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Los profesionales de las charlas a las que ataca el veto parental: “Estos talleres pueden cambiar la vida de los alumnos”

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Marta Borraz

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Adolescentes a los que angustiaba su invisibilidad que se vieron con fuerzas para salir del armario; chicas a las que sus novios controlaban que hablaron de ello y lograron dejar la relación; jóvenes que contaron el acoso al que estaban siendo sometidos. Vox y el PP se han empeñado, a través del mal llamado 'pin parental', en una polémica artificial que nunca ha existido. Sin embargo, lo que sí ha resultado una realidad han sido los efectos que las charlas que atacan las derechas, incluidas en el currículum de los centros educativos, tienen sobre el alumnado que asiste a ellas. 

La propuesta de Vox, a la que se han sumado los populares de Pablo Casado, permite que los padres veten actividades formativas que cuestionan sus convicciones morales, ideológicas o religiosas. Si bien podría afectar a todo tipo de contenidos, se dirige fundamentalmente a los de diversidad afectivo-sexual e igualdad de género. Precisamente, charlas cuya utilidad para la vida y la integridad del alumnado comprueban día tras día las personas que acuden a colegios e institutos a impartirlas.

Una de ellas es Pamela Palenciano, la autora del exitoso monólogo “No solo duelen los golpes”, que estos días está siendo señalada por Vox y sus seguidores al haber colgado en las redes sociales del partido un trozo descontextualizado de una de sus intervenciones. “No hay ni un día de los que voy a institutos que no se acerque alguna chica llorando diciéndome que se ha sentido identificada y que hasta ahora no tenía nombre para calificar lo que le estaba pasando con su novio”, explica en conversación con eldiario.es.

En el monólogo, que incluso está llevando a cárceles, interpreta con grandes dosis de humor a la Pamela real que sufrió violencia machista de los 12 a los 18 años, también a Antonio, su entonces pareja, e incluso a su familia y amigos. En él, cuestiona las relaciones de poder e intenta desmontar la idea que vincula amor con celos y control, “precisamente lo que a mí me hubiera gustado escuchar entonces”, porque “esa es mi misión: hacer lo que conmigo no hicieron”. 

Por eso los mensajes cargados de insultos y amenazas en redes sociales se entremezclan con las decenas que recibe de chicas jóvenes que han asistido a alguno de sus talleres y que le dan las gracias. “O se me acercan o me escriben después, pero en cada charla veo entre uno y seis casos; muchas me dicen que lo que les he contado les ha abierto los ojos”.

Son muchos los testimonios que escucha, pero el de Andrea, una chica que hace dos años vio el monólogo en un instituto de Madrid, le marcó. “Al finalizar, me dijo que dudaba, que le resonaban cosas de lo que había escuchado, pero que no lo tenía claro. Tenía 16 años y hace poco que me ha escrito para decirme que lo ha dejado. Le costó mucho, pero ahí está”.

Un primer beso en público

La estela que dejan este tipo de actividades formativas es muy patente en aquellas que abordan la diversidad y la realidad LGTBI. Son varios los colectivos que acuden a los centros que se lo piden a impartirlas, entre ellos, COGAM en Madrid o DeFrente en Sevilla. Lolo López, coordinador de Educación de este último, recuerda varios de los casos concretos que ha acumulado durante los últimos años recorriendo colegios e institutos. 

Habla, por ejemplo, de dos chicas de 14 años que asistieron a su charla en un instituto del ámbito rural. Ambas, sentadas en sitios diferentes, se acercaron tras la clase para contarle que se habían sentido “muy identificadas” con lo que había explicado porque eran pareja, pero que nadie lo sabía. Mientras López recogía el material para dirigirse a otra aula, “estas dos chicas salieron, se dieron la mano y un beso delante de la puerta de su clase. El resto las vieron y se pusieron a aplaudir”.

Al integrante de DeFrente, decenas de alumnos y alumnas se le han acercado al finalizar las actividades formativas para pedirle consejos sobre cómo salir del armario con sus familias. Para otros ha servido de referente en la exploración de su orientación sexual o identidad de género. E incluso en algunas ocasiones las charlas han sido un vehículo para visibilizar casos de acoso que siempre se trasladan a los docentes. Según un reciente estudio del Consejo de Europa, el 60% del alumnado madrileño ha presenciado acoso LGTBIfóbico en las aulas.

