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Antonio Rus, hijo, nieto y sobrino de represaliados del franquismo: “La pena es que mi madre no ha visto esto por dos años”

Rus, a la izquierda de la foto, con más asistentes a la concentración de Huelva.

Fermín Cabanillas

Antonio Rus no ha visto por la televisión la exhumación, del dictador Francisco Franco. Sólo algunas imágenes esporádicas durante la mañana. No le ha hecho falta. Sólo saber que este 24 de octubre era el día era suficiente. Y tenía otros planes. Este jueves ha asistido a una concentración a las puertas de la antigua cárcel de Huelva, un lugar reconocido como Lugar de Memoria Histórica por la Junta de Andalucía el 7 de noviembre de 2014, junto a más onubenses que, como él, o vivieron la represión en primera persona o la sufrieron en su familia.

La madre de Antonio fue rapada, humillada y violada por coser ropa para los milicianos. Su abuelo murió en la cárcel casi octogenario. Su padre fue fusilado. El “delito” común era ser socialista tras el golpe de Estado, como lo explica el propio Rus. La pena, que por dos años, su madre no ha visto al dictador saliendo del Valle de los Caídos, y ese parece su principal lamento en esta fría mañana onubense, a las puertas de la prisión que se convirtió un destacado centro de la represión franquista durante los años de guerra y posguerra y posteriormente de presos homosexuales castigados por la Ley de Vagos y Maleantes.

“Es un gran día, de mucha emoción, lo llevamos esperando muchísimo tiempo, aunque ellos -su madre, abuelo y tío-, los pobres no lo podrán disfrutar. Mi madre se ha quedado a punto, porque falleció hace dos años. Mi abuelo murió en la cárcel y mi tío, fusilado”.

“Alegría democrática”

Para Antonio, la jornada “es de gran alegría democrática, porque vivimos en un país democrático, en el que no se entiende que un dictador estuviese enterrado con honores de Estado al lado de tantísimos represaliados”.

Para él, lo que pasa en España no tiene parangón con otros países europeos. “El otro día vi la noticia de que en Alemania llevaban a juicio a un carcelero nazi de 93 años. En Europa no se juega con este tipo de cosas. Ahora, se da cumplimiento a la Ley, a la legalidad, y para los familiares son muchos los recuerdos que se agolpan”.

La historia de la madre de Antonio bien pudo acabar como la de las 13 rosas, pero su abuela tuvo la pericia de evitarlo. “Tenía 17 años en la Guerra Civil, y su único delito fue que llevaba cosida ropa para los milicianos. Era socialista como su padre, su hermano y su hijo. La raparon, la violaron, le pegaron, le dieron aceite de ricino y la pasearon con dos compañeras más por el pueblo. La mandaron a casa a comer, y le dijeron que por la tarde se iría a lo que llamaban una casa de ricos, pero cuando llegó a casa mi abuela le tenía preparado el billete para que se fuera a Sevilla. Mi madre se fue, pero las dos compañeras que se quedaron fueron fusiladas”.

“Se puede imaginar la gente lo que supone que se haga justicia, aunque no estén ya con nosotros”, termina.

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