Flamenco, poesía e improvisación en lo nuevo de Rocío Márquez, “la necesidad de dejarse morir para volver a nacer”
A Rocío Márquez se le dan bien las alianzas. Así sucedió al menos con su colaboración con Fahmi Alqhai en Diálogos de nuevos y viejos sones, con Enrike Solinís en Omnia vincit amor y sobre todo con Bronquio en Tercer cielo. Ahora la alquimia vuelve a darse en su nueva grabación, Himno vertical, en la que ha trabajado hombro con hombro con Pedro Rojas Ogáyar para seguir demostrando que las fronteras del flamenco no son tan rígidas como algunos piensan.
Para la cantaora, trabajar estrechamente con estos músicos le permite encontrar “muchas pistas, muchos hilos de los que tirar. Cuando hay un artista que de repente yo lo he admirado y he dicho ‘¡guau, qué pasada, cómo toca, cómo es o qué música hace!’, y tengo ocasión de colaborar con él, me descubro en formas que hasta el momento a lo mejor no tenía muy desarrolladas. Eso es lo que me mueve a probar. Hay veces que funciona y hay veces que no”.
Cuando se le pregunta qué tiene que tener un músico para encajar con sus inquietudes, no duda en responder: “A mí me tiene que emocionar. Luego, tiene que generarme interés. Y no lo hago consciente, pero como que empiezo a fantasear de a dónde se puede llevar lo que está haciendo, y cuando de repente la cosa va a un lado muy distinto de lo que yo pueda imaginar, eso me interesa. Me abre campo y me permite ver más allá de lo que yo podría ver”.
Conocerse, no encasillarse
Tal vez esa necesidad de horizontes abiertos ha hecho que Rocío Márquez, en sus diez discos editados hasta la fecha, haya evitado parecerse a sí misma. “Para mí hay algo guay en los procesos creativos, y de hecho en Himno vertical se reflexiona mucho sobre eso. Hemos creado alrededor de esa idea de la necesidad de dejarse morir para volver a nacer. La necesidad de desidentificarse de lo que una es, de cómo una misma se considera o de cómo los demás te consideran también”.
“Me interesa, por un lado, conocer partes que no conocía de mí, y por otro lado también como no encasillarme yo a mí misma”, prosigue. De todos los proyectos hay cosas que me he quedado, pero también hay cosas que en su momento me han partido los esquemas, y luego, al pensarlo mejor, he dicho: bueno, aquí tampoco me voy a quedar mucho tiempo, ¿no? Esa es la vida“.
Parte de ese campo de experimentación tiene que ver con la improvisación, un ejercicio al que los flamencos suelen ser reacios. “A mí me gusta pensar que aquí puede ir ese acorde, o no. ¡Veremos! Es guay como conocer tantos códigos, pero a veces esos mismos códigos te pueden limitar. Pero hay artistas que se mueven muy bien en ese mundo de posibilidades. Se me viene a la cabeza El Pele, que en eso es el jefazo”.
Poesía como inspiración
En Himno vertical está muy presente la lírica, desde el mismo título, que es un guiño a la poesía vertical del argentino Roberto Juarroz, hasta los guiños a Shakespeare, Juan de la Encina o Schiller. “Cuando empezamos a improvisar aquí en casa, bueno, yo no puedo improvisar música y letra a la vez… Hay otra gente que sí que puede, a mí me cuesta. Entonces lo que hago es cogerme poemarios que me atraviesan, que me llegan especialmente. La poesía de Juarroz, al que descubrí hace dos o tres años, se ha convertido en mi libro de cabecera. Lo que pasó es que estas improvisaciones se nos iban a veintitantos minutos cada tema, algo bastante infumable [risas]. Entonces con Pedro decidimos hacer un trabajo de condensación, quedarnos con lo que más nos llegue de cada uno de los temas. Y como la cabra tira el monte, yo necesitaba una métrica a la que agarrarme, y ya empecé a variar todo”.
Eso sí, siempre atendiendo al sentido de las letras, porque, apunta, “como en el flamenco empezamos muy chicos, cuando tú tienes ocho o nueve años no sabes bien ni lo que estás cantando. De hecho, es muy bonito cuando vas viviendo y sientes por primera vez algo que conoces porque lo has cantado: cuando te enamoras, cuando tienes una pérdida y tienes que pasar un duelo. Hasta que empiezas no solo a reproducir lo que conoces, sino a pensar en lo que estás haciendo. Así me empecé a acercar mucho a la poesía, y a prestar mucha más atención a artistas flamencos que sí habían puesto el foco ahí, Enrique, Carmen, Mayte, Camarón, que estaban cantando a Lorca, Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez, Alberti... Y ahí fue como un flechazo doble: el del cante y el de la palabra”.
Ella misma fue trabajando sobre versos de Isabel Escudero, de María Salgado, de Christina Rosenvinge, de Carmen Camacho. “Lo que quizás más me costó fue cantar mis letras. Yo creo porque ahí hay como un desnudarse todavía más, como un plus. Ahora para mí no tiene sentido cantar palabras que no me remuevan”.
Imagen y sonido
También ha cambiado para Rocío Márquez también repensar la imagen. “Romper también los estereotipos en ese sentido es algo importante”, afirma. “Tengo mucha suerte de estar rodeada de artistazos enormes, como la gente de Lugadero. Han hecho un proceso brutal desde el minuto uno, desde que se estaba todavía definiendo casi el disco ya estábamos volcando ideas. Antes me daba muchísima pereza todo el tema del arte, no entendía de eso. Ahora me doy cuenta de que creer que el cante está por encima de todo, a mí me limitó mucho. Ahora es para mí es mi herramienta, entre otras muchas, dentro de un montón de mundos que otros compañeros que dominan. Eso es muy bonito”.
Por último, Márquez se refiere también a la decisión de autoeditarse después de “toda una vida en multis”, como ella misma resume. “Tenía muchas ganas de explorar el territorio por mí misma. Me parecía casi más honesto con el tipo de arte que me interesa y que hago. Pero lo digo desde el agradecimiento, porque hace 15 años no tenía a nivel logístico y material, no tenía las herramientas para poder grabármelo yo. Me abrieron ahí un camino importante. Lo de lanzarte por tu cuenta, puedo asegurarlo, da mucho vértigo, pero estoy empezando a entender un poquito más cómo funciona el juego, cómo funciona la industria y ver hasta qué punto una quiere entrar en qué. Me parece que eso es también un privilegio”.
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