comités sobre cuidados paliativos. El convenio firmado por Ayuso supone un gasto de más de un millón de euros anuales durante 8 años.

Lo urgente es blindar el sistema público de salud. Más financiación, revertir privatizaciones. Medios para afrontar pandemias y enfermedades de los que se han visto tan mermados los profesionales. Organizaciones sanitarias lamentan la “oportunidad perdida”, dicen,  del Congreso esta semana para apuntalarlo.

No hubo consenso para la reconstrucción en el tema social. Algún medio dio saltos de alegría, tan fuertes que bajó algunos centímetros la piedra a arrastrar.

A cuatro mujeres ha matado esta semana la violencia machista. Y cuesta encontrar la noticia. Su peso es liviano en el conjunto de la mole. Ahora que incluso se diluye la existencia de esa lacra por la omnipresencia de la ultraderecha.

¿Cómo hemos llegado a tener 52 ultras en el Congreso de los diputados sembrando discordia y antidemocracia y puestos fijos en los informativos hasta de la TVE pública? Ahí no hubo que empujar a mano, les colocaron elevadores a motor.

Y así los taurinos, esa actividad en decadencia desde hace décadas que, según Ayuso y Almeida, “vertebra España”, se permite acosar e insultar a una ministra del gobierno, Yolanda Díaz, por ser, dicen, “cerda” y “golfa de mierda”. La agria protesta es porque el sector no está incluido en las ayudas especiales a artistas del espectáculo.

A veces puede imaginarse a toda esa mole de cantos y cascajos y sus portadeadores sentados sobre la piedra. A Ayuso y sus cómplices en un posado con mascarilla en la cúspide.

Una interpretación optimista del mito de Sísifo lo asimila al sol que sube y cae cada día, para volver a resurgir interminablemente. El problema es que el sol se mueve solo y a la piedra hay que empujarla. Quizá cambie algo si un día llegamos a la cumbre y despeñamos la piedra para que se disgregue en trozos más ligeros… Es una idea. Operativa como pocas. Aunque implica seguir cargando con ella su tiempo.

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