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Sobre este blog

¿Tiene el mundo razones para temer la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca? La opinión generalizada es que sí. Este blog colectivo de eldiario.es vigilará de cerca al nuevo presidente norteamericano y si es preciso hará la autopsia de lo que quede de Estados Unidos.

Goldman Sachs se instala en el Gobierno de Trump

Steven Mnuchin en su toma de posesión en la Casa Blanca, junto a Trump, Pence y su novia.

Isabel Piquer

Lloyd Blankfein, el presidente ejecutivo de Goldman Sachs, está muy contento. Tan contento que se ha inventado una palabra: “growthier” (en traducción libre “crecimiental”) para calificar un nuevo ciclo de prosperidad. El patrón del banco neoyorquino –uno de los más antiguos y respetados de Wall Street– lo ha dicho en un vídeo a sus inversores al hablar del “optimismo” que están generando las medias del Gobierno de Trump.

Pero Blanklein también está contento porque tiene a muchos de los suyos en Washington. La llegada de Donald Trump ha supuesto el regreso de los banqueros en puestos clave de decisión. “Government Sachs is back”, publicaba The New York Times hace unos días.

Tres de los asesores más cercanos al presidente y un miembro de su Gabinete han trabajado en la entidad neoyorquina: Steve Bannon, el polémico consejero estratégico de la Casa Blanca; Gary Cohn, numero dos de Goldman Sachs (y demócrata) que ahora dirigirá el Consejo Económico Nacional; y el recientemente confirmado secretario del Tesoro, Steven Mnuchin.

También hay que añadir a Dina Powell, otra socia de la firma que será una de las asesoras económicas de Trump (al parecer es muy cercana a su hija, Ivanka); y Jay Clayton, un abogado de Wall Street cuyo bufete representa a Goldman Sachs desde hace décadas, y que va a hacerse cargo de la SEC (Securities and Exchange Commission), el órgano regulador de la bolsa.

Esto no es realmente nuevo. Salvo en los ocho años de Barack Obama, donde apenas ha tenido presencia, Goldman Sachs, siempre ha jugado un papel en los gobiernos estadounidenses, en los republicanos y también en los demócratas.

Henry Paulson, el secretario del Tesoro de George W. Bush (2006 a 2009), trabajó en Goldman Sachs durante más de treinta años, hasta llegar a ser su consejero delegado. Cuando tuvo que lidiar con la crisis financiera de 2008 se trajo a Washington a toda una serie de asesores de su antigua firma para ayudarle a salvar a Wall Street. Durante esta última campaña electoral, Paulson se desmarcó del Partido Republicano y denunció a Trump en un sonado artículo publicado en el Washington Post tras dar todo su apoyo a Hillary Clinton.

Los Clinton de hecho siempre han mantenido relaciones muy estrechas con la firma neoyorquina. Hillary lo pasó mal durante las primarias demócratas cuando se supo por Wikileaks que en un discurso pronunciado en otoño de 2013 ante ejecutivos de la firma y generosamente remunerado, la candidata se mostró contraria a tomar medidas contra los abusos de Wall Street. Clinton cobró 675.000 dólares por dar tres conferencias en actos organizados por Goldman. 

Los directivos del banco ha sido unos de los contribuyentes más generosos a las distintas campañas e iniciativas del matrimonio Clinton, entre ellas la fundación del expresidente. En su etapa en el Senado, ella recibió 234.000 dólares en donaciones procedentes del personal de Goldman Sachs, la mayor cantidad procedente de una sola compañía, excepto Citigroup. 

Bill Clinton fue quien puso a Goldman Sachs en su Gabinete al colocar a Robert Rubin, entonces directivo de la entidad, en la cartera del Tesoro (de 1995 a 1999). Rubin fue uno de los artífices de la desregulación financiera de los 90 que años más tarde llevaría a la creación de instrumentos financieros altamente volátiles.

Esta presencia en Washington no es casualidad. Goldman Sachs, sin duda más que cualquiera de sus competidores en Wall Street, anima a sus empleados a trabajar en la Administración pública. El primero en cruzar el Potomac fue Sydney Weinberg, durante la Segunda Guerra Mundial, reclutado por Franklin D. Roosevelt para gestionar el esfuerzo bélico industrial.  Desde entonces distintos directivos de la firma han ocupado diversos puestos en todas las administraciones.

El banco sabe recompensar a los suyos cuando sacrifican sus sueldos millonarios por los modestos emolumentos de un funcionario. Así se ha interpretado el generosísimo “paquete de salida” que ahora ha cobrado Gary Cohn al dejar la firma después de 26 años de buenos y leales servicios: 123 millones de dólares, en efectivo y en acciones de Goldman Sachs, para irse a trabajar a las órdenes de Donald Trump.

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