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Educación y prevención para frenar la mutilación femenina

Eduardo Azumendi

Vitoria-Gasteiz —

“La ablación sexual es la mutilación de parte de los genitales externos femeninos para evitar sentir placer sexual, con la finalidad de que pueda llegar virgen al matrimonio, puesto que si no es de ese modo, la mujer puede ser rechazada”. Esta es la definición de la ablación sexual, algo que en Euskadi en pleno siglo XXI parece impensable que ocurra. Y, sin embargo, sí que existe. Se trata de una práctica ancestral en países como Chad, Gambia, Malí, Senegal, Sudán, Yemen, Somalia, Guinea, Yibuti y Egipto. En Euskadi se ha detectado una población de 11.066 personas procedentes de estos países, de las cuales 3.161 son mujeres. El Instituto Vasco de la Mujer-Emakunde trabaja en un proyecto para erradicar y prevenir esta práctica, que podría colocar a la comunidad autónoma como líder en Europa en cuanto a la prevención de la mutilación genital femenina.

Al menos eso es lo que cree la catedrática de Antropología en la Universidad Autónoma de Barcelona, Adriana Kaplan, quien colaborará con Emakunde en el diseño del proyecto. En Euskadi hay un precedente: el programa Conocer para actuar, emprendido por la Diputación de Álava. Pero, a instancias del Instituto Vasco de la Mujer se va a desarrollar un programa integral basado en realizar un diagnóstico sobre las mujeres que están afectadas por esta mutilación en Euskadi. Según los primeros datos con los que trabaja Kaplan, el número de niñas de 0 a 14 años que proceden de países o sus padres y madres son de países donde se practica la mutilación genital femenina ha aumentado en un 198% en los últimos cuatro años.

La pérdida casi total de sensibilidad es la principal consecuencia para las afectadas. A eso hay que añadir el trauma psicológico. Algunas mujeres mueren desangradas o por infección en las semanas posteriores a la intervención, ya que se realiza casi siempre de manera rudimentaria y con herramientas como cristales, cuchillos o cuchillas de afeitar.

Kaplan advierte de que hay que tener en cuenta que las mujeres van llegando a través del proceso de reagrupación familiar. Los hombres llegaron solos en un principio, pero no son solteros y si hay hijos e hijas en origen, acaban viniendo. “Por tanto, aumentan las mujeres que hay que atender porque ya están mutiladas, y estas mujeres tienen una fecundidad altísima, y vienen niñas”. De todas formas, “la realidad en Euskadi es muy abordable, según explica la antropóloga a Emakunde. Para atender a las 3.161 mujeres que potencialmente pueden sufrir la mutilación, se van a formar equipos en los distintos servicios de atención primaria para que puedan trabajar coordinados en la prevención a lo largo de la vida de las niñas que están en riesgo, y no esperar cuando la familia, consciente del rechazo que suscita la ablación del clítoris en los países europes, recurren a las vacaciones para evitar complicaciones. Es decir, se llevan a las hijas a su país de origen para que allí les extirpen parte de sus genitales externos antes de regresar.

“Si una ginecóloga observa que una mujer está mutilada, embarazada, y posteriormente tiene una niña, es importante que pueda comunicar a los servicios de pediatría y advertir de que esa niña está en riesgo. Nuestro equipo, que está en contacto con esas familias, conoce perfectamente lo que funciona y lo que no. Hablan el mismo idioma: la capacidad de reflexionar sobre la propia realidad y sobre tu mirada sobre la otra”, resalta Kaplan.

La antropóloga espera que la experiencia de Euskadi resulte exportable al resto de Europa porque se basa en los sistemas que ya existen: los servicios sociales, escuelas, servicios de salud.

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