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La devoción de un 'eurofán' andaluz: “Hay quien ahorra para montar una caseta en la Feria; yo, para Eurovisión”

El joven diseñador, nada más llegar a la sede del festival en Turín.

Fermín Cabanillas

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Corría el año 2002. Antoné Ballesteros tenía 15 años. Rosa López, 'Rosa de España', la ganadora de la primera edición de Operación Triunfo, iba a representar a nuestro país en el Festival de Eurovisión. Ballesteros era el presidente de su club de fans y cuando la vio en el escenario, en Tallín (Estonia), junto a sus compañeros de concurso cantando “Europe is living a celebration” algo cambió para siempre. Disfrutó del espectáculo por la pantalla pero ya entonces le empezó a rondar la idea de “vivir aquello desde dentro”. Desde aquel momento su historia de amor con el Festival europeo ha ido in crescendo.

“Hay quien se pasa el año ahorrando para la caseta de feria, un crucero o para irse al Caribe. Yo ahorro para ir a Eurovisión”, explica desde Turín Antoné. Sí, Turín. Porque este diseñador de moda de 35 años de Jerez de la Frontera ya ha volado hasta la ciudad italiana donde tendrá lugar la cita musical. Lo lleva haciendo desde 2009 cuando, siguiendo a Soraya Arnelas (otra concursante de OT), se animó a viajar hasta Moscú. Lo que sintió entonces no lo sabe explicar. Pero fue lo suficientemente fuerte como para ahorrar euro a euro, cada año, todo lo necesario para ir allá donde se celebra el Festival. Solo la pandemia pudo con su devoción en 2021 cuando no pudo acercarse a la cita en Países Bajos. Un lapsus que, si todo va bien, Antoné no volverá a repetir.

Media hora para comprar las entradas

Y no parece algo sencillo sumarse al carro eurovisivo. Porque conseguir entradas para la final del festival tiene su tarea. Lo primero, romper la hucha. “¿Cuánto? Por lo bajo, unos 2.000 euros me puede costar esta semana”. Lo segundo que resuelve es el hotel y el vuelo. Nada más ganar en 2021 el italiano Måneskin con ‘Zitti e buoni’, Antoné ya sabía que iría a Italia. Solo faltaba por saber la ciudad en concreto. En el momento en que se supo que sería Turín, compró los vuelos y reservó el hotel. Primer paso resuelto.

El siguiente paso, las entradas, tiene riesgos. “Las entradas suelen ponerse a la venta en diciembre o enero, aunque este año no han salido hasta abril. Se venden en menos de media hora, así que hay que estar muy listo. Quince minutos antes yo ya tengo ordenador, móvil y el iPad enganchados a la web”. Desde ese momento, solo queda esperar a que vaya pasando la cola poco a poco y que le toque el turno. Desde luego que tiene su riesgo, pero hasta hoy, y ya son once años, Ballesteros ha obtenido respuesta a su dedicación eurovisiva y siempre ha conseguido entradas. 

No les pasa a todos. Asegura que conoce a gente que se ha quedado sin tickets con el vuelo y el hotel reservados. Aunque para un verdadero fan de Eurovisión “en realidad no es un problema”. “Hay semifinales o ensayos, a los que también va mucha gente, y el ambiente en la ciudad es increíble, con actuaciones incluso de los propios cantantes por las calles o en fiestas, de modo que todo no se concentra en el pabellón el mismo día de la final”.

“No voy a dejar de venir”

Con esa premisa, Antoné ha aterrizado en Turín y se ha encontrado con sus amigos “eurovisivos”. A Alberto y a Pablo los conoció en la cita Tel-Aviv, y se han reencontrado en Italia. Otros forman parte de su grupo de amigos habitual y le siguen en su particular “locura” (cualquier excusa es buena para pasar un rato entre amigos). Y otros, como un joven de Croacia que ha conocido esta semana, ya han pasado a formar parte de su agenda: “Hablo un poquito de inglés; lo suficiente para entenderme con la gente, y siempre funciona”.

“Es verdad que a mi familia, pareja y amigos les sorprende. Piensan que solo es un concierto y ya, y yo siempre les digo que es mucho más, que es una semana en una ciudad por conocer y hacer turismo, acercarse a otras culturas y a gente de otros países. Siempre me dicen que es un gasto solo para un festival, pero a mí me da igual: no voy a dejar de venir”.

Si en su entorno ya aceptan que Eurovisión es parte de la vida de Antoné Ballesteros, en su empresa (Trajes Guzmán) lo tienen más que asumido. “Saben que esa semana para mí es intocable, de modo que cuando se plantean las vacaciones de cada año, ni me preguntan”. 

Favoritas

Su nivel fan es altísimo pero, dice, no tiene claro cuál ha sido su festival favorito. Asegura que es porque en realidad se lo plantea como una fiesta musical, no como un concurso. “Pastora Soler quedó décima, igual que Ruth Lorenzo, pero ambos eventos fueron muy divertidos. Pero donde mejor me lo he pasado ha sido en Copenhague en 2014 y en Tel-Aviv en 2019”.

Aunque se resista, es inevitable hacer quinielas. “Tengo mis favoritos, que no tiene por qué ser España”, insinúa. Aún así, este año la española Chanel sí entra en su lista, junto a Reino Unido y Alemania. “Soy muy crítico y no todo vale. Es un festival de canciones y a veces mandamos cosas cuestionables, pero este año llevamos una propuesta fantástica, porque parece que TVE se ha puesto las pilas”.

Apuesta también por 'Stefania', de Kalush Orchestra, la canción que representa a Ucrania. De hecho, si gana es probable que su país (en guerra) no pueda acoger el festival y haya que buscar una sede alternativa, pero si tuviese que ir a Kyev en 2023, “no lo dudaría un segundo”. De momento la suerte está echada y siempre puede haber sorpresas; y Antoné ya está en Turín, inmerso en ambiente eurovisivo como cada año y esperando la final del sábado.

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