Incluso una de sus actividades sobre los prejuicios de género, recuerda López, sirvió para que un grupo de chicas de 3º de la ESO dejara de sentirse mal por jugar al fútbol y fueran incluidas en el torneo que los estudiantes habían instaurado en los recreos. “Los chicos las llamaban 'machorras' y no les dejaban jugar con ellos. Trabajamos este tema en el aula y ellas se empoderaron. Allí en medio dijeron 'a ver quién se atreve ahora a no dejarnos jugar'. Con el tiempo contacté con una profesora del centro y, efectivamente, había surtido efecto”, cuenta.

Efecto disuasorio del acoso

Todos los profesionales que recorren colegios e institutos destacan experiencias similares. José Vela, sociólogo y uno de los técnicos de educación de COGAM que imparte estos talleres, recalca que los profesionales “nunca les decimos que salgan del armario, por ejemplo, es algo que les surge a ellos”. Cuando ocurre, “la tónica general es que el alumnado reacciona bien, pero también es que estamos nosotros delante. Por eso es tan importante que estos contenidos sigan trabajándose en el aula de forma constante y transversal”.

Estos ejemplos son para López “la muestra perfecta de la utilidad” de las actividades que pretende vetar Vox porque “muchas veces entras en un centro en el que por primera vez se está planteando algo que nunca se ha hablado y estás poniendo ejemplos de vida”. Por ello, el profesional acentúa el efecto positivo y asegura que estos talleres “le pueden cambiar la vida al alumnado” que, precisamente, está recibiendo acoso o que se siente perdido gracias a la construcción de referentes.

Coincide con él Ana Ojea, docente en el IES Politécnico de Vigo. Desde hace un par de cursos, ella y estudiantes integrantes del grupo de atención a la diversidad del centro acuden a institutos de Galicia a presentarlo. Comienza la intervención hablando de su propia visibilidad como docente lesbiana y de que la mera existencia del programa “tiene un efecto disuasorio de conductas LGBTfóbicas y contribuye enormemente el clima de convivencia positiva y de libertad que hay en el centro”. Después, el alumnado que le acompaña explica su experiencia.

Ojea se acuerda de una chica de 14 años de Moaña (Pontevedra) que se visibilizó como trans escribiendo un mensaje al Instagram del grupo porque no se atrevió a hacerlo en público “y nos dijo que le habíamos dado fuerza para decirlo en su casa”. También de un niño que cursaba 6º de Primaria que empezó a llorar y a decir que se metíancon él por su forma de caminar y que por ello le insultaban llamándole “maricón”. 

“Esto de salir del armario con su familia después de una charla es algo que se repite a menudo. En casi todas nos escriben o se acercan después para decírnoslo y para darnos las gracias. La fuerza y el empoderamiento se transmiten y funciona”, destaca Ojea. La docente recuerda a dos chicas que hoy son parte del grupo y dan estas formaciones ellas mismas: Antía y María. La primera siempre afirma “que el grupo le cambió la vida” y empezó a visibilizarse como lesbiana: pasó de ser una chica “callada, aislada y siempre sola a tener un grupo con el que no dejaba de reír”, mejoró su rendimiento académico y terminó sacando más de un 10 en Selectividad (se puede subir nota hasta el 14) para entrar en la carrera que ella deseaba.

Una de estas mismas actividades le sirvió a María para contar que es bisexual. “Nunca se lo había dicho a nadie”, especifica Ojea, y lo dijo delante de 100 compañeros y compañeras por primera vez. “Contó que su familia es religiosa y que no podía ser ella misma. Al cabo de un tiempo, dijo en público que en el instituto se sentía ella misma porque no tenía que ir siempre con una máscara que la ocultara, como hacía en su casa”. Hoy, parte de la familia de María, que ya es mayor de edad, lo sabe. Hace dos años que tiene novia. “Y al menos, puede vivir tranquila”, zanja Ojea.

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