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Las letras sucias de Alejandra Pizarnik

Jenn Díaz/DK

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“Esta voz aferrada a consonantes. Este cuidar de que ninguna letra quede sin enunciarse”. Esta es Alejandra Pizarnik en 1962. En 2013, cincuenta y un años después, tenemos publicadas las letras sucias de Alejandra Pizarnik. ¿Qué quiere decir? Que de la misma manera que se publicó digitalizado el cuaderno de Nueva York de Carmen Martín Gaite, con su letra y sus collages, los diarios de la poeta se han editado, con cien ejemplares disponibles, en una edición facsimilar. Pizarnik escribió diarios toda su vida, y aunque ya fueron editados hace diez años, la poeta revisó estos, los reescribió y, con la fecha, volvió a armar y revisar aquellas letras que no se habían ensuciado tanto como ella quería. A diferencia de los diarios comunes, en los que se habla de forma íntima, Pizarnik fue siempre muy consciente de una posible publicación, y de ahí la reescritura y el mimo con el que trató su edición en constante construcción. Usaba estas anotaciones no para dejar constancia de su día a día, como se suele esperar de un diario, aunque sea de escritor, sino a la manera de José Donoso, que siempre estuvo pendiente de la posibilidad de que salieran a la luz. Pizarnik usaba estos documentos como laboratorio de su propia poesía, de la escritura oficial, la literatura que nos dejó. El abismo en el que vivía la poeta (Buenos Aires, 1936-1972) quedó en sus libros publicados, en los poemarios, y en sus diarios no hacemos más que encontrar a la Pizarnik poeta, a la Pizarnik siendo consciente de que es poeta, de su voluntad de ser poeta y perfeccionar su poetización. La vida de Pizarnik ya era concebida como literatura, de modo que de sus diarios y sus poemas podemos extraer el mismo vértigo y la misma abstracción. En los de Virginia Woolf, por ejemplo, podemos ver, además de los procesos distintos de sus libros, sus personajes y sus publicaciones, algo de lo que había dentro de ella, de la Virginia-mujer-esposa-individuo. Podemos ver las envidias que levantaba, o la descubrimos emitiendo juicios sobre sus contemporáneos. El escritor que es escritor a tiempo completo, sin permitirse debilidades humanas, no puede desdoblarse y mostrar en un diario lo que en un diario se muestra, sino otra forma de su propia literatura, como un cuarto de revelado, un backstage. Alejandra Pizarnik fue poeta a tiempo completo, y de los poetas se dice (Roberto Bolaño dijo) que pueden soportar todo. “Un poeta lo puede soportar todo. Lo que equivale a decir que un hombre lo puede soportar todo. Pero no es verdad: son pocas las cosas que un hombre puede soportar. Soportar de verdad. Un poeta, en cambio, lo puede soportar todo. Con esta convicción crecimos. El primer enunciado es cierto, pero conduce a la ruina, a la locura, a la muerte”. Pizarnik escribió con esa convicción, en sus diarios y en sus poemas, y fue conducida a la ruina, a la locura, a la muerte.

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