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Lo que Cayetana Álvarez de Toledo no te cuenta

Las razones por las que las mujeres volverán a tomar la calle el 8M

Neus Tomàs

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A finales de los 80, en una de esas redacciones con ceniceros sin vaciar y más de un vaso en las mesas, un director soltó el siguiente disparate: “Las mujeres donde mejor estarían es haciendo ganchillo”. Al día siguiente, las redactoras le recibieron con agujas y madejas. Se vio obligado a pedir perdón por un comentario que retrataba una manera de pensar nada extemporánea. Eran los tiempos en que se debatía si era pertinente que la palabra vagina apareciese en un titular. Pasó en un diario como podría haber sucedido en un empresa de seguros o una cafetería. De nada serviría consolarnos creyendo que la suya era una opinión estrambótica porque nos estaríamos engañando. Entonces muchos lo decían en voz alta. El problema es que todavía hoy algunos lo comentan, en el mejor de los casos a modo de broma.

Llega el 8 de marzo y se escuchan suspiros por que el día pase rápido. Defienden que merecemos igualdad de oportunidades y de trato a la vez que nos sueltan que cada año estamos más pesadas. No son mayoría y con el tiempo hemos sumado aliados. En el campo judicial estamos avanzando y solo el sí será sí también en el Código Penal, y aunque sea con un piolet seguimos resquebrajando techos de cristal. Aún así, según datos de la Comisión Europea, por cada euro ganado por un hombre en Europa, una mujer gana 84 céntimos. Solo el 30% de los altos cargos y gerencia están ocupados por nosotras. Y puestos a comparar, únicamente el 4% de los hombres pide cambiar sus horarios para cuidar de los hijos mientras que en el caso de las mujeres este porcentaje roza el 38%.

Además, hemos aprendido que los enemigos de la igualdad cada vez son más fuertes e influyentes. El PP difunde un vídeo para proclamar su defensa de la igualdad mientras el Ayuntamiento de Madrid este año no tendrá declaración institucional por el 8M y en el Parlamento de Murcia se frenó una declaración contra la violencia machista. Ganó Vox, ganó el negacionismo, y perdimos las mujeres, todas, también las que prefieren mirar a otro lado. Hace solo unos meses, la Comunidad de Madrid recortó en tres cuartas partes las subvenciones a dos organizaciones que hace décadas que se dedican a la atención a víctimas y la oposición ha denunciado que en Andalucía se ha dejado sin ayuda pública a más de 90 proyectos destinados a luchar contra la violencia de género.

La ultraderecha consigue imponer su mensaje reaccionario porque los partidos que le han dado entrada en las instituciones, PP y Ciudadanos, no le paran los pies. Han preferido anteponer el poder a la dignidad. Habrá casos en que se trate de una convicción y se comparta en pleno siglo XXI la opinión del fundador del PP, Manuel Fraga, quien ya en democracia se presentaba como defensor de la igualdad mientras afirmaba que la función “principal” de la mujer es ser madre. O la de Alberto Ruiz- Gallardón, a quien le parecía que “la libertad de la maternidad es la que hace a las mujeres auténticamente mujeres”. Por no recordar los disparates del exalcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, cuando aseguraba que le daba miedo subir en un ascensor con una mujer por si se acababa arrancando el sujetador.

Ojalá todos sus sucesores en las filas populares hubiesen entendido que esta es una lucha por la igualdad. Las declaraciones de Cayetana Álvarez de Toledo demuestran que queda mucho por hacer. Escuchando a la portavoz en el Congreso es imposible no acordarse de Simone de Beauvoir cuando escribió que el opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos. Álvarez de Toledo pide que nadie hable por ella y argumenta que no todas las mujeres pensamos igual. Ninguna intención de actuar de portavoz suya, tampoco en este artículo, y es cierto que todas las mujeres no opinamos igual.

Por suerte, muchas discrepamos de la dirigente del PP y reivindicamos que este domingo, como tantos otros días, alzamos la voz por todas y en especial por aquellas que no pueden. Por las 11 mujeres que han sido asesinadas por sus parejas o exparejas en lo que llevamos de año, por la joven que hace una semana fue violada en un coche en el centro de Barcelona mientras los agresores lo grababan en vídeo; saldremos a la calle por las kellys que reclaman condiciones laborales dignas, por las valientes trabajadoras del hogar sin papeles que acaban de fundar un sindicato en Barcelona para luchar contra los abusos y por todas las que aunque quieran no pueden hacer huelga.

Como bien ha teorizado Angela Davis, un feminismo que no sea antirracista y solidario con aquellos que están atrapados en la pobreza no merece tal nombre. Saldremos en agradecimiento a las que un día cogieron las agujas de hacer ganchillo para defender nuestros derechos. Porque no solo somos, también estamos.

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