Los Pujol, al banquillo: un juicio tardío que se cruza en la rehabilitación política del expresident
“He recibido a Jordi Pujol. Fue una forma de diferenciar su etapa como president de las cuestiones que puedan rodear a su familia y eventualmente a él mismo. El señor Jordi Pujol, durante 23 años, tuvo el apoyo mayoritario de la ciudadanía de Catalunya y el país avanzó. Y lo digo yo, que formo parte del partido que lo combatió”.
Así se pronunció hace un mes el president de la Generalitat, Salvador Illa, en RTVE. Más allá de la importancia que Illa da a la institucionalidad, sus palabras suponían un nuevo paso relevante en la rehabilitación política que, partidarios y rivales, han procurado al fundador de Convergència. Y lo hacía a las puertas del juicio en la Audiencia Nacional contra la familia por el origen de su fortuna que arranca este lunes.
¿Es posible diferenciar al Pujol president del Pujol defraudador (confeso y prescrito) cuando en su etapa al frente la Generalitat mantuvo dinero oculto a Hacienda?
La pregunta sobrevuela la política catalana de los últimos años y, a día de hoy, se está resolviendo más de forma afirmativa que negativa, como muestran las palabras de Illa. Tras el ostracismo que siguió a la confesión en 2014, Pujol ha vuelto a recibir aplausos en público y a ser un poco protagonista. También lo será del gran acto judicial en la Audiencia Nacional, pero estará ausente.
Salvo giro de última hora, este mismo lunes el tribunal confirmará el criterio de los médicos forenses y dejará a Pujol, de 95 años, fuera del juicio al presentar un deterioro cognitivo que le impide defenderse de forma adecuada. Antes de archivar el caso contra él, el tribunal quiere examinar al expresident, que comparecerá por videoconferencia desde Barcelona tras ser dado de alta de una neumonía.
Será un juicio a los Pujol sin Pujol. La razón se encuentra en la tardanza de la Audiencia Nacional en señalar fecha para celebrar el juicio. La causa estaba casi lista para la vista en octubre de 2021, cuando las defensas replicaron los escritos de acusación en los que la Fiscalía llega a pedir 29 años de cárcel para el primogénito, Jordi Pujol Ferrusola.
Desde entonces, un expurgo de datos personales que se ha alargado más de lo normal provocó que la causa no se elevara a la sala de enjuiciamiento hasta octubre de 2023. Expurgada la causa, han transcurrido más de dos años para poder celebrar el juicio, que se alargará hasta el próximo mes de mayo. El paso del tiempo no solo tiene efectos jurídicos. En esta larga espera Pujol ha sufrido un ictus y ha visto deteriorada su salud hasta el punto de ser inviable su presencia en el juicio.
La exculpación de Pujol por su avanzada edad conllevará que quede liberado de toda responsabilidad penal por el caso. Pero no evitará que la vista sea algo parecido a una revisión de la trastienda del pujolismo: durante meses, la Audiencia Nacional escuchará a dos centenares de testigos para conocer qué recuerdan (si es que recuerdan algo) sobre la gestión de los fondos en Andorra, y las obras públicas concedidas por la Generalitat a empresas tras la intermediación, comisión mediante, de Jordi Pujol Ferrusola.
La hipótesis acusatoria de la Fiscalía (los Pujol se sirvieron de su poder en la Generalitat para tejer una red de influencia) es difícil de probar por el largo tiempo transcurrido. Las defensas, además de negar que haya consecuencias penales en los negocios investigados, jugarán además la carta de la prescripción de los delitos. Y también alegarán las maniobras de la brigada política del PP contra la banca andorrana para obtener los datos bancarios de la familia que precedieron a la confesión de Pujol.
De la confesión a la rehabilitación
Pujol concibió su carta de 2014 como una forma de perdón o expiación ante la sociedad, pero no funcionó. Todo el mundo, incluso otros patas negras de Convergència, renegó de él. Artur Mas, su sucesor, anunció que le retiraba los honores. Del cráter Pujol emanaba un humo oscuro del que Convergència se quería desvincular. Por si no fuera suficiente, el caso Palau convirtió en hechos probados judicialmente el mayor secreto a voces de Catalunya, desveló que no era el 3 sino el 4% y fue la puntilla al partido fundado por una generación de jóvenes catalanistas y antifranquistas como el expresident.
Las turbulencias en forma de registros y la información sobre las cuentas de los Pujol que remitió a Andorra contribuyeron a mantener al expresident en un segundo plano, alejado de la vida pública. Durante los años de ostracismo, Pujol seguía recibiendo a gente en su despacho del centro de Barcelona. Pero siempre de forma discreta.
El procesamiento en 2020, sumado a los años en los que la causa ha estado paralizada, comportó un cambio de estrategia. Pujol dio un paso al frente y en 2021 publicó su testamento político en forma de libro. En la obra reconoció su preocupación por las repercusiones de su “fallo” en su legado político y que “los valores y las actitudes para la generación de un proyecto colectivo” queden “heridas”. El expresident estaba inquieto por cómo pasaría a la historia.
En el contexto político de superación del colapso generado por el procés, empezaron a surgir las voces que reivindicaban el pujolismo y su habilidad para combinar el punto justo de confrontación retórica con el Estado y alcanzar grandes acuerdos con el Gobierno, y ser influyente en la vida política española, como lo fue el expresident.
A la mejora de imagen de la familia también ayudaron los indicios más que evidentes de que hubo presiones de la brigada política que anidó en el Ministerio del Interior durante el Gobierno de Mariano Rajoy a la banca andorrana para obtener sus datos bancarios. La Justicia nunca ha querido investigar esas maniobras ni tampoco colaborar con la magistrada andorrana que sí quería indagar en ellas.
Su edad avanzada, la inactividad de la causa judicial y el fracaso del proceso soberanista resultaron una mezcla de elementos propicia para el retorno de Pujol. Lo hizo en actos de significación política con aroma convergente, un partido que ya no existía. En 2023 avaló con su presencia la candidatura de Xavier Trias, alcaldable de Junts en Barcelona que había sido conseller de varios de sus gobiernos y uno de sus representantes en el Congreso.
Después vino el acto del 90º aniversario del Parlament, y le siguieron otros eventos, como homenajes a catalanistas destacados con motivo de su fallecimiento, como el exdiputado de CiU Joan Descals o el expresidente del Parlament Joan Rigol.
También tuvo espacio para lanzar arengas propias del tiempo en que lo era todo, como ocurrió en 2024 en la conmemoración del 50 aniversario de la fundación de Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), el 17 de noviembre de 1974 en Montserrat (Barcelona). En un auditorio lleno de antiguas figuras de la política catalana, como Artur Mas o Núria de Gispert, que reivindicaron a Pujol como “padre de la nación catalana moderna”, el expresident recordó a los suyos que Catalunya “no será independiente”.
Aunque en público quisiera mostrarse como el Pujol que fue, a medida que pasaban los años le costaba cada vez más seguir una conversación. Ganas no le faltaban de ir a la Audiencia Nacional, según explicó su hijo Oriol, pero su deterioro cognitivo lo ha hecho inviable. El juicio al pujolismo se celebrará sin Jordi Pujol.
